Los potros hijos del viento, los cedros del Líbano y las fronteras de tierra y mar

La zona del Baixo Miño debe su nombre al río de más importancia de Galicia. El lugar, situado al suroeste de la provincia de Pontevedra, crea una amalgama única de río, mar y montaña.

El punto perfecto para comenzar es el Monte de Santa Tegra, desde el cual se puede recorrer con la mirada, de norte a sur: la ría de Vigo, las Islas Cíes, la desembocadura del Miño, el valle del Rosal y los pueblos del lado portugués.

Santa Tegra alberga uno de los castros más completos de Galicia. Su origen está datado en el siglo I a.C. Está compuesto por numerosas construcciones de planta circular, ovalada y rectangular, separadas por pequeños espacios a modo de plazas o calles. En las proximidades podemos encontrar diversos petroglifos de la Edad del Bronce. En lo alto del monte, un museo alberga los objetos encontrados en las excavaciones del propio castro. Los más antiguos están datados del 8000 a.C, lo que muestra la importancia científica de este depósito arqueológico.

Los exóticos árboles del Líbano
Si bien Santa Tegra posee unas vistas espectaculares, el monte Aloia es una atalaya de 700 metros de altura con cinco miradores que ofrecen un deleite ocular sobre el río Miño. El suyo es un paisaje singular, resultado de una repoblación de hace unos cien años con cipreses, abetos y cedros del Líbano.

El misterio y la leyenda lo impregnan, con sus yeguas fertilizadas por el viento. Leyenda que, por cierto, es uno de los más viejos mitos de la Hispania antigua: yeguas fecundadas por Céfiro o viento del oeste que parían potros velocísimos pero de corta vida. También que este fue el escenario de la mítica batalla del Monte Medulio. Cuenta Lucio Anneo Floro que las tribus celtas llevaron a cabo un suicidio colectivo antes de caer en manos de los romanos, pues preferían la muerte antes de renunciar a su indómita vida.

"Por último tuvo lugar el asedio del Monte Medullio, sobre el cual, después de haberlo cercado con un foso continuo de quince millas, avanzaron a un tiempo los romanos por todas partes. Cuando los bárbaros se ven reducidos a extrema necesidad, a porfía, en medio de un festín, se dieron la muerte con el fuego, la espada y el veneno que allí acostumbran a extraer de los tejos. Así la mayor parte se libró de la cautividad, que a una gente hasta entonces indómita parecía más intolerable que la muerte ..."

El Aloia es una sinfonía de color que cambia con cada estación: el amarillo del tojo, el blanco de la jara, el lila de la uz...

La raya y el extremo más meridional de Galicia
En el camino entre ambos montes vale la pena hacer una parada en dos pueblos: A Guarda y Tui.

A Guarda está íntimamente ligada con el mar, por eso es buena idea empezar paseando por su puerto, el más meridional de Galicia. El contacto con el mar hace que la gastronomía sea excelente, pues se hace buen uso de las capturas que llegan al puerto. Además de los platos marinos, también se puede degustar los procedentes del río, como la lamprea.

Arquitectónicamente, destaca la iglesia del convento de San Bieito (actualmente convertido en hotel), que conserva unos interesantes retablos barrocos y el sepulcro de Álvaro Ozores e Soutomaior, fundador del convento en 1588.

También es posible acercarse a la iglesia de Santa María de Asunción, construida en 1576 sobre los restos de una muy anterior, con una fecha de construcción que se calcula al rededor del siglo X. Todavía se conservan algunos elementos (capiteles y piedras) de aquel primitivo templo prerrománico. La que hoy puede verse es de estilo barroco, como denota su fachada. Tiene planta rectangular y torre lateral con balcón.

En la raya con Portugal está Tui, una joya arquitectónica. Partiendo del céntrico Paseo da Corredoira, empieza el recorrido monumental. La maraña de calles estrechas y con soportales se arremolinan cercando la Catedral-Fortaleza, que domina desde el alto toda la larga curva del río. Una vez situados aquí, llama la atención la importancia de la entrada oeste enmarcada por un gran pórtico ojival. Posee ocho pares de columnas y otras tantas arquivueltas. El tímpano se compone de unos magníficos relevos que representan la adoración de los Reyes Magos y la de los pastores.


Otros referentes artísticos de carácter sacro son el convento de las Encerradas, de monjas clarisas, que crea un curioso túnel entre sus muros o el convento de San Francisco. Desde aquí se regresa al ya mencionado Paseo da Corredoira para recordar las excelentes vistas del Miño, cruzado por dos puentes, de los que merece mención el primer puente Internacional. Dicho puente se inauguró en 1886, cuando las locomotoras Alfonso XII y Valença, se encontraron en mitad del puente ante la atenta mirada de 8000 personas de las dos orillas. El Faro de Vigo recogía así el suceso:

“Poco después de las nueve de la mañana los convoyes avanzaban hasta encontrarse en mitad del puente y darse el beijo las locomotivas, unidas durante unos minutos por los parachoques frontales mientras la multitud apiñada a una y otra orilla contestaba con entusiasmo a aquellos vivas y agitaban los sombreros y pañuelos produciendo un efecto muy sorprendente, contemplado desde el centro de la hermosa construcción que se hallaba engalanada con millares de banderas”.

Entre dos montes llenos de misterio, leyenda y naturaleza se encuentran dos de los pueblos más bonitos de nuestra tierra. Levántese temprano el domingo, empiece por el Monte de Santa Tegra y sus idílicas vistas, tome un refrigerio en A Guarda, coma en Tui, baje la comida con un paseo por sus calles angostas y dedique la tarde a buscar en el Aloia a los potros hijos del viento del oeste...

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