Opinión

Muerte en Portugal

INTERCAMBIO INFORMACIÓN política, económica y social con un colega portugués vía telemática y en prolongados faladoiros en Oporto o en Compostela. Cuando hablamos el pasado día 13 de mayo su cara era el espejo de un alma feliz y tenía motivos sobrados para tanta dicha.

En la mañana de aquel día el Papa Francisco estaba en Fátima y, al margen de las creencias religiosas, esa visita volvía a situar a Portugal en la centralidad que otorgan los grandes acontecimientos. A última hora de la tarde el Benfica de sus amores se proclamaba campeón de Liga y ya se sabe que el fútbol es un sentimiento y el triunfo del equipo querido eleva la moral del aficionado.

La guinda la puso a medianoche Salvador Sobral que ganaba el Festival de Eurovisión después de interpretar con mucho sentimiento Amar pelos dois, la canción que recuerda los primeros años del certamen cuando cada país aportaba melodías dulces y sonoras que reproducían el mapa musical del viejo continente. La confluencia de tantos éxitos sociales justificaba la euforia desbordante de mi colega.

Una política forestal que planifique "el monte del futuro" trasciende gobiernos y partidos, necesita tiempo y las ideas de todos los actores, públicos y privados

Pero el domingo 18, cuando llegaban noticias e imágenes del incendio desbocado y devastador en Pedrógao, volvimos a hablar. "Ya ves, amigo, ¡qué poco dura la alegría en casa del pobre!, de la felicidad a la tragedia en un mes", fueron las primeras palabras de un hombre abatido y desolado por el fuego que destruía casas y haciendas y ya había causado una muerte cruel y heridas a decenas de personas. Otra confluencia, esta vez de fatalidades.

La sensatez y serenidad de los portugueses harán que superen el dolor y la indignación causados por esta inmensa tragedia de la que tenemos que aprender. En Portugal, igual que en Galicia, la maleza crece en invierno y es el combustible que quema los montes en verano. Por un rayo, un descuido fatal o por un desalmado que planta fuego.

Por eso, tanto allí como aquí no basta con pedir responsabilidades al gobierno de turno y exigirle que apague el fuego con eficiencia, hay que buscar otras soluciones. ¿Alguien pensó en serio en un plan estratégico para reordenar y transformar el monte abandonado en un recurso productivo para los propietarios y para el país?

Claro que una política forestal que planifique "el monte del futuro" trasciende gobiernos, legislaturas y partidos, necesita tiempo y las ideas de todos los actores, públicos y privados. Si eso no se hace, Portugal y Galicia seguirán ardiendo. Ojalá que no haya más víctimas.

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