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Lugo, centro y esquina

La ciudad avanza lentamente en la mejora de sus comunicaciones, pero sigue sin sacar partido a su posición geográfica

DICE El PRESIDENTE Feijóo que el final de la conexión de la autovía Lugo-Santiago (A-54) con la capital lucense sitúa a esta «no centro dos camiños de Galicia». No le falta del todo razón. Por su situación geográfica, Lugo ocupa una posición bastante central, aunque más que en Galicia, en el noroeste peninsular, lo que resulta aún más ventajoso. El problema es que da la sensación de que Lugo sigue sin aprovechar esa privilegiada posición que hace más de dos siglos le dieron los romanos y que supieron perpetuar los que vinieron después. Sin ánimo de restarle méritos, que tiene muchos -sobre todo si no se miden en base a criterios estrictamente económicos y de globalización, que parece que son los que imperan-, es evidente que Lugo no juega un papel central prácticamente a ningún nivel, exceptuando quizás que es la capital de la provincia con más peso agrario. Aunque habida cuenta de cómo está el sector y los nubarrones que tiene al frente, quién sabe si eso es una fortaleza o lo contrario.

Las razones de que Lugo no saque más beneficio de sí mismo son diversas, pero una de ellas seguramente es el déficit que tiene en materia de comunicaciones. Ya estuvo peor, es cierto, pero es probable que muchos lucenses no compartan la frase que pronunció el presidente esta semana, en la apertura del ramal de la A-54, donde dijo que «é moito máis o que se fixo que o que queda por facer».

En el mismo acto, la ministra de Fomento se comprometió a que, antes de que termine la legislatura, estarán «en marcha» todos los tramos de la autovía Lugo-Santiago, y anunció que el próximo mes, con la apertura del tramo Guntín-Palas, estará en funcionamiento algo más del 50% de la A-54, pero para que se pueda llegar a la capital gallega por una vía rápida falta aún mucho tiempo. Si bien la percepción que algunos ciudadanos tienen de que los accesos de la A-54 podrían ser más directos, lo que es una certeza es que Lugo será la última ciudad gallega en tener conexión directa con el centro administrativo de la comunidad. Por carretera, porque por tren seguirá siendo la única capital sin conexión. Ni rápida ni lenta.

La inminente apertura de esl tramo del Ave León-Valladolid permitirá poner un segundo Alvia a Lugo, por Monforte y hasta A Coruña

Sobre el ferrocarril también llegaron noticias esta semana, tras mucho tiempo sin ellas. La ministra dice que, «en los próximos meses», su departamento iniciará el proceso para contratar el proyecto «básico» para construir una vía de velocidad alta -que no es lo mismo que alta velocidad- entre Ourense y Monforte y que también prevé sacar a información pública el estudio para el siguiente tramo, desde la ciudad del Cabe a A Pobra de San Xiao, donde hace años que Fomento inició la construcción de la variante, ya con características de alta velocidad. El primer tramo cuenta con estudio desde 2011, por lo que habrá que comprobar si el anuncio es fruto de la supuesta recuperación económica del país y del reafirmado compromiso del Gobierno con los lucenses o se queda en un anuncio preelectoral.

Fomento tendrá una oportunidad de demostrar ese compromiso pronto, cuando a finales de mes inaugure la línea de Ave entre Valladolid y León. En algunos foros se pide que este nuevo tramo sirva para poner un nuevo tren Alvia a Lugo, que desde León siga por Monforte y acabe en A Coruña. El actual Alvia -el único servicio diurno a Madrid que tiene Lugo, estrenado en 2013, también por detrás del resto de ciudades gallegas y con un horario no muy práctico- va por Zamora (sigue por Ourense, Monforte y Lugo) y termina en Ferrol. Sin embargo, Valladolid, León y A Coruña son ciudades que aportan muchos viajeros. Y la prueba está en que, cuando se ponen servicios, se usan, sobre todo si tienen precios y horarios razonables. El primer Alvia hizo que el número de usuarios del tren en Lugo se duplicara en un año.

Una estación intermodal, donde los viajeros pudieran pasar del tren al bus, y a la inversa, también contribuiría a la movilidad, pero el Gobierno mantiene aparcado el proyecto. Es prioritario, no cabe duda, arreglar el problema de la A-8 en Mondoñedo, una autovía que por lo demás es otro ejemplo de como las infraestruturas vertebran. La capital está ahora a una hora de A Mariña, el siguiente territorio más poblado y dinámico de la provincia. Y está más cerca no solo para ir a pasar el domingo, que también, sino para mover la economía. Además, por fin, Lugo y el resto de Galicia están comunicados por una vía rápida con las comunidades del Cantábrico y con el centro y el norte de Europa a través de Francia.

Aunque para saltos, el que en su día supuso la A-6, la primera vía de alta capacidad, como la administración gusta llamar ahora a las carreteras por las que se puede llegar -cuando el trazado y la meteorología lo permiten- a la velocidad máxima. La A-6 no estuvo al completo en Galicia hasta el 2001 y en su totalidad hasta un año después, aunque nos parezcan lejanos aquellos viajes por la retorcida N-VI, detrás de camiones o apartando en algún punto para dejar paso al que venía de frente. La diferencia entre la A-6 y la A-8 es que, mientras la primera convirtió a Lugo en una de las puertas de entrada a Galicia y demostró ser un portento de la ingeniería, la A-8 ya tiene difícil borrar el desacierto de O Fiouco. Fomento se mantuvo firme en el proyecto la A-6 cuando empezaron los violentos desprendimientos de piedras entre Villafranca y Becerreá, pero lo solucionó. Sin ser fácil, aguantar la tierra era más sencillo que contener la niebla en las cumbres de Mondoñedo, para lo que seguramente ahora ya no hay solución buena ni barata.

Con todo, siendo cruciales las infraestruturas, conviene no fiarlo todo a ellas. Lugo peleó durante años por una estación ferroviaria de mercancías más grande y operativa y ahora que la tiene apenas mueve cargas. Hay mucho aún por hacer en una ciudad que, en muchos aspectos, más que centro parece esquina. A mediados del siglo pasado, mientras se construía la pista de Santiago, Rozas fue el aeropuerto central de Galicia, aprovechando la infraestructura que habían construido los nazis y que posteriormente había comprado y había ampliado el Gobierno de Franco. Durante dos años, Iberia empleó este aeródromo para sus vuelos nacionales.

Esa centralidad parece ahora un sueño, porque poco tiempo después de aquello, el Gobierno comenzaría un proceso de desmantelamiento del aeródromo, solo evitado por la fuerza que hicieron el alcalde Ramiro Rueda y un grupo de personalidades de la ciudad que fundaron el Real Aero Club y convencieron al ministro de que dejara el último hangar que quedaba. Hoy Rozas está en el camino de convertirse en referencia mundial en experimentación e investigación aeronáutica, gracias a la apuesta económica que están haciendo los Gobiernos central y autonómico. Hicieron falta muchas cosas para llegar hasta aquí, pero nada sería posible sin el empeño que en su día pusieron en Rozas las fuerzas políticas y civiles de Lugo. Conviene recordarlo.

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