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Las historias de mujeres toman la Semana de Cine de Autor de Lugo

LA SEGUNDA jornada de la Semana Internacional de Cine de Autor estuvo centrada en tres películas protagonizadas por mujeres. Desde ámbitos sociales diversos y planteamientos narrativos y de género completamente diferentes, pudimos seguir a varias mujeres en un abanico de propuestas que oscila entre el documental social, la visión hollywoodiense de una enfermedad degenerativa y el cine romántico independiente argentino.

En la sección ‘Colleita Dourada’, el documental de Laura Hernández ‘La mochila invisible’ acompaña durante varios años a tres extranjeras que pasaron por la cárcel. La película es un proyecto de la asociación cultural Bidez Bide, preocupada por la visibilización de los problemas de integración de emigrantes en el País Vasco, y centrada en la rehabilitación de presos y presas que luchan por volver a la normalidad. No sabemos por qué esas mujeres -dos brasileñas y una colombiana- cumplieron condena.

La cámara de ‘La mochila invisible’ convive con ellas y comparte los problemas que tienen en ese objetivo de rehacer su vida en Euskadi. Se intercalan reuniones con voluntarias de la asociación, conversaciones con funcionarios que se encargaron de su caso y testimonios personales del laberinto administrativo que sufren por ser expresidiarias y extranjeras.

Una visión completamente diferente es la de Richard Glatzer y Wash Westmoreland en ‘Siempre Alice’, proyectada dentro del ciclo ‘O mellor do ano’. Julianne Moore es una profesora universitaria de gran prestigio que ve cómo sus habilidades se van mermando poco a poco. El alzhéimer, que en su caso es de origen genético hereditario, la golpea primero a ella, derrumbando todo aquello por lo que luchó, y después a su familia. ‘Siempre Alice’ empieza con un discurso en el que el presentador de la conferencia que la protagonista va a dar en una Universidad se asombra del mérito de una mujer que ha llegado tan alto en su carrera investigadora y al mismo tiempo haya educado a tres hijos. Al final, esa importancia de la familia, y precisamente de la hija pequeña más contestataria, refuerza unos valores que posiblemente no estaban presentes cuando el centro de su vida era su profesión.

‘Siempre Alice’ es la versión hollywoodiense del alzhéimer. Si en ‘Amour’ de Haneke el centro de la película eran los cuidados del marido y la meticulosidad con la que se organizaba la muerte de los dos, Glatzer y Westmoreland remarcan el ejercicio de superación de Alice y el desbaratamiento torpe de un plan de suicidio perfectamente trazado. ‘Siempre Alice’ es el reverso dramático de ‘El abuelo que saltó por una ventana y se largó’, meticulosamente cosida por subidas de tono dramático al son de su banda sonora.


Por último, en la sección oficial pudimos ver la argentina ‘Eso que llaman amor’, un relato coral y entrecruzado sobre tres mujeres de edades diferentes con serios problemas para encajar una ruptura, un abandono, una nueva relación y casi cualquier asunto de la vida. Victoria Miranda sacó adelante esta película colectiva con un sistema de micromecenazgo por el que recaudó 4.000 dólares. Película de bajo presupuesto, independiente y con actores amateurs, ‘Eso que llaman amor’ aborda las relaciones de pareja desde varias perspectivas, todas ellas violentas, autodestructivas, irracionales y psicóticas. Una artista que quiere ser madre con un hombre que le engaña; una joven universitaria con problemas de ansiedad que se debate entre varios chicos, todos ellos idiotas; y una bailarina necesitada de cariño se cruzan en dos escenarios principales: un bar y una sala de exposiciones. Nada funciona en esta comedia dramática. Ni el relato cruzado, ni el montaje desde los tres puntos de vista, ni la superficie, ni la profundidad de los personajes. ‘Eso que llaman amor’ pretende reflejar los distintos estadios del enamoramiento, y lo único que consigue transmitir es una distancia abisal con los problemas de esa pobre gente.

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