Un horror que no pudieron contar

La ARMH aprovecha la figura de Francesc Boix, conocido como el fotógrafo de Mauthausen, para honrar la memoria de Rafael Pardo Vales y los hermanos Aurelio y Victorino Díaz Hortas, tres lucenses republicanos considerados apátridas y cuyas historias apenas se conocen 80 años después de la monstruosidad nazi

Aurelio Díaz Hortas y Rafael Pardo Vales. EP
photo_camera Aurelio Díaz Hortas y Rafael Pardo Vales. EP

"¿HAY PALABRAS para explicar los horrores? ¿La nariz puede oler lo que ellos olían? ¿Los ojos pueden ver lo que ellos veían? Era un sistema de horror para el oído, los ojos y el cuerpo en general. Por eso no quería hablar nunca sobre ello". Estas duras palabras son de Encarna Díaz, hija y sobrina de Aurelio y Victorino Díaz Hortas respectivamente. El primero sobrevivió a las atrocidades de los nazis y falleció a los 101 años, "era un duro", dice su hija. Su hermano, Victorino, al que Encarna nunca llegó a conocer, murió a los pocos meses de pisar el campo de concentración de Mauthausen.

Francesc Boix, el 'fotógrafo de Mauthausen'. EPAurelio Díaz Hortas nació en Outeiro de Rei el 11 de febrero de 1905. Su hermano, Victorino lo hizo cinco años después en Mosteiro. Tras un breve paso por Barcelona, los dos hermanos, republicanos, huyeron a Francia en 1939. Estuvieron en Argelés y de allí fueron trasladados, primero a Trier y Bad Fallingbostel y, posteriormente, a Mathausen. "A mi padre lo conocí con 11 años, cuando viajé a Francia. Viví con él hasta los 21", relata Encarna, que recuerda a su padre como un hombre "utópico, idealista y convencido republicano, algo que ayudó a muchos a sobrevivir gracias a la unión y apoyo que había entre ellos".

Según su hija, Aurelio nunca contó nada de los horrores que le tocó vivir en los campos de concentración. "Cuando ya era mayor iba con él a las universidades a dar conferencias y contaba a los chicos historias que a mí no me había contado".

Aurelio fue torturado, humillado, pisoteado y vejado de todas las maneras imaginables. "Y como él muchísimas mujeres. Había un muro al otro lado y mi padre recordaba las violaciones y cómo arrancaban los bebés a las embarazadas para tirarlos a la basura". El dolor y la culpabilidad por ver a tantos compañeros morir le acompañaron hasta el final de sus días, según apunta su hija. "Y muchos de los que fueron liberados acabaron suicidándose porque enfrentarse a la vida real después de todo aquello era insoportable".

A pesar de que ya han pasado 80 años de ello, Encarna Díaz no olvida. "Hoy en día nos están amenazando. Es terrorífico. Igual no es en Alemania, igual ahora es en Brasil o en otro país, pero existió y puede volver a existir. ¿Somos tontos los pueblos? Pues sí, porque no lo vemos venir", alerta la hija de Aurelio Díaz.

La historia de Rafael Pardo Vales, natural de Laxosa y nacido en 1912, no es muy diferente. Según recuerda su sobrina-nieta, Isabel de la Cruz Cenamor, Pardo Vales era guardia de asalto en Barcelona y huyó a Francia con su sobrino con el final de la Guerra Civil española. "No supieron nada de ellos en mucho tiempo hasta que recibieron una carta que envió desde el campo de concentración de Stalag. De ahí lo llevaron a Mathausen, donde murió seis meses después, a los 30 años".

Isabel conoce la historia de su tío abuelo a través de su abuela, hermana de Rafael, que vivió durante toda su vida en A Coruña. "Mi abuela vivía en lo que antes se llamaba la calle General Sanjurjo y tenía que sacar la bandera española cada vez que iba Franco. La represión fue durísima. El dolor, incalculable".

Sus historias han sido recuperadas por la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) y serán homenajeadas en un acto que tendrá lugar este jueves en O Vello Cárcere. "En España no tienen ningún tipo de reconocimiento. Hemos descubierto que hubo, por lo menos, 180 gallegos que pasaron por aquello y han sido absolutamente olvidados", lamenta Carmen Rodeja, investigadora de la ARMH en Galicia.