"Matar a un hijo rompe un tabú ancestral por el que la ‘carne de mi carne’ es intocable"

El doctor José Cabrera se ha convertido en un mediático forense que ha analizado cientos de crímenes y compatibiliza la práctica clínica con la elaboración de peritajes médicos para distintos tribunales españoles

El doctor José Cabrera, psiquiatra forense. EP
photo_camera El doctor José Cabrera, psiquiatra forense. EP

El caso de Desirée, que apareció muerta en su cama de Muimenta hace mañana un mes, continúa bajo secreto de sumario y son muchas las incógnitas que se mantienen abiertas. José Cabrera, el mediático psiquiatra forense que analiza muchos de los trágicos sucesos que ocurren en España, habla sobre los filicidios.

¿Qué conduce a un padre o a una madre a matar a su hijo?
La muerte del hijo a manos de los padres, o de uno solo, no es nada nuevo, pertenece incluso a la mitología cuando los dioses eran muchos y se cruzaban celos o amantes de por medio. Afortunadamente son pocos los casos en nuestra cultura y en estos momentos, pero en la mayoría se debe a desesperación. Y puede ir con apellido: enfermedad mental, drogas, violencia intrafamiliar, o lo más trágico, el niño sobra. La muerte del hijo por sus padres rompe un tabú ancestral por el que la ‘carne de mi carne’ es intocable.

Cabrera habla sobre psiquiatría y crimen, tras la reciente acusación de la jueza de Vilalba a la madre de Desirée por un presunto delito de homicidio o asesinato

¿Es el crimen más difícil?
Estos casos puntuales son doblemente trágicos, por un lado, un niño indefenso e inocente, y por otro, a manos de los padres, por lo que a la opinión pública le causa un impacto grande. Todos tenemos en la cabeza la idea general: «Por mi hijo yo daría la vida». Y en estos casos se viene abajo el argumento visceral. Es la muerte más inexplicable que podemos tener en la actualidad.

El filicidio, ¿suele ser premeditado o normalmente es un arrebato?
Puede estar comprendido en ambas situaciones. En el primer caso, el más raro e infrecuente, debido a un complejo entresijo de sentimientos, situaciones límites, estados mentales... la persona considera que el niño debe desaparecer, a veces incluso por la idea equivocada de "que será por su bien". Lo más frecuente es el arrebato, el calentón, un golpe mal dado en un momento de llanto y confusión o en un acto en cortocircuito, sin reflexión previa, cuando se traspasan los límites de la resistencia del adulto.

¿Hay diferencia por géneros? ¿Mata diferente un padre o una madre?
La polémica de las cifras a este respecto es solo un debate político o de interés. La madre tradicionalmente es la que pone fin a la vida de su recién nacido para evitar que se sepa que ha sido madre, el antaño llamado ‘causa honoris’, para evitar la vergüenza. Y cuando el niño crece aparece el varón en escena, que es biológicamente más agresivo. Últimamente hemos visto, ojo, casos en los que el que mata es el padrastro, no valiendo este dato para engrosar las cifras de varones. La mujer suele hacerlo con medicamentos, productos del hogar o asfixia y el varón con elementos físicos como golpes.

"Es prácticamente imprevisible esta conducta, no existen elementos que nos hagan sospechar de un caso así"


Según Save the Children entre 2012 y 2017 al menos 68 niños fueron asesinados por sus padres en España. ¿Hay que cambiar políticas? ¿A quién se le deben exigir responsabilidades?
68 niños muertos en cinco años a manos de sus padres es una cifra trágica, pero insignificante si comparamos con 20.000 suicidios, 6.000 por accidentes de tráfico o dos millones de personas que han fallecido de forma natural en este periodo. El uso de esta cifra es partidista, tendencioso y oportunista. Para nada hay que cambiar leyes ni generar debates estériles al respecto, la responsabilidad es del individuo y el Estado no puede sustituir a la familia salvo en casos extremos.

Por la conducta, ¿se pueden prever estos casos? ¿Hay señales de alerta para la gente que está alrededor?
Es prácticamente imprevisible esta conducta, no existen elementos que nos hagan sospechar que puede llegar a darse el caso, por eso apenas hay entre diez y 13 casos al año en España, con casi 50 millones de habitantes. Lo más a lo que se puede llegar es a estar alerta en parejas conflictivas, niños que no se escolarizan o presentan síntomas extraños y debe ponerse en conocimiento de la Fiscalía del Menor de inmediato.

En este caso se habla de una posible depresión de la madre. ¿Se confunden términos? ¿Se generaliza?
Una depresión en una persona puede llevar perfectamente a la muerte de un hijo, estaríamos en lo que llamamos ‘homicidio por compasión’, cuando la persona muy hundida considera fruto de su enfermedad que ese niño o niña van a vivir muy mal en las condiciones presentes y para salvarlos los matan. Pero detrás del término depresión pueden darse otras enfermedades graves que acaban generando estas tragedias. Hoy la palabra depresión lo abarca erróneamente todo.

¿Es atenuante la depresión? ¿Se usan los trastornos psicológicos para eximir culpas?
Si se prueba en el juicio puede no solo ser una atenuante, sino incluso una eximente de la conducta criminal. Es cierto que con cierta frecuencia se buscan trastornos mentales para mitigar la culpa, pero raramente si no son ciertos prosperan en los tribunales.

Se señalan posibles similitudes con el caso de Asunta. ¿Cada caso es diferente o hay patrones?
Cada caso y cada persona es un mundo. No existen perfiles generales aunque los deseemos, por eso es muy peligroso sacar conclusiones de un caso y plasmárselas a otro, sería un grave error.

¿Por qué hay casos que trascienden mucho más que otros? ¿Hay clases también en los sucesos?
Los casos que trascienden son aquellos en los que los medios de comunicación ponen su interés. Si no, no serían noticia. Por ello se exige a voces un pacto general en el periodismo de sucesos para tratar los casos trágicos y evitar así generar verbenas mediáticas, aunque mucho me temo que esta es una batalla perdida.