Méndez, Bañuelos y Cía.

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CUANDO aterrizó en su despacho de Novacaixagalicia en calidad de consejero delegado, el efímero César González-Bueno solo parecía tener una obsesión: rastrear toda cuanta operación extraña hubiera llevado a cabo el entonces responsable de la división inmobiliaria, Gregorio Gorriarán Laza, ex de Caixanova, para sacárselo de encima. Para ello, no dudó en someter a descarados interrogatorios a parte de su equipo. Fue así como detectó determinadas operaciones en sociedades como Proinova, la financiera inmobiliaria de la caja, y sus pesquisas llegaron hasta Miami, donde la sucursal de la entidad llegó a tener un volumen de negocio de 560 millones al año, convirtiéndose en la principal oficina de las dos cajas por ingresos en el extranjero. La sucursal de Miami destacó en 2006 por su cartera de créditos con garantía hipotecaria, colocándose súbitamente en la segunda posición de todo el Estado de Florida. Gorriarán acabó dejando Novacaixagalicia, previo pago de una millonaria indemnización que se niega a devolver y que ha acabado en la Audiencia Nacional. Ese será también el destino de las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción, que incluyen la gestión de Gorriarán, Proinova y las operaciones inmobiliarias en Miami entre las irregularidades detectadas en las dos extintas cajas. Es la hora del Código Penal.

Son en total siete operaciones, que generaron un quebranto de 600 millones en Novagalicia, las denunciadas por el Fondo de Reestructuración Ordenada de la Banca (FROB) ante la Fiscalía. A ellas se sumaron en la tarde de ayer otras dos, con otros 210 millones de agujero. Según señaló el FROB, la operativa analizada en estos expedientes se basa fundamentalmente en operaciones de financiación y refinanciación para la adquisición de inmuebles y/o participaciones en sociedades, refinanciación para la adquisición de sociedades.

Por la madeja que comienza a deshilvanarse, Gorriarán se queda en mero aprendiz de brujo ante el auténtico chamán de esta historia. Un simple pinche de cocina frente al chef exquisito. De todas esas irregularidades, presuntamente constitutivas de delito, la de mayor importe con diferencia, unos 300 millones de euros, lleva la firma de José Luis Méndez López. El fino ebanista que desde Caixa Galicia supo rodearse siempre de fieles carpinteros rasos, entres los que digitalmente destacaron sus hijos «Lis»y Yago Méndez Pascual.

Y es que en familia se formalizó la entrada de Caixa Galicia en Astroc, su salida a Bolsa en lo más alto de la burbuja inmobiliaria y los créditos multimillonarios que acompañaron la operación que ahora tienen entre sus manos los fiscales. Enrique Bañuelos Castro, de madre gallega, contó con Méndez y Caixa Galicia como financiador y accionista, al llegar a controlar la caja algo más del 5% de Astroc, paquete similar al que alcanzaría nada menos que Amancio Ortega en la efímera inmobiliaria levantina. Bañuelos escribió el punto final de la burbuja inmobiliaria, como presidente de una compañía con pies de barro que se despeñó en la Bolsa, arrastrando a todos aquellos que confiaron en el joven empresario.

Bajo la batuta de Méndez, Caixa Galicia realizó compras y ventas de acciones de Astroc por un importe conjunto de 79 millones de euros, al calor de una cotización que se disparó desde su salida al parqué, en 2006, y que al final endosó pérdidas millonarias a la caja. A mayores, inyectó vía préstamos otros 176 millones de euros, que son los que reconoció la heredera de Astroc, la firma Quabit, en un año como el 2011, cuando Méndez llevaba ya un año disfrutando de su millonaria jubilación en Caixa Galicia.

Esa firma, Quabit, con Bañuelos lejos de la gestión y tras una suspensión de pagos, reconoció en sus cuentas de 2012 transacciones y pasivos con la corporación de Novagalicia por importe de 85 millones, repartidos entre ejecuciones de obra, traspasos de activos inmobiliarios y costes financieros. Ese año la participación de lo que era ya Novagalicia se rebajó hasta el 2,6% en la inmobiliaria, que se diluiría después en varias ampliaciones de capital. La digestión, pues, ha sido larga. Muy larga.

