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Jaque a las viejas formas

LO MÁS destacable de las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo ha sido la fuerza con la que han irrumpido las plataformas ciudadanas. Estas plataformas, que eligieron a sus candidatos y elaboraron sus programas en asambleas abiertas -un sistema que también ha adoptado el BNG-, tendrán una difícil tarea por delante dentro de las instituciones, pero junto a los partidos emergentes, están poniendo en práctica una nueva forma de entender la política.

No obstante, el PP sigue siendo la fuerza más votada, pero también es la que más ha perdido en votos y en cargos de poder. Una amarga victoria. El PSOE ha retrocedido un poco respecto a las elecciones de 2011, pero recupera algunas alcaldías y comunidades y continúa siendo el partido más votado de la izquierda. Han frenado su caída y se dan por satisfechos. Entre los emergentes, Ciudadanos parece haberse quedado a medias aunque, después de fagocitar a UPyD, se ha consolidado como alternativa de centroderecha. En cuanto a Podemos, es indudable que constituye una parte importante de este movimiento de cambio, pero eso mismo, una parte. Pablo Iglesias haría bien en no arrogarse la marca y el liderazgo de este amplio y diverso frente -por momentos, parece verse a sí mismo como Luke Skywalker luchando contra las fuerzas del mal-, y creo también que debería tomar nota del talante de Manuela Carmena, que sin dejar de tener un discurso contestatario, mantiene en el fondo un tono conciliador y evita los términos maniqueístas. Sin ir más lejos, Carmena ya tuvo el lunes oportunidad de mostrar su benevolencia cuando, al respecto de Aguirre, declaró: "Creo en la reinserción".

Un individuo nos resulta cómico cuando se comporta de forma rígida, mecánica, cuando no se amolda a las circunstancias del terreno

En el nuevo horizonte político que se dibuja, las alianzas y los pactos deberán ser la nota dominante, algo inusual en nuestra historia. Sí, no hay que escandalizarse por esto, "ponerse de acuerdo" es un ejercicio mucho más útil y saludable que tirarse los trastos. Será un reto para todas las fuerzas sin excepción, aunque sobre todo pone en jaque a la vieja guardia. Los partidos tradicionales están forzados a renovarse y a adaptarse a las nuevas formas que demanda la ciudadanía.

El PSOE está en ello y de momento va manteniendo el tipo. Izquierda Unida está menos unida que nunca y se debate entre confluir con los movimientos ciudadanos y otras fuerzas de izquierda o mantener una marca propia.

El PP, tras su ostensible pérdida de poder, es ahora mismo un polvorín. La primera reacción de Rajoy después de las elecciones fue mantenerse en sus trece. Intentó sacar pecho por la victoria, y si acaso, reconoció tímidamente que los casos de corrupción les habían pasado factura y que debían mejorar la comunicación. A los dos días, ante las críticas y los anuncios de retirada de muchos de sus barones, Rajoy se ha visto conminado, contra su naturaleza, a tener que admitir la posibilidad de acometer algún cambio.

Decía Henri Bergson que un individuo nos resulta cómico cuando se comporta de forma rígida, mecánica, cuando no se amolda a las circunstancias del terreno. Por eso nos hacen tanta gracia los tropiezos y las caídas. Rajoy, hasta subido en una bicicleta, da sensación de rigidez.

Conservador hasta la médula, el cambio y el movimiento no van con él. Ahora no le queda más remedio que mover pieza, aunque conociéndolo, no pasarán de retoques. Gobernar a golpe de decreto, no responder a las preguntas de los periodistas y los ciudadanos, o la ausencia de autocrítica son formas que deben pertenecer al pasado y dejar lugar a una cultura de la transparencia, la cooperación, el diálogo y el consenso.

Carlo R. Sabariz, del Grupo Doxa de Filosofía

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