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Le ganábamos a todos

El Mundial 94, más que por el triunfo de Brasil, pasó a la historia por la resurrección y la caída de Maradona, un jugador que va más allá del fútbol y que en Estados Unidos dejó su último grito antes de que le ‘cortaran las piernas’. Hace 25 años de todo aquello

diego

El pasado viernes se cumplieron 25 años de un gol cuyo eco aún perdura, 25 años del último grito de Maradona en un Mundial, del último rugido con el alma del que defendió como nadie la camiseta de la selección argentina, tal vez la que cuenta con un mayor ejército dispuesto a dejarse la vida por ella. Fue en el Mundial 94, que pasó a la historia por la horrible final que protagonizaron Brasil e Italia y por la presencia de Maradona, que en 1991 había sido suspendido quince meses por consumo de cocaína y que resucitó para la cita de Estados Unidos, a la que se presentó en un perfecto estado físico.

El Foxboro Stadium de Boston fue testigo de la última obra de arte del futbolista que mejor ha tratado a la pelota en la historia del fútbol. Fue en un Argentina-Grecia. La albiceleste mandaba por 2-0 cuando Abel Balbo recuperó un balón en la frontal y se lo cedió a Redondo, éste a Maradona, que se la devolvió al por entonces jugador del Tenerife, quien hizo una pared con Caniggia antes de cedérsela de nuevo al eterno 10, que se la echó un poco hacia el lado para poder clavarla en el ángulo con precisión de cirujano. Todo en una baldosa y en poco más de cinco segundos.

Maradona corrió hacia la banda preso de la euforia y localizó una cámara de televisión, a la que se acercó para dejarle un grito en primer plano que ya es historia del fútbol. Todo era felicidad en aquel equipo. Se veían campeones. «Le ganábamos a todos», asegura con amargura cada vez que le recuerdan aquellos días al Coco Basile, el encargado de dirigir aquel equipazo.

Una enfermera saltó al terreno de juego para llevarse a Maradona al control antidoping, algo nunca visto antes ni, ahora se puede decir, después

Pero todo se acabó cuatro días después. En el último partido de la primera fase, Argentina superó por 2-1 a Nigeria y nada más pitar el final el árbitro, una enfermera saltó al terreno de juego para llevarse a Maradona al control antidoping, algo nunca visto antes ni, ahora se puede decir, después.

Aquello hizo sospechar a Basile de que algo no marchaba bien. Y eso que él tenía la conciencia tranquila. Una semana antes de empezar el Mundial, por sorpresa, se llevó a toda la plantilla a Harvard a pasar un control sorpresa. Cuando recibió los resultados, con todos los jugadores limpios, era un hombre feliz. «La ganábamos a todos»...

Pero no, no le ganaron a todos. De camino a Los Ángeles, donde iban a jugar el partido de octavos de final ante Rumanía, le dijeron a Basile que había un positivo. Era Maradona. El mundo se le vino encima antes de que el avión hiciese escala en Dallas, donde la Fifa tenía su cuartel general, y donde les esperaba una marabunta de periodistas.

El positivo era por efedrina, efedrina, norefedrina, seudoefedrina, norseudoefedrina y metaefedrina, sustancias estimulantes y que ayudan a perder peso. La sanción era peleable. En el Mundial 1986, Ramón Calderé había dado positivo por efedrina por tomar un jarabe para la tos, pero no fue sancionado porque se lo había recetado un médico de la Fifa. Basile soñaba con el perdón a Maradona, pero Julio Grondona, presidente de la Afa, lo despertó del sueño. «Está fuera».

Julio Grondona cedió antes las presiones de la Fifa y sacrificó el as de oros para poder seguir en la partida

La versión que tiene más seguidores en Argentina es que la Fifa, cuyo presidente era el brasileño João Havelange, no quería a Maradona en el Mundial y amenazó con expulsar a Argentina del torneo. Grondona cedió y sacrificó el as de oros para poder seguir en la partida. Tocada por la caída de capitán, la selección albiceleste dijo adiós al Mundial al perder ante Rumanía,

El grito ante Grecia fue el último de Maradona. Después de cumplir otros quince meses de sanción se dio el gusto de retirarse en su Boca Juniors querido, pero fue como cuando ya entrado en años te lías una noche y acabas en una discoteca, donde los jóvenes te miran con cara rara mientras piensan «debe de ser de la secreta».

Fue su último grito, pero lo que no se apagó fue su eco. Han pasado 25 años y jugadores de la talla de Ronaldo, Rivaldo, Zidane, Ronaldinho, Kaká, Messi o Cristiano, pero la luz de Maradona no se apaga. Raro es el día que no es protagonista de una noticia relacionada o no con el fútbol. La última fue el rumor de que padece Alzheimer, algo que él mismo desmintió, lo cual tampoco asegura mucho.

Tenga o no problemas de memoria, lo que es seguro es que nunca olvidará lo vivido hace 25 años en Estados Unidos, donde dejó para la historia su último gol y donde la Fifa, como él dijo, le cortó las piernas. Y más seguro es que pase lo que pase, el fútbol nunca se olvidará de Maradona, un tipo con el que ir a la guerra con total tranquilidad. «Le ganábamos a todos», asegura con amargura el Coco Basile cada vez que le recuerdan aquellos días.

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