Opinión

Leña al fuego

Prendemos la llama electoral en Notre Dame. Y sobre las cenizas edificamos la catedral de la democracia española

Incendio en Notre Dame.BENOIT MOSER (Efe)
photo_camera Incendio en Notre Dame.BENOIT MOSER (Efe)

LA CAMPAÑA ELECTORAL se ha incendiado como la hoguera de Notre Dame. Es fuego intencionado, como los debates televisivos y los incendios forestales de nuestra querida Galicia. En París ardió la madera de la catedral porque la fatalidad prende cuando el error humano y técnico se cruzan en el destino. En España se quema la campaña electoral porque algunos han sacado la cerilla de la radicalidad, el mechero del extremismo y la intolerancia por puro partidismo no sujeto a la neutralidad y el interés general. Siempre son los mismos los que acosan, insultan y amedrentan, y los mismos quienes lo padecen. Acordémonos sin ir más lejos del rodea el Congreso o recientemente del Parlamento andaluz de no aceptación del resultado electoral bajo la coartada de la protesta feminista. La chispa del separatismo ha prendido el fuego del acoso a PP, Ciudadanos y Vox: en la universidad catalana con Cayetana Álvarez de Toledo y en Euskadi con Rivera y Abascal. Es el fuego provocado por los pirómanos contra la democracia y la Constitución, con consentimiento implícito de quienes pactan con ellos. Implícito porque se sirven de sus votos y les cortejan con más autogobierno, el relator de una ruptura, el referéndum del 65% o el indulto de los golpistas presos que serán condenados por delincuentes. Cuando esto no se niega de forma contundente en una campaña electoral incendiada como esta es que se ha elegido claramente el bando de la deslealtad a España. El bando de quienes desafían a diario el mal llamado régimen del 78, año que da categoría de logro a la Carta Magna y la Transición que apuntalaron la democracia frente a los nostálgicos del franquismo.

En plena Semana Santa que nadie busque ciertos paralelismos de irreverencia religiosa. Pero procede aclarar que la hoguera de Notre Dame en días santos nada tiene que ver con la hoguera de la Inquisición electoral con la que algunos han decidido quemar en campaña a quienes no piensan igual. Es la eterna historia de la ideología única que se trata de imponer desde el extremismo radical. Resulta más rentable y políticamente más correcto atizar el fuego de la extrema derecha que de la extrema izquierda. Pero no nos engañemos: los extremismos siempre terminan quemando a quienes los promueven, vengan del lado que vengan. Porque como las dictaduras, los extremismos a derechas e izquierdas no dejan de ser polos que se tocan y tratan de retroalimentar de la desprevenida inocencia bienintencionada de los indecisos.

En Notre Dame han ardido siglos de cultura y de Historia; ha ardido el propio orgullo de la Francia libre. En la hoguera de la campaña electoral son devorados por el fuego los orgullosos patriotas de la bandera y de España. A los ojos de un bando político y sus coros mediáticos, los acosados representan el fascismo, en la ignorancia de que los acosadores son puros fachas que ejercen el fascismo nacionalseparatista. No valen medias tintas a la hora de apagar este fuego tan pirómano. No vale condenar con la boca chica para añadir a continuación que son las víctimas quienes provocan los ataques y acoso que padecen, como ha dicho algún alto dirigente político de la izquierda. En esto, como en lo de Cataluña, el Plan Ibarretxe o lo de Eta no hay más verdad que una ni más ley que la decencia moral. De lo contrario estamos incendiando los logros de nuestra democracia para revitalizar el fuego guerracivilista de siempre. Primero desenterrando a Franco, después identificando a partidos de probada vocación demócrata con los herederos de la dictadura y finalmente repartiendo carnets de extremismo en función de la conveniencia ideológica partidista. Por eso debemos ser muy pulcros y cuidadosos a la hora de echar leña al fuego. Se puede avivar la llama de las creencias, pero siempre con moderación y predominancia de la razón. Se puede pedir el voto, pero nunca despreciando, insultado, agrediendo e intentando silenciar al rival. Se pueden remover las brasas del fuego electoral con debates a la carta, pero quienes corren riesgo de quemarse son los que sacan la caja de cerillas y después esconden y reniegan del fósforo.

Esta ha sido y está siendo la Semana Santa del incendio de Notre Dame. Pero también es la Semana Santa de las elecciones generales. Cuando el 28-A toque a su fin y se conozcan los resultados será el momento de apagar el incendio para dejar de echar leña al fuego. Tenemos en España la mala costumbre de incendiar la convivencia, de prenderle fuego para después intentar construir en el monte arrasado. Pero se equivocan quienes quieren edificar las libertades, la democracia y el sufragio universal sobre las cenizas del fuego amigo y enemigo. No entender que en la hoguera de España todos nos podemos calentar, es no comprender que echar leña al fuego nos terminará quemando a todos.

La movilización del voto

EL PRINCIPAL objetivo del PSOE es conseguir la movilización del voto de izquierda. Creen en Ferraz que la alta participación le puede dar la victoria al sociopodemismo, más allá del triunfo que ya le otorgan el CIS y otras encuestas. Sin embargo, en PP, Ciudadanos y Vox no trabajan para frenar la participación, porque entienden que la voluntad popular de ejercer el voto está por encima de porcentajes de movilización. Históricamente, siempre se ha escuchado esa teoría de que la alta participación favorece a la izquierda. Pero la realidad, como sucede con el error de las encuestas, demuestra que las dos grandes mayorías absolutas de Aznar y Rajoy estuvieron por encima de esas leyendas urbanas de campaña electoral. Al final, si está de ganar o perder, da igual la participación. Para lo único que sirve esa teoría es para buscar culpables y rehuir responsabilidades. Por tanto, la influencia real de la movilización del voto es relativa, si bien pueden resultar decisivos los debates electorales.

El arte de debatir

TRADICIONALMENTE SE SUELE decir que el voto ya está decidido y los debates no mueven molino. Pero esta vez, los líderes son conscientes de que un error o un acierto en el arriesgado directo de televisión suponen las elecciones. En el cuartel general del PSOE, que es Moncloa, Iván Redondo diseña una estrategia de una imagen presidencial y patriótica frente al peligro separatista mientras Sánchez evita rechazar la teoría del indulto y el referéndum del 65%. En el cuartel general del PP, calle Génova de Madrid, el objetivo es conseguir un equilibrio entre la imagen de alternativa real a Sánchez y el liderazgo del frente de derechas ahora que Vox queda excluido de cualquier debate. Lograr ilusionar sobre la realidad posible de un pacto a la andaluza sin soliviantar al propio electorado de derechas ni despertar los votos durmientes de izquierda es una tarea nada fácil en el arte de debatir en la tele porque «no solo dependes de tu discurso». Pero con varios candidatos hay más red que con un cara a cara que Sánchez quiso robar a los españoles y a Casado.

Comentarios