Opinión

Las fotos y el misterio

SI ESTÁN EN Madrid este domingo, no dejen de ir a ver alguna de las exposiciones del certamen de PhotoEspaña 2018. No puedo elegir una sola muestra, así que me quedo con tres: la del grupo Afal en el Reina Sofía, perteneciente a la donación AutricTamayo; la del glamuroso Cecil Beaton en la sala del Canal, que es en realidad un compendio de retratos de las figuras culturales de los últimos 80 años; y la de ‘El Senegal elegante de principios del siglo XX’, en el Círculo de Bellas artes.

Esta muestra es una invitación a imaginar, pues la mayoría de los retratos no tienen firma de su autor, y eso hace aún más evocadora su historia. En el año 1860 se abrió en la ciudad de Saint Louis —situada en una isla en la desembocadura del río Senegal— el primer estudio de fotografía del país. luego vendrían muchos más. Saint Louis era una ciudad rica y próspera, con resabios de modernidad que hicieron prosperar rápidamente el negocio de los retratos.

Los personajes de la alta sociedad acudían a ser fotografiados por los maestros del daguerrotipo. Treinta de esas fotos componen la exposición, y muchas están tomadas sobre una cama, que seguramente era la misma que usaba el fotógrafo para descansar. pero son retratos espléndidos y de una calidad extraordinaria. Nada sabemos de sus autores. Tampoco, por supuesto, de sus protagonistas, hombres y mujeres espléndidamente vestidos, ellas luciendo sus joyas, todos mirando al objetivo con un punto de curiosidad, de respeto, de miedo.

Asomarse a esas fotos y a esas miradas es un privilegio. Y creo que mi parte de escritora daría muchas cosas por conocer siquiera una de esas historias de vida, un retazo de la biografía de esa muchacha que esboza un atisbo de sonrisa mientras el fotógrafo se prepara para eternizar su belleza sin saber que cien años después una mujer se asomaría a esa foto para llenarse la cabeza de interrogantes.

Si tienen oportunidad, no se pierdan este regalo que ha viajado en el espacio y el tiempo. 

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