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No olvidar la delicadeza

PROBABLEMENTE VAYAS o vuelvas, o estés en tránsito, hacia algo, hacia alguien, hacia ti. Probablemente tengas que preguntarte cosas que no te gustan, que no te satisfagan, que no te hagan todo lo feliz que podrías ser. Casi con seguridad, esa felicidad que buscas está, a veces, más cerca de lo que crees y otras, resulta inalcanzable. Todo lo que puedo decir es: vete detrás, síguela con furor y con fervor, pero también con delicadeza. Probablemente te quejes de lo injusto, de lo inútil y de lo estúpido. De los límites y de lo ilimitado. Hay confines queridos, a los que apetece llegar y universos extensísimos de los que convendría huir. Como ese en el que habita el ego. Que nunca se llena en ninguno de los sentidos.

Es más que posible que, de algún modo, contribuyas al mal del mundo y al bien del mundo; al progreso de la humanidad y al retroceso de la humanidad; más que probable que una acción tuya tenga más repercusión de la que crees y se escape de ti, como se escapan las palabras rotas o las palabras desalmadas. Puede que no construyas, conscientemente, palabras así y, sin embargo, puede que duelan como si las hubieras armado para ese fin. Todo lo que puedo decir es: cuida lo que dices o lo que escribes o lo que piensas, presta atención a los párrafos y a los discursos, pero también trata a los silencios con la delicadeza de alguien que mira como si fuera la primera vez.

Probablemente quieras hacerlo sola o solo, como un ser autónomo, como alguien capaz de manejar cosas sin romperlas. Está muy bien que puedas, aunque ten en cuenta que lo que te rodea no siempre aprieta ni siempre cansa ni siempre te niega. Abre tus manos y descubre cuánto cabe, todo lo que son capaces de acoger. No seas, no obstante, tan inocente como para creer en bondades absolutas y en la totalidad que conllevan los infiernos.

Probablemente haya elementos que quemen un poco en esos paraísos.

Observa, analiza, escruta, razona y contempla. Déjate llevar alguna vez como si no importara lo que importa, como si no dejara sin respiración lo que ahoga. Descansa y, por qué no, sonríe. Delicadamente. Porque, con toda probabilidad, yendo o viniendo o estando en tránsito, lo necesites. Si es hacia algo, probablemente no sea un destino ni próximo ni fácil; si es hacia alguien, probablemente tendrás que continuar el trayecto, aunque sea distinto y sea en compañía; si es hacia ti, probablemente requerirás voluntad y valentía y una compasión sin etiquetas, tan solo humana. 

Por si tienes dudas, lo cual, posiblemente, tendrás, todo lo que tengo para decir es: no pasa nada. Quién no chocó, en alguna ocasión, con la incertidumbre de no saber, la inquietud de no poder, la vacilación de no querer. Y quién no reconstruyó las piezas rotas y siguió camino. Quién no se preguntó por qué hay que seguir andando si no se tiene rumbo ni siquiera faro que indique cualquier cosa. Esa señal. Probablemente sí, haya que continuar avanzando sin tenerlo claro. Sin embargo, la fisura que nunca se cubre se puede mirar como una amenaza o como una posibilidad. Como algo que supura y contamina o como otra cosa que está a la intemperie y que, precisamente por eso, tiene una habilidad descubridora, aventurera. De la misma forma te puede entrar por ahí un virus o una cura; un sueño o un relámpago; un universo, un amor, una literatura, una lluvia, una piedra, una columna, un animal de compañía, una tragedia, un baile o un grito; un violín o un sol, que se puso en algún oeste y acabó en ti, en la fisura que tú probablemente tengas o de la que probablemente te hayas querido deshacer muchas muchas veces.

Si ahora, en este instante, estás brillando no creas — tampoco— que es, exactamente, por ti; lo más probable es que sea por la grieta que no cerraste pero que reconvertiste, que no olvidaste, sino que, delicadamente, nombraste e hiciste tuya, para poder tutearla cuando vas o vienes o aún no sabes si una cosa u otra. Probablemente no sabrá a derrota ese fulgor. Todo lo que puedo decir es: recuerda, de todos modos, que no es solo tuyo que eso es delicadeza.

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