La vida después del petróleo existe

Una de las monitoras de Sotavento, al volante del coche eléctrico. c.arias
photo_camera Una de las monitoras de Sotavento, al volante del coche eléctrico. c.arias

En un mundo globalizado en el que aumenta la población y la contaminación al mismo tiempo que se reducen las reservas de combustibles fósiles, el coche eléctrico busca su camino. Conducir ya no es solo cosa de gasoil o gasolina. ¿Los enchufes sustituirán a las gasolineras?

no es el futuro, ni una tecnología de ciencia ficción. Es el presente y pudo ser el pasado. Ya está entre nosotros. L a vida en las carreteras después del petróleo existe. Conducir ya no es solo cosa de gasoil o gasolina. El tan preciado y lejano oro negro no es imprescindible. Llenar el depósito -y pringarse las manos en esas gasolineras donde cada vez queda menos personal pero hay más guantes- ya no es un ritual obligatorio para los conductores. La manguera se cambia por un cable y el combustible, por un enchufe. El de casa vale.

El coche eléctrico no es nada reciente. Nació hace mucho tiempo, allá por la tercera década del siglo XIX cuando el escocés Robert Anderson inventó el primer vehículo con motor eléctrico y baterías de usar y tirar. Sin embargo, pese a los esfuerzos de unos -en 1880 aparecieron las primeras baterías recargables y en 1899 se superaron los 100 kilómetros por hora, algo inalcanzable para los coches de combustión interna-, la oposición de otros y la presión de los mercados hicieron que nunca llegara a despegar del todo.

En 1900, el 90% de los taxis neoyorkinos eran eléctricos y se vendían diez veces más coches eléctricos que de combustión y vapor juntos. Pero llegó la invención del motor de arranque y el sistema de producción en cadena con Henry Ford y en poco menos de dos décadas esta industria sepultó a la del automóvil eléctrico, que en el año 1920 ya casi desapareció por completo.

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