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La política volátil

La desaparición de En Marea no solo es la crónica de una muerte anunciada, sino que es la constatación de que la política actual es extremadamente volátil. En realidad no es una condición exclusiva de la política, sino que afecta a una sociedad donde todo caduca casi al momento, desde las relaciones al trabajo, desde la moda a la tecnología... Todo. Y la política no es ajena a ese contexto.

En la práctica, eso se traduce en unos líderes y representantes incapaces de accionar las luces largas: cortoplacismo en la planificación, golpes de efecto y fuegos de artificio en la puesta en escena, redes sociales frente a tribunas en los discursos, internet frente a libros en la argumentación... Y sí, también se traduce en la proliferación de nuevos proyectos cimentados en el oportunismo del momento, que al final es lo mismo que construirlos sobre pilares de barro.

En Marea fue uno de esos proyectos. Heredero del espíritu del Age fundado por Xosé Manuel Beiras en 2012, fue tan intenso en su trayectoria como efímero en su recorrido; y fue tan exitoso en las urnas como inútil en la práctica dada su incapacidad para mirar más allá de su ombligo. En Marea fue incapaz de gestionar su propio éxito y acabó condenada, sobre todo, por sus líos internos.

Hay que admitir que no resulta fácil ensamblar tantas sensibilidades distintas y mucho menos articular un discurso común que traslade sensación de unidad. Pero tensiones internas las hay en todos los partidos y, curiosamente, nadie las gestionó tan mal como En Marea.

En la sopa de letras rupturista convivió un Podemos cada día más centralizado con los nacionalistas de Anova, que a su vez tienen dentro a una FPG que, en esencia, no se sabe muy bien si es nacionalista o no. Cerna anduvo a lo suyo y EU también. Las mareas municipales las había de primera y de segunda categoría. Y a las bases comenzaron muy pronto a no haceles ni caso.

Por último, conviene recordar que detrás de las siglas hay personas. Y fueron esas las que le dieron la puntilla definitiva a En Marea. Algunos dormirían más tranquilos en un nido de velutinas que en un partido donde volaron los puñales. Hubo traiciones por ambición política, por una nómina, por inmadurez, por envidia... Pero la traición más grande de En Marea fue a su electorado. Eso explica que en cuatro años pasase de 271.418 votos (19,7%) a 2.883 (0,22%). Porque el electorado, señores, también es volátil.

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