El Museo do Mar homenajea en sus 50 años a quienes ayudaron a fundarlo

Este museo inicia un ciclo de actos para celebrar su medio siglo de vida, convertido en un referente cultural, pero sobre todo en un estandarte de que la unión hace la fuerza 
Ramón Rivas posa orgulloso en el museo que ayudó a crear como antiguo alumno. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Ramón Rivas posa orgulloso en el museo que ayudó a crear como antiguo alumno. JOSÉ Mª ÁLVEZ

El medio siglo del Museo Provincial del Mar es más que un aniversario, pues detrás de esta efemérides está el esfuerzo que realizaron muchas personas para que este recinto guardase las esencias de una localidad, la de San Cibrao, a través de donaciones de objetos marítimos, que varían desde una escafandra de buceador del siglo XIX hasta huesos de la extinguida ballena vasca. Un referente cultural al que se dedicarán diversos actos, que arrancaron a las once y media de este viernes con el descubrimiento de una placa conmemorativa y el recuerdo al alumnado que lo fundó el 11 de octubre de 1969 por iniciativa del profesor Francisco Rivera Casás.

Su nieto, Javier Rivera, participará a la tarde en una mesa redonda, junto a la gerente de la Red Museística Provincial, Encarna Lago y la historiadora, Silvia Fiallega sobre el nacimiento del museo, al que seguirá dos ponencias sobre el papel de las mujeres en el mar, con Chema Leal y José Ramón Fernández Pacios.

La iniciativa de crear este museo surgió del maestro de la escuela masculina Francisco Rivera Casás, que empezó recogiendo conchas cuando iba con los alumnos de excursión a la playa, como recuerda Ángel Fernández, uno de los niños de entonces, que sigue disfrutando de aquella experiencia al recordarla ahora, con 62 años. "Las salidas se hacían bastante a menudo y ayudábamos al profesor a buscar cosas que aparecían por la playa, pero tampoco había tantas como hoy, por lo que yo recuerdo recoger sobre todo conchas", cuenta.

Ángel Fernández, Museo do Mar de San Cibrao. J.M.ÁLVEZ

Además de la primaria, Ángel también se formó en la escuela de orientación pesquera, lo que fue una buena base para que muchos jóvenes se prepararan para embarcar. "Hice allí los títulos de Máquinas y Puentes, los pequeños, para seguir la posterior en Ferrol".

Con el mar como empleo, su vinculación con el museo es doble, pues además de alumno pionero fue posteriormente donante y en la sala se expone un compás y una bitácora que cedió, "así que para mí la emoción es grande, pues hay también una gran colección de fotos antiguas, de las que hay barcos que recuerdo", asevera.

Casi de su misma quinta es Ramón Rivas (1958), también alumno de Rivera Casás y, con el tiempo, presidente de la Asociación de Vecinos Cruz da Venta de San Cibrao. Tras casi tres décadas desde el pleno en el que la Diputación Provincial impulsó la creación del museo, el colectivo mariñano vio las carencias en su gestión y planteó a la institución buscar alguna solución. La medida fue traspasar las funciones de gestión al colectivo y lo hicieron durante doce años. "Durante ese tempo aumentamos a colección nun 80 por cento", indica Rivas.

La reinauguración fue en 1992. Hace especial mención al por entonces diputado Alfredo Sánchez Carro, que fue uno de los que mayor peso tuvieron en esa decisión, recuerda. Se llevaron a cabo diferentes arreglos en el edificio, como en las paredes o el sistema eléctrico y se cambió el suelo original, de la década de los treinta.

PUERTA A PUERTA. Para recolectar las piezas fueron puerta por puerta. Ramón Rivas asegura que la implicación de los vecinos fue máxima. Hay casos como el de Baldomero Bellón, un maquetista burelés afincado en Madrid, que aportó de forma gratuita cuatro barcos, entre ellos una antigua ballenera, como recuerda el expresidente de la entidad vecinal para recalcar la gran implicación de los mariñanos.

En cuanto al mural de fotografías con que cuenta el centro, Rivas asegura que "hai unhas 1.500", pero que se tuvieron que seleccionar, pues en algunos casos había varias instantáneas tomadas al mismo barco. Además, a diferencia del coste que supone actualmente realizar las copias, en esa época costaban "unhas 500 pesetas" y, por la magnitud de la colección, la gran cantidad de dinero que suponía el total hizo inviable que se pudieran exponer todas.

En lo que hace hincapié Rivas es en que todas las piezas no pertenecen en exclusiva a San Cibrao ni a la comarca de A Mariña, sino "a tódolos galegos, como constan catalogados en Patrimonio da Xunta de Galicia".

SALA EXCLUSIVA. Asegura Ramón Rivas que la sala dedicada a la caza de la ballena es exclusiva, tanto por ser San Cibrao la única localidad de Galicia en la que había un puerto ballenero, como por la tradición de la pesquería en la zona, pues recuerda Rivas que hay constancia que se cazaban desde el siglo XIII. Además, como pasó con los búfalos en la América de los indios y vaqueros, "a balea vasca extinguiuse", relata.

