José Villaamil y Castro

El descubridor de las pinturas murales de Mondoñedo

Hace 109 años que fallece en Madrid el arqueólogo e historiador sin despejar la polémica 

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El Progreso 29/09/2019

DELANTE DE SU nombre, José Villaamil y Castro (Madrid, 1838) llevó siempre alguno de estos títulos: ilustre bibliotecario, erudito arqueólogo, eminente historiador, riguroso cronista provincial, archivero, dibujante... ¿expoliador? Así es desde que se sumerge en el conocimiento desde el Seminario Conciliar hasta que fallece a los 72 años. Villaamil dedica su vida por entero a la erudición y nada hay en ella ajeno a la investigación del pasado. Incluso siendo ciertas las acusaciones.

Madrileño de nacimiento y muerte, es gallego de todo lo demás; lucense para más señas y mindoniense para afinar, pues frente a esa catedral tiene su familia casa y escudo y a ella vuelven poco después de nacer José, que va a ser de todo en la ciudad del Masma antes de dejarla en 1873.

Esta semana se cumplieron los 109 años de su muerte y a lo largo de este siglo y pico, todos los que escudriñaron el pasado de Galicia se toparon obligatoriamente con Villaamil. Y muchos de los que lo hicieron en el de España, también.

Sus padres son el gaditano José Villaamil y Albareda, hijo de mindoniense, y Carlota de Castro y Cavia. Desde 1865 forma matrimonio con María del Carmen Santiso y Cora, de Viveiro, Lieiro y por ahí. Tienen dos hijas, Carlota, fallecida de niña, y María Josefa, que se casará con el polémico Florentino Álvarez Osorio, aunque quien sabe bien la filiación es García Doural, que la ha publicado en su Miscelánea mindoniense.

Durante el último lustro del XIX, la muralla de Lugo vive uno de los momentos más peligrosos de su existencia, peor que cuando es acosada en la Edad Media. Peor que cuando veinte años después se conjuren diversos intereses para echarla abajo y vender sus piedras al puerto coruñés.

El peligro viene porque quienes encabezan el plan para chimparla son sus concejales en sede municipal, es decir, que se trata de un enemigo interno, un quintacolumnista infiltrado en las bancadas representativas.

Como siempre ocurre en estas ocasiones, la polémica cuenta con radicales que abogan por la demolición total y el relleno de las cuestas adyacentes con ella; con mediopensionistas que solo tirarían determinados lienzos y con horrorizados ciudadanos que por una razón u otra están escandalizados.

Y los erúditos, que diría Fole. Gente dispuesta a demostrar que la muralla es medieval y que no merece ni un minuto de discusión, porque si les hiciéramos caso, se prohibiría la electricidad y viviríamos como en el tiempo de las cavernas.

A todo esto se cita a Villaamil como autoridad suficiente para rechazar la romaneidad de las murallas, y don José, que luce la prudencia por divisa, pero que ya ha colaborado en la magna obra del alemán Emil Hübner, “La arqueología de España”, con todo lo que se refiere a Roma y Lugo, se muerde la lengua, se calla lo que le gustaría soltarles a los indocumentados y redacta un extenso artículo titulado “La Murallas de Lugo. ¿Son romanas?”, prólogo de otro trabajo más extenso sobre el Lugo romano, publicado como folletón.

Queda Villaamil sin ser mencionado para dar y tomar. Citemos al menos sus dibujos de las pinturas murales de la catedral de Mondoñedo, quizá su hallazgo más notorio y que figura en su cromo.

En cuanto a las acusaciones de expolio y comercio que algunos, como  el cronista episcopólogo de Lugo, Antonio García Conde, le dirigen, a él y a su hijo político, solo podemos constatar que existen y con bases suficientes para ser creídas.
      
 

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