Perseguido por un virus, gasto la mitad de la hora diaria que paso fuera de casa en correr. Técnicamente no creo que se pueda llamar así, pero bueno, es lo siguiente a andar rápido. Jamás lo había hecho. He practicado deporte toda mi vida, pero correr, hacer jogging, running o como lo quieran llamar, nunca. Di tú que tampoco antes había tenido un virus detrás. Cuando lo hago me acuerdo siempre de dos personas: primero de Haruki Murakami, a quien se le ocurre la temática de sus libros mientras devora kilómetros a ritmo de maratón. Yo me conformaría con sacar un idea para escribir estos artículos, pero voy tan asfixiado que solo puedo pensar en una frase que le escuché a Marcelo Bielsa cuando le preguntaron que por qué corría. «Por el placer de dejar de correr», contestó. No sé qué será de mi nueva afición cuando el dichoso coronavirus pertenezca al pasado. Supongo que volveré a la normalidad, a la mía, pues creo que, siguiendo una línea argumental parecida a la de Bielsa, corro por miedo a lo que me pueda pasar si no corro; si el bicho me pilla muy fuera de forma. Aparte de eso no le veo mucha utilidad... espera, también he sacado en limpio este artículo... ¡Mira tú, como Murakami!
