Lugo, cuna de la Ilustración gallega

Lugo fue la primera ciudad del Antiguo Reino de Galicia en convertirse en ilustrada. Aquí nació la primera y una de las pocas Sociedades Económicas de Amigos del País, promovidas por Carlos III, cuyo fin era hacer llegar la educación, la sanidad y las nuevas técnicas de cultivo al campesinado. Poco funcionó, pero las intenciones eran buenas.
Lois Rodríguez
photo_camera Lois Rodríguez

El primer germen de la Ilustración en Galicia surgió en Lugo. Esta ciudad vio nacer, en 1784, la primera Sociedad Económica de Amigos del País, que bajo el Despotismo Ilustrado de Carlos III y con la aprobación del Consejo de Castilla, pretendía dotar a las clases menos desfavorecidas de educación, sanidad y riqueza en definitiva. Así lo recoge el primer capítulo de sus estatutos, donde refleja que la sociedad producirá memorias y discursos "en beneficio de la industria popular, los oficios, los secretos de las artes, las máquinas y su enseñanza". Añade que "el fomento de la agricultura y cría de ganados será otra de sus funciones".

La sociedad surgió por iniciativa de un chantre (secretario del cabildo) de la catedral, Antonio de Lence, a instancias del Obispado, con gran poder y que ejercía el señorío en la ciudad en aquella época, según consta en la documentación almacenada en el Archivo Histórico Nacional, revisada recientemente por dos profesores de Filosofía, Lois Rodríguez Cabana y Eva Mariño Amor, quienes acaban de publicar un trabajo en la revista Lucensia sobre el origen de esta sociedad.

El expediente administrativo dirigido al Consejo de Castilla y, en concreto, al ministro de Hacienda, Pedro Rodríguez de Campomanes, para la creación de la Sociedad Económica Amigos del País refleja, según palabras de su fundador, Antonio de Lence, que en Lugo abunda el lujo y la vanidad y que se miran con indiferencia la industria y las artes, que están "para la mayor parte atrasadas y faltosas". Añade que en Lugo se distribuyen limosnas a mendigos "pordioseros" y muestra su confianza en que, una vez formada la sociedad, se pueda aplicar el dinero a mejores fines. "Tamén se queixa de que os estudantes pobres do Seminario obteñen unha educación deficiente por falta de recursos terminando por desviarse a outros oficios menos edificantes", afirman Lois Rodríguez y Eva Mariño.

La Sociedad Económica Amigos del País quedaría conformada, en sus inicios, por un total de veintiún miembros, de los que trece eran clérigos. Entre los ocho civiles, había tres relacionados con el Ayuntamiento, dos funcionarios de Correos, un médico, un procurador y el responsable de la administración provincial de tabacos. Su director será el obispo Francisco Armanyá quien, en su primer discurso ante la sociedad, preservado en la Biblioteca Nacional, habla de la necesidad de modernizar la agricultura lucense. "En esta misma provincia, en muchos lugares pocos años atrás no veían una caña de maíz, ahora logran abundante su cosecha con gran beneficio de los labradores. Una prudente dirección podrá facilitar otras de igual o mayor provecho, como las ha facilitado en varias partes", decía.


La sociedad quería crear una escuela de niñas, fomentar el blanqueo de telas y dispensar alkali volátil a los campesinos


Entre los fundadores de la Sociedad Económica de Amigos del País, se encontrará la principal figura de la Ilustración lucense, el abogado, juez y filósofo que da nombre a la calle Doutor Castro, Juan Francisco de Castro. "Foi un dos maiores reformistas da Ilustración. As súas propostas eran a nivel político, social, ético e científico. Naceu ao carón do antigo mosteiro das Agustinas, ao fondo da Praza Maior, nunha familia de procedencia humilde que se fixo rica, pero a súa figura quedou no esquecemento como a maior parte dos filósofos da Ilustración", explica Lois Rodríguez.

Fue, precisamente, el doctor Castro quien leyó un informe en la sociedad sobre las obras necesarias para que el Miño fuese navegable desde su desembocadura hasta Lugo, una idea propuesta por un lucense anónimo que ofrecía un premio de 3.000 reales al mejor estudio técnico. Castro concluye que estas obras serían insostenibles y plantea que el dinero se destine a ayudas sociales.

Las primeras reuniones de la Sociedad Económica Amigos del País se hicieron en el Obispado, pero el Consejo de Castilla impuso que fuesen en el Concello y se cambiaron de ubicación. Se reunían los días 1 de cada mes. Los socios contribuían con 120 reales para ingresar y tenían que pagar al año 80 reales. Los más pobres daban a voluntad.

"Tres anos despois da súa fundación, en 1787, o Consello de Castela envía unha circular á sociedade de Lugo preguntando por que non funcionaba e a razón era que non había financiación do Goberno e, polo tanto, os seus membros non traballaban. Ao final, moitos metíanse só por estar nas esferas do poder porque a sociedade estaba controlada pola elite, formada polo clero e a nobreza. Nalgún sitio estas sociedades crearon escolas e hospitais pero non houbo un cambio nas condicións de vida da xente", comenta Lois Rodríguez.

La directiva tenía asiento reservado en las reuniones. El resto se iba sentando en la mesa según llegaban a la sala "para evitar etiquetas", según se refleja en los documentos de la sociedad.

El lema será ‘Enseña y promueve’ y su objetivo prioritario, fundar escuelas. "En Lugo non se chegaron a fundar aínda que a sociedade dicía que só había doce nenos na única escola que existía, onde daba clase un profesor mal pagado polo bispo. Pretendían facer unha escola para nenas tamén, pero todo quedou en nada. Envióuselle unha solicitude ao secretario de Estado, o conde de Floridablanca, pero non se fixo nada. No fondo, Carlos III tampouco estaba interesado en rematar co absolutismo", indica Lois Rodríguez.

Además de la creación de escuelas, la sociedad pretendía fomentar el hilado con torno y el blanqueo de telas, la plantación de moreras y el desagüe y disecación de una laguna cercana a Lugo "que no solo la infesta sino que embaraza un terreno a propósito para una hermosa alameda", dice un documento enviado al Consejo de Castilla.

La sociedad describía a Lugo en un "estado calamitoso y digno de compasión". Con 10.000 habitantes, afirmaba que abundaban los trabajos precarios y mal remunerados, el desempleo y la desprotección social de los ancianos, discapacitados y enfermos. "Es cosa lastimosa ver hombres y mujeres cadavéricos por las calles sin social refugio", afirmaba. Añadía que solo los pacientes más graves eran atendidos por el hospital San Juan de Dios, con escaso presupuesto.

Otra idea de la sociedad era la de dispensar a los labradores un ‘medicamento’ que hacía el boticario Casimiro Gómez y Ortega, el alkali volátil, indicado para los sofocados por el tufo del carbón.

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