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La encrucijada del mundo

Título: Mr. Robot.
Creador: Sam Esmail.
Reparto: Rami Malek, Christian Slater, Carli Chaikin.
Cadena: Network.
Calificación: ●●●●○

MR. ROBOT’. Segunda temporada. Si no se vio la primera, hay que verla porque la historia sigue y es necesario no perder el hilo. Es una trama complicada que requiere atención y buena voluntad. Sin embargo, el esfuerzo se ve recompensado con creces por la potente historia que nos pone delante: un hacker que sueña con salvar el mundo y que, al mismo tiempo, se desdobla en un ser paralelo que lucha por integrarse en una realidad incomprendida, ajena, lejana. Aunque existe, en el planteamiento, una interesante visión de un panorama muy verosímil -la posibilidad de un hackeo masivo de consecuencias globales-, lo esencial en esta serie es su protagonista. Es el motor que mueve todo un universo de desesperación y de confusión, con una voz en off que recalca la distancia entre lo real y la ficción. Entre dos aguas, entre dos mundos vive el personaje principal que batalla por una adaptación social imposible y por mantener la mente en un equilibrio tan inestable como genial. Lo que ve el personaje crea también confusión en el espectador, sobre todo en la primera temporada, en esta segunda, una vez que se entra en el juego al que se nos invita, se profundiza con más detalle en la personalidad y la enorme lucha interior, que va in crescendo, a la vez que la angustia, transmitida de un modo tremendo, absolutamente efectivo, por el protagonista.

Es una serie que ayuda a comprender ciertas cosas relativas a este loco funcionamiento del mundo, y que refleja de un modo muy nítido los diversos comportamientos humanos y sus distintas motivaciones, es una serie que abre una puerta a un espacio de conflicto extremo que tiene consecuencias fatales para la totalidad de la población. Es, por tanto, una historia actual, casi, para lamento de todos, cotidiana.

Hay un joven que busca, que no encuentra. Hay un mundo revuelto, que tuvo un lugar, que tuvo un sentido, pero que ya no lo tiene. Es un cruce de caminos, una confluencia fatal, un punto en el que todo lo que puede estallar va a hacerlo. Los fracasos, las frustraciones, los odios, la violencia. Las verdades de uno que chocan con las verdades del otro. Si solamente hubiera una verdad legítima, la mayoría de los seres, sus ilusiones, sus sentimientos, sus vidas, serían mentira. Esa encrucijada se convierte de pronto en la razón de las políticas, de las ideologías, de las acciones más abyectas. Es la infamia la que se apodera de las razones de los hombres. Hay un joven que quiso salvar el mundo introduciéndose -controlando sus existencias a través de un ordenador- en lo ajeno. Para curar la gran herida, la gran fisura, la gran injusticia, va rasgando el interior de cada individuo. Un método que hace caer sistemas, que colapsa el planeta y que, al mismo tiempo, penetra en una zona -solo en principio- inviolable: la de la libertad. Nada más fundamental, nada más repetidamente socavada, amenazada.

La pugna de ese joven es íntima, es profunda, llega tan adentro que es capaz de provocar una convulsión general. A través de estos impactantes capítulos de ‘Mr. Robot’ podemos darnos cuenta de esa común unión entre seres humanos, de cómo, por mucho que nos empeñemos en indagar, en rebuscar líneas de separación, en justificar ideas, políticas, creencias que ensalzan la división, somos, al final y siempre, una misma cosa.

Lucharemos eternamente, los unos y los otros, por pacificar, por reconciliar, por agredir, por fraccionar, por romper el filamento que nos une y nos da sentido. Todo seguirá su curso. El grado de responsabilidad humana que queramos adoptar hoy será nuestro legado mañana.

Gran parrilla televisiva



BUENO. Ya tenemos de todo. De programas, quiero decir. No nos podemos quejar. Unos que son lanzados a una isla para pasar unas pruebas, al estilo Crusoe, pero de mentira, ponerse muy morenos y, de paso, adelgazar mucho. Otros, que son encerrados en una casa para sacar lo mejor de sí y así tratar de ganar algún dinero. Otros, que son llevados a un restaurante para ver si durante la comida se enamoran y se llevan el premio. Es de lo más apasionante, no me digan que no.

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