Opinión

"Mereser... meresíano"

DICEN QUE ocurrió en una transmisión radiofónica de finales de los años ochenta. En un campo de Tercera División, de esos que dan para poco más que el minuto y el resultado, el locutor, habitualmente un gasolinero, camarero o dependiente contratado en la comarca a mil pesetas por crónica cada quince días, pidió paso a los estudios centrales para narrar unas incidencias entre el árbitro y jugadores y aficionados locales. Vamos, que le estaban dando unas hostias.

Cuentan que el narrador, lejos de censurar lo sucedido, transmitió la agresión múltiple desde una neutralidad equidistante, y si me apuran algo condescendiente con los hechos. Desde el estudio rápidamente intervino el conductor del programa para censurar sin ambages la agresión y al mismo tiempo reconvenir al ocasional corresponsal.

-Hai cousas que nunca poden ter nin a máis mínima xustificación. Lamentable esta agresión e espero que se identifique aos vándalos que participaron na mesma...

El locutor local tomó nota del mensaje, pero aún le podía algo el orgullo patrio. A fin de cuentas de los estudios centrales nunca irían por allí a repostar gasolina o tomar unas copas, pero él al día siguiente tenía que seguir departiendo con sus paisanos.

-Si, totalmente lamentable e sen xustificación esta agresión....pero... mereser... meresíaas.

Los cánticos de los ultras béticos son la muestra más palmaria de que la estupidez y la maldad suelen ir de la mano

Esta semana hemos asistido también a una versión de ese «mereser... meresíaas» a resultas de los gritos que se escucharon en el fondo del Benito Villamarín. Les supongo al tanto. Rubén Castro, jugador local, está acusado por la Fiscalía de cuatro delitos de maltrato a su exnovia. Desde el fondo de ese estadio algunos trataron de hacer un juicio previo y absolutorio con una rima sincopada en la que se le jaleaba con un clásico ritmo futbolero, como animándole a seguir repartiendo hostias, para concluir con un «Alé, alé, era una puta, lo hiciste bien».

Entre una chavala y el goleador local no había color, por mucho que le haya inflado la cara. «Mereser... meresíaas». Y por si alguno tiene dudas o es equidistante se dice que esa chavala en realidad es una puta y todo resuelto.

El oficio de puta es al menos igual de digno que este que yo ejerzo. Tantas veces me han llamado «Hijo de puta» tras escribir una crónica que las tengo en muy alta estima. Viendo alguno de los oficios ‘financieros’ que triunfan hoy en día me quedo a ciegas con las inquilinas del Siroco.

Si alguna vez oigo grit0s parecidos en Pasarón, me cambio de fútbol

La reacción del presidente y del entrenador fue exigir que no se criminalizase al Betis, disculpar al jugador y pedir que no se le juzgue de antemano. Habría que recordar que a la que ya juzgaron y condenaron los ultras verdiblancos fue a la supuestamente agredida. «Hasta nuestra jefa de prensa es una mujer», dijo Pepe Mel, como si eso fuese una disculpa. Ni una palabra sin embargo de la chica que denunció cuatro agresiones de su exnovio. Claro, es que en realidad puede que sea una puta, o una cripto-puta, que a lo mejor no lo es o no lo sabe, pero seguro que en el fondo lo piensa, igual que todas las mujeres, como dijo Manquiña en ‘Airbag’. Si alguna vez oigo un grito semejante en el Fondo Norte de Pasarón juro que reniego del equipo de toda mi vida.

En una uña del dedo meñique de cualquier prostituta hay más dignidad que en todo ese fondo del estadio Benito Villamarín en el que se dieron cita los 200 machotes que jalearon esos cánticos y los otros 3.000 que otorgaron. Sería de desear que la sanción obligue por higiene al cierre de esa grada durante una larga temporada, y si es posible con los ultras dentro. Sevilla como ciudad saldría ganando. Desde luego al menos ... «mereser ... meresíano».

Estupidez superlativa

El grado de estupidez y maldad superlativa de los hinchas radicales del fondo sur del Benito Villamarín se puede medir en tres vectores. Primero por calificar como puta a una joven por denunciar malos tratos. Segundo por animar al acusado a seguir pegándole. El tercero es el más surrealista de todos porque al gritar «hiciste bien» están a fin de cuentas dando fe de que la agresión es realmente cierta. Ya dice el refrán que mejor un enemigo listo que un amigo tonto. Si los 200 ultras son llamados a declarar como testigos al juicio no haría ni falta el fiscal.

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