Opinión

No fue tu culpa, lo hiciste bien

El caso de De Gea vuelve a poner el foco sobre el mundo del fútbol como un coto abierto al machismo más rancio

GEORGE BEST ES AÚN recordado como uno de los mejores jugadores que ha dado el fútbol europeo. Sin embargo, si todavía permanece en el imaginario colectivo de los aficionados, incluso en los de aquellos que ni siquiera recordamos haberlo visto jugar, es porque Best fue la primera estrella futbolística que trascendió de los campos de juego para convertirse en un icono de la crónica social, un extremo en toda la extensión de la palabra que convirtió su vida, con el aplauso y la condescendencia de los aficionados, en una galopada entre el alcohol y las mujeres. 

No es fácil encontrar a alguien que te relate aquella jugada mágica de aquel partido del United, pero cualquier aficionado mediocre puede repetir sin demasiado esfuerzo alguna de las frases que grabó en la historia del fútbol como espectáculo de masas. "Gasté un montón de dinero en mujeres y alcohol. El resto simplemente lo malgasté" es una de las más recordadas. "Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas", dijo otra vez, para presumir de que "si hubiera nacido feo, ustedes no habrían oído hablar de Pelé". 

Desde entonces, no han cambiado mucho las cosas. O sí, a peor, en especial en el enroque del fútbol como un espacio de machismo y un recreo de niñatos malcriados. Ahora ya ni siquiera se necesita tener magia en los pies como la Best, basta con haber pillado un par de contratos decentes para que cualquier tuercebotas pueda presumir, sabiendo que va contar con la complicidad de la afición, de ser un perfecto imbécil. Aún cuenta a quien quiera escucharle Antonio Cassano cómo pasó su temporada en Real Madrid, la 2006-2007, entre los cruasanes, las hamburguesas y las mujeres que le subía a la habitación un empleado del hotel donde el equipo hacía las concentraciones. Sus palabras le definen: "Ligaba más que Beckham. Con 20 años fui adicto al sexo, tenía a oportunidad, era jugador del Madrid. Si hubiera trabajado en otra cosa no me hubiera mirado ninguna, ni mi madre. Yo soy bueno pero no guapo". A darle "200 o 500 euros" al conserje del hotel, Cassano le llamaba ligar. Guapo, no sé; pero listo, tampoco. 

Son solo dos pinceladas sobre una situación de brocha gorda. Todo un fondo del Benito Villamarín coreó el año pasado durante un partido "Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien". Castro era, y sigue siendo, una de las estrellas del Betis, el delantero favorito de su afición. La Fiscalía ha solicitado la apertura de juicio oral contra él, en el que se enfrentará a una petición de cuatro años de cárcel por un delito de maltrato habitual, uno de amenazas y seis delitos de maltrato en el ámbito familiar que habría cometido contra su expareja. Según el escrito de acusación, las palizas incluían patadas en el vientre y puñetazos en la cara. 

La Liga de Fútbol de Profesional y el Comité Antiviolencia ignoraron la situación mientras pudieron, pero la presión social después de que se difundiera por las redes el vídeo con los cánticos les obligó a actuar: primero decidieron que no era para tanto, porque no lo cantó todo el estadio; luego propusieron como sanción cerrar un partido solo la grada de donde salían los gritos; tras las protesta del club, se redujo a una irrisoria sanción económica; no he podido confirmar si a estas alturas se ha llegado siquiera a pagar la multa. 

Rubén Castro, por supuesto, sigue siendo el ídolo de la afición bética. En un partido en el que Castro marcó tres goles, un periodista tan pasado de ingenio como carente de dignidad tituló: "Castro maltrata al Valladolid". Es de suponer que el periodista, igual que el futbolista, sigue en su puesto. Al fin y al cabo, es solo fútbol. Y el periodismo que lo cuenta está demasiado ocupado en realizar enormes despliegues informativos y fotográficos con, por ejemplo, el mejor once inicial de novias de los futbolistas que juegan la Eurocopa. 

Son periódicos que cada día del año muestran una mujer en ropa interior en su contraportada, por que sí y porque saben que sus lectores protestarían si prescindieran de esta peculiar costumbre que tanto aporta al deporte, en especial al femenino, cuyo espacio suele reducirse a temas como "las fotos más sexys de la tenista..." o 2los mejores culos del Mundial de volei playa". 

Salta ahora un asunto tan turbio como el relacionado con Torbe, un proxeneta y presunto rey del porno patrio encarcelado por delitos relacionados con los abusos sexuales, la incitación a la prostitución y la trata de mujeres en una trama en la que se está hablando incluso de menores de edad sometidas a violaciones en grupo. El país se ha puesto en alerta, pero no por la existencia de estas redes ni por los miles de mujeres que cada día son vendidas como carne por las redes de proxenetas, sino porque en medio han pillado a tres futbolistas de la elite. 

Y ni siquiera por eso, ya que parece que la supuesta participación en los hechos de Muniaín e Isco ha quedado en un segundo plano ante el papel de mamporrero que se reservó David de Gea. A nadie en el mundo del fútbol parece importarle el sufrimiento de esas mujeres, sino si la información puede desestabilizar a la selección cuando está a punto de comenzar su participación en la Eurocopa. Ya solo falta ese fondo de aficionados cantando "De Gea, alé, no fue tu culpa, era una puta lo hiciste bien" y una crónica titulada "De Gea impide que violen a España". Fútbol es fútbol, desgraciadamente.

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