"Isto dana a moita xente"

Almacenes de semilla, abonos y sulfatos, vendedores de aperos o tractoristas, una larga cadena de personas que vive del minifundio puede verse perjudicada por la prohibición de plantar patata
Un almacenista de Viveiro, con los palés de patatas de siembra que comercializa
photo_camera Un almacenista de Viveiro, con los palés de patatas de siembra que comercializa

La posibilidad de prohibir el cultivo de la patata, dado el evidente descontrol de la plaga de polilla tras la última cosecha, suscitó en los lectores una pregunta: ¿Se atreverán? Fue como un globo sonda lanzado a los productores, ya con todos sus planes de cultivo en marcha, cuando no con la simiente comprada y preparada en casa. El desconcierto es palpable ante el anuncio de "reforzar a coordinación na loita" contra la polilla.

Ahora, ya con los 31 municipios en cuarentena marcados en el mapa y la prohibición cierta -los detalles sobre indemnizaciones se desconocen todavía-, la sorpresa se palpa no solo entre los agricultores sino también entre los propios comercializadores. Cinco minutos en la puerta de un almacén de productos agrícolas sirven para captar el asombro y el enfado. En Agricentro da Costa, de Viveiro, un cliente se preguntaba por el destino de los cuatro sacos que tiene comprados, ya que, pese a que el año pasado consiguió una menor producción, sus fincas de San Pantaleón no están afectadas por la polilla. Y Lola, de Xunqueira, asegura que esparció antes cal y pronto brotarán sus patatas. "Vanme obrigar a arrancalas se xa están nacidas?", decía.

Otra duda de una vecina vivariense era: "Se a miña terra non está enferma, que impide botalas? Quen son eles?", recordando que en muchas parroquias mariñanas las patatas tempranas ya están creciendo. Falta de información, en suma y una amarga reflexión: "Isto é o que lle faltaba ás aldeas para pechar definitivamente". Y es que en ellas apenas vive ya gente mayor, cada vez menos, que se mantiene activa con un poco de huerta y algunos animales. Una producción histórica y de amplio calendario, difícil de cortar durante dos años.

Los dueños del almacén, donde exponen desde el pasado año una hoja con las recomendaciones a tomar en caso de detección de la plaga sobre el terreno, señalan que las patatas son certificadas y llegan con precinto de calidad pero ven falta de información ante las medidas que se anuncian: "Isto dana a moita xente". Y no por las restricciones al movimiento del tubérculo, pues toda la producción es para autoconsumo. Por una parte, se apunta el abandono de tierras pero el perjuicio de prescindir de un alimento de confianza tendría un amplio alcance: dejaría de venderse la simiente que llega de Burgos o Francia -este establecimiento ya ha distribuido unos 30.000 kilos- de distintas razas como la baraka, kennebec, jaerla,... además de abonos, sulfatos, aperos de labranza. Feriantes y tractoristas también perderán ingresos.

Y es que la patata, de la que existe mucha oferta extranjera en el supermercado o gallega de otras zonas, suele preferirse casera y su cultivo implica labores de abonado y laboreo que son auténticos ritos sociales. Por eso, al tratarse todavía en A Mariña de la principal cosecha de campaña, arrastra toda una actividad económica que esta cuarentena no parece cuadrar.

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