"Deciros que las plantas que están fuera de los negocios, al igual que las que adornan nuestras calles, son para el disfrute de todo aquel que pasee por ellas, no para su uso y disfrute personal. Por lo tanto, os rogaríamos que dejéis de romper o robar las plantas que tanto trabajo nos cuesta sacar adelante", escribieron las responsables de la floristería Esther, de la calle Matías López.
Es la segunda vez que colocan este cartel porque el primero duró solo unas horas. El establecimiente sufre con frecuencia la acción de personas que se dedican a descabezar las plantas o causarles otros daños, un problema que afecta también a otros negocios con elementos decorativos exteriores y a las flores que planta el servicio de medio ambiente del Concello.
El concejal responsable de esta área, Pedro López Quiroga, es testigo de cómo desaparecen a menudo de los maceteros repartidos por las vías públicas. "É un feito que se comproba facilmente. Había xardineiras que tiñan catro plantas e agora teñen tres e un oco", señala el edil, quien atribuye la mayoría de estos hechos a un "vandalismo puro e duro, por facer dano", aunque cree que también se registra algún caso de personas que se adueñan de las flores para uso particular.
Ni el jardín vertical creado por el Concello en el cruce de las calles Maior y Calexa se libra de la acción de los vándalos. Según cuenta Pedro López, en días atrás alguien cerró la llave de paso del riego, de modo que algunas plantas sufrieron daños por falta de agua.
El problema no es nuevo en Sarria. Hace siete años, los árboles que habían sido plantados en el entorno de la piscina cubierta amanecieron con lejía y sulfatos. Más recientemente, en 2017, una vecina del barrio de A Estación, harta del robo de flores en los maceteros de la calle, decidió plantar toxos y ortigas, con la esperanza de que los incívicos aprendiesen que las plantas son para disfrute de todos y mejoran la villa.