Como los consejos de administración que Méndez convocaba en ciudades como Venecia o París, y países como Brasil, Bañuelos también optó por celebrar consejos fuera de su sede. En 2007 eligió A Coruña, concretamente en la sede de Caixa Galicia, para celebrar uno. Y en Galicia logró engatusar al mismísimo Amancio Ortega, que desoyendo a sus asesores puso hasta 156 millones para hacerse con el 4% de Astroc. Después vendría la debacle bursátil. La diferencia entre Ortega y Méndez, en esta historia, es la del capitalista engañado, por un lado, y el gestor imprudente, de otro, que además actuó, presuntamente, en connivencia con Bañuelos. Ortega invirtió su dinero y falló. Méndez, con los recursos de otros, provocó un agujero de 300 millones. Hasta ahora ha logrado ponerse de perfil, pero siente ya el aliento de los fiscales en la nuca.

La caótica Aena y los aeropuertos gallegos
FRENAZO y marcha atrás en plena pista de despegue, con los controladores descolocados, parte de la intendencia revuelta y media tripulación sin saber muy bien a quién hacer caso. La fallida salida a Bolsa de Aena, la privatización de la legislatura para el Gobierno de Mariano Rajoy, deviene en un trasunto delicado y muy comprometedor. Primero, porque medio Ejecutivo queda en evidencia por unas diferencias nada disimuladas con respecto a lo que Luis de Guindos definió como «cuestiones formales». Esa mera formalidad ha paralizado la privatización. Ahí es nada. Segundo, porque el momento, noviembre, para formalizar la oferta pública de venta llevaba meses preparándose, y quién sabe si en la primavera, parece que la nueva fecha en el calendario, la Bolsa estará como para tirar un cohete como Aena, el gestor de infraestructuras aeroportuarias que se ha convertido en la joya de la corona de lo que queda del maltrecho sector público.

Lecturas, sin duda, se pueden hacer muchas. Y, desde Galicia, una prevalece sobre las demás. Ahora o más tarde, la privatización de Aena, por desgracia, hará que todo ese plan de coordinación entre Lavacolla, Peinador y Alvedro quede en un simple enunciado. No pasará de los titulares. Porque los resultados, y los dividendos para los accionistas, primarán en la nueva Aena sobre cualquier otra decisión que implique perder un euro o ingresar un euro menos. Lavacolla, con unas pérdidas de 10,6 millones el año pasado, Peinador (8,5 millones en negativo) y Alvedro (4,7 millones) afrontan un escenario muy, pero que muy complicado con una Aena privatizada. Al tiempo.

FERNÁNDEZ LIÑARES
La Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, un enredo

PATAS arriba. Así dejó Francisco Fernández Liñares la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil. Al menos, contablemente. Y es que la Intervención General del Estado ha tumbado las cuentas del organismo correspondientes al año pasado, ejercicio cuya gestión había heredado como presidente Francisco Marín. Pero, a decir por los interventores, los problemas vienen de atrás. Por no tener, el organismo público no cuenta ni con un inventario de bienes, de existencias y de inmovilizado, «por lo que no se han podido valorar los bienes ni su amortización». Los auditores dicen que «se han vulnerado las normas de imputación de gastos recogidas en la Ley Presupuestaria» y que los ajustes planteados en los últimos años, por 3,4 millones de euros, no se han realizado. El desgobierno contable que dejó Fernández Liñares en la Confederación Hidrográfica es proporcional a su implicación en la Operación Pokémon.

RAMÓN AGUIRRE
El incierto rumbo de Navantia solo lo endereza Sepi

BUEN amigo de Rodrigo Rato, que en su día lo nombró presidente del ICO, Ramón Aguirre tiene en su mano enderezar el rumbo de Navantia. Como empresa perteneciente a la SEPI, organismo que preside, Aguirre sabe mejor que nadie que tiene al frente de los astilleros públicos a un tipo que ni le va ni le viene la construcción naval. Responde al nombre de José Manuel Revuelta, sabe mucho de cemento, y lo cierto es que en Galicia ni se deja ver ni se le espera.Con los retrasos y retrasos acumulados en la ejecución del flotel del Pemex, Aguirre sabe que suena el tic tac de la presión que ejercerán Xunta y Concello de Ferrol con unas municipales a la vuelta de la esquina. Pero desde agosto el amigo de Rato tiene que levantar un poco la mirada si quiere ver el futuro despejado, y dirigirse nada menos que al Ministerio de Defensa, otro gran centro de negocios.

(*)Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso el sábado, 1 de noviembre de 2014.

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