Rivas explica que la caza de la ballena tenía unas características especiales, en la que se involucraban "ata cen persoas", comparando el impacto económico para la localidad como puede tener Alcoa en la actualidad, reconoce. Para su captura, dice, había unas personas subidas en diferentes atalayas -la de San Cibrao estaba en el faro- y cuando avistaban uno de estos animales encendían una antorcha para avisar a los marineros. Salían unos tres o cuatro balleneros -navíos ligeros de unos doce metros movidos por remos- en los que iban unas cinco personas en cada uno.

Cuando llegaban a los proximidades de la ballena, lanzaban arpones -que estaban atadas con cuerdas- y tenían que "darlle no pulmón". La razón era que la tendencia de la ballena, una vez que resultaba herida, era descender hasta las profundidades pero, al tener el sistema respiratorio dañado tenía que subir a la superficie. Después, otro de los balleneros repetía el mecanismo hasta que conseguían su objetivo. Más tarde, tenían que remolcar el pesado mamífero a remo hasta la costa, donde esperaban unas setenta personas para descuartizarlo.

"Moita xente queixábase, porque enchía a auga de sangue e decían que non se podían pescar outros peixes". Como en la época no había adelantos como congeladores, la mayoría de la carne se desechaba y lo que se aprovechaba era la grasa, "moi preciada nas cidades para o sistema de iluminación". Gracias a ello, la asociación pudo hallar muchos de los huesos varados en las playas, como algunos de los que dispone el museo, que llegan a los 400 años de antigüedad.

FUNDADOR. Ramón García (1922) fue uno de los fundadores del Museo Provincial do Mar. Además, durante más de nueve años fue el encargado de buscar el hospedaje y la comida por diferentes sitios de A Mariña, como Xove, Burela, además de la propia localidad de San Cibrao, a los visitantes que acudían a la zona.

Ramón García, fundador del Museo do Mar. J.M.ÁLVEZSu vida bien se podría utilizar como argumento de una película. A finales de la década de los 50 trabajó en dos empresas americanas que lo llevaron a conocer diferentes países como Sudáfrica, Noruega o Brasil. Esto conllevó que adquiriese conocimientos de inglés y, por tanto, los pudiese emplear al recibir a las personas y poder desenvolverse en el idioma.

En 1976 volvió a San Cibrao y fue uno de los socios fundadores de la asociación de vecinos Cruz da Venta, en concreto el número cuatro, además del único socio fundador que sigue como miembro de la asociación Terra Mar.

La esposa de Francisco Rivera Casás le propone que la asociación tome la gestión del museo. Después de meditarlo, aceptan. Sigue habiendo clases y en la parte derecha se habilita el espacio para museo. Entre cuatro socios pintaron y reunieron las maquetas de los barcos. También adquieren las vitrinas del Museo Provincial de Lugo, que se estaban cambiando.

Él mismo se encargó de disecar diferentes peces y corales. Además, compró una lancha con la que salía a pescar y con la que también buscaba huesos de ballena para completar la colección.

Recuerda que con el tiempo, el museo recibió una subvención de la Consellería de Cultura de cinco millones de pesetas para llevar a cabo reformas y el sobrante fue destinado a fines del instituto de San Cibrao.

EN CUSTODIA. Francisco Fra tiene un astillero de carpitería de ribeira, una de las pocas que sigue sobreviviendo en Galicia, a pocos metros del museo. "Cando o retomou a asociación de veciños, foi cando comezamos a donar", asegura Fra en referencia a los obsequios entregados por su familia, principalmente su padre. Dice que guardadas están mejor, "porque moitas cousas acabarían no lixo". Destaca la relevancia del museo, argumentando que "ten máis visitas que o de Lugo".

Dentro de las fotografías expuestas dentro del Museo do Mar, se encuentra el barco de su tatarabuelo -llamado Tres Marías- y de su bisabuelo. Así, "o museo revalorízase, amosando unha gran parte do pobo", agrega.

Asegura que San Cibrao es diferente a los demás porque es un puerto de vela y "o único de caza de balea". Destaca la relación del puerto de San Cibrao con Sargadelos, pues la mercancía se llevaba "en carretas de bois" y después se cargaba en velero.

Por otra parte, Fra dice que dispone de muchas piezas que si "non seguira traballando" llevaría hasta el museo, "porque é unha forma de salvagardalas".

Otro de los más jóvenes vinculado con el museo es David López (1970), un coleccionista de especies marinas desde los diez años, que tiene actualmente unas 2.500 diferentes. Desde el museo le dieron la oportunidad de exhibir una colección, que se mostró al público "durante unos tres años", asegura. En un futuro no tiene pensado aportar nada más, "hasta que hagan una ampliación", porque asegura que la colección que está guardada en el almacén es "impresionante".

Aportó, entre otras piezas, el bivalvo conocido como corazón de buey, que vive en aguas profundas y son "difíciles de conseguir", recuerda.

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