'Negra sombra', 125 años que no son nada

Rosalía de Castro inmortalizó su angustia vital a través de las letras de su poema 'Negra sombra' pero el lucense Juan Montes, su coetáneo, supo expresar con música todo el sentir de la poetisa hasta el punto de que la pieza, que este año cumple 125 años, se convirtió en el otro himno de Galicia.
Batuta de Juan Montes
photo_camera Batuta de Juan Montes

Lo decía otro poeta, Aureliano J. Pereira, en el número del 2 de octubre de 1893 del periódico lucense El Regional: "A nuestro amigo, como músico, puede comparársele con Rosalía de Castro como poeta". Ese músico era Juan Montes, el compositor lucense creador de Negra sombra, una pieza convertida en el himno oficioso de Galicia que recoge la letra del poema de Rosalía de Castro y que se compuso hace 125 años para un certamen musical organizado en Pontevedra, al que concurrió con esta obra y con otra, Doce sono, bajo el lema "Sencillez y monotonía melancólica son propiedades de la música popular gallega". Lo curioso es que el primer premio se lo llevó Doce sono, obra prácticamente desconocida al lado de Negra sombra, que quedó en segundo lugar.

El manuscrito de Negra sombra correría, en cambio, mejor suerte en La Habana donde, también en 1892, pero un mes antes del concurso pontevedrés, la sociedad gallega Airiños da Miña Terra organiza un concurso de composición a la mejor música para orquesta sobre aires populares gallegos. Montes envía la Fantasía para gran orquesta sobre aires populares gallegos, dentro de la cual se encuadra Negra sombra, consiguiendo el primer premio, dotado con medalla y 100 pesos de oro, como explica el estudioso Fernando Gómez Jácome.

Negra sombra fue una pieza inspirada —según dijo en su día el franciscano Luis María Fernández Espinosa, uno de los estudiosos de Montes— en un alalá procedente de O Incio. Su vínculo con la obra de Rosalía también se deja ver en el lema con el que el autor se presentó al certamen cubano, "Aires da miña terra con vos me levai", quizás bajo el influjo de "Airiños, airiños, aires; airiños da miña terra", de Cantares gallegos, como puso de manifiesto el investigador Juan Bautista Varela de Vega, en un artículo publicado en el Boletín del Museo Provincial de Lugo, donde se conserva parte de la obra manuscrita de Juan Montes, además de en el Seminario Mayor, los conventos de las Clarisas de Monforte y de las Agustinas en Lugo y en el archivo de la Banda Municipal.

Los socios del Círculo de las Artes pidieron su expulsión como pianista porque no les gustaba el repertorio que elegía para tocar



COMPOSITOR. Pero ¿cómo fue la vida de este músico, fallecido a los 59 años, de una hemorragia cerebral, la víspera de su santo, en la noche de San Juan? Juan Hermenegildo Montes Capón nació en el número 30 de la Rúa Nova el 13 de abril de 1840, era el tercero de cuatro hermanos. Sus padres eran Félix, funcionario municipal, y Juana. Juan era el tercero de cuatro hijos, nacidos por este orden: José, también funcionario; Rosalía, él y Juana. No se casó ni tuvo descendencia, legando su archivo musical a un pariente suyo, por parte de madre, Vicente Latorre Ventura, quien a su vez lo donó al Museo Provincial.

Juan Montes quedó huérfano de padre con solo 10 años y eso motivó su ingreso, como becario, como interno en el seminario de San Lorenzo, ubicado en el colegio de los Franciscanos. Allí se inició en la música, principalmente de forma autodidacta —tal y como le contó el músico a uno de sus primeros biógrafos, Indalecio Varela Lenzano—, con métodos de Armonía y ensayos nocturnos de guitarra y bajo mantas para no ser escuchado en un dormitorio compartido con otros compañeros.

Su talento musical pronto hizo aparición y a los 13 años Montes le cantaba a la Virgen de los Ojos Grandes por las ceremonias festivas de las flores de mayo, dirigiendo un coro de seminaristas, con canciones de su autoría, según apunta el musicólogo lucense Carlos Villanueva.

Sin embargo, la coyuntura social aburguesada, de finales del siglo XIX, llevaría a Juan Montes a dejar el Seminario —donde le faltaba un año de Teología para terminar los estudios eclesiásticos— y adentrarse de lleno en la música.


Carlos Villanueva centra en dos circunstancias las que determinaron el destino de Juan Montes como músico: la decadencia de la vida eclesiástica, "que obligó a abrir la plantilla de los músicos a la emergente sociedad burguesa", y la aparición de las primeras sociedades recreativas, casinos, cafés-conciertos y teatros, lo que coincide con la masiva compra de pianos y la alta demanda de profesores de este instrumento.

"El concordato Iglesia-Estado de 1851 vació de contenido y de calidad la plantilla de la Capilla de Música de la catedral obligando a buscarse la vida fuera del templo y dejando solo a cuatro funcionarios pagados por el Estado (el maestro de capilla, el organista, el tenor y el sochantre)", indica Villanueva.

Juan Montes se vio empujado por este contexto social y también por la circunstancia personal de buscarse un medio para contribuir al sustento de su madre y su hermana, con las que vivía ahora en otra casa situada en Santo Domingo, frente a las Agustinas. Así que, todavía como seminarista, se hizo socio del Círculo de las Artes para cubrir las sustituciones de su pianista, el reputado Isidoro Blanco (discípulo de Albéniz), a la vez que participaba en murgas que tocaban en San Froilán.

A los 23 años, toma la decisión de dejar el Seminario y convertirse en pianista por horas del Círculo. Ganaba 120 reales al mes a cambio de tocar tres horas diarias los lunes, miércoles y sábados. Sin embargo, su empleo solo duraría dos años. El repertorio de Montes no generó las simpatías de los socios del Círculo, que presentaban quejas de que "la música de Montes con el piano no era la más adecuada para los bailes" o de que "no se presentó a tocar".

Pese a perder el trabajo, Juan Montes volvería, en unos años, a estar vinculado al Círculo. En esta ocasión, con un sexteto que formó con piano, flauta, violín y violonchelo, y que era solicitado para las fiestas mayores, que se trasladaban al teatro municipal, con entrada libre, para que el Círculo hiciese más caja. También, en este caso, hubo quejas por los gustos musicales de Juan Montes y "porque no aguantaba el fin del baile hasta las seis de la mañana como se reclamaba", afirma Villanueva.

El ilustre músico abandonó el Círculo y se pasó a la competencia: el Casino de Caballeros, abierto en Conde Pallares, donde tocaba dos horas al día por 180 reales al mes. Allí fundaría también una estudiantina —coro de 40 voces con instrumentos— que daría lugar al Orfeón Lucense, que pasaría a llamarse después Orfeón Gallego.

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