Hilos invisibles de cohesión social

Solo la mitad de los concellos de la zona disponen de un servicio municipal de educación familiar, desconocido para la mayoría de la población, que ahora mismo apoya a más de 60 familias
Taller de costura en Roupar, Xermade
photo_camera Taller de costura en Roupar, Xermade

Somos invisibles. Es una de las expresiones más reiteradas cuando se habla de educación familiar con sus propias protagonistas, las educadoras familiares. Desarrollan un trabajo delicado y muy individualizado, en el que practicamente a diario deben ejercer no solo como educadoras, sino también como consejeras, asesoras, acompañantes, cuidadoras... Todas ellas afrontan problemáticas similares en su día a día, aunque varíen los nombres, las caras o las circunstancias.

En la actualidad, solo cinco pesonas realizan específicamente este trabajo en los 13 municipios de la zona, aunque puntualmente la mayoría de los concellos hayan contado con esta figura. En la mayor parte de los casos se gestionó a través de programas subvencionados de corta duración que fueron desapareciendo con el tiempo, lo que supone que los casos susceptibles de requerir de esta atención especializada se deriven al resto de personal de servicios sociales.

En este sentido, Mónica Serrano, presidenta del Colexio de Educadoras e Educadores Sociais de Galicia (Ceesg), explicó que existe un decreto de 2012 que regula su implantación en función de la población, aunque aclara que este no se está cumpliendo. En principio, todos los municipios con más de 5.000 habitantes tendrían que tener una unidad de trabajo y educación social, pero no siempre es así, hasta el punto de que desde el colegio se han llegado a plantear el presentar una denuncia por el incumplimiento sistemático de la normativa.

La atención a las familias es totalmente individualizada y la mayoría de las veces se lleva a cabo en el propio domicilio

La Xunta de Galicia es la encargada de velar por su implantación y, para favorecerla, recuperó en el año 2016 las subvenciones específicas con la puesta en marcha del denominado Programa de Educación e Apoio Familiar, sufragado por la Consellería de Política Social y cofinanciado por el Fondo Europeo de Desenvolvemento Rexional e Fondo Social Europeo 2014-2020.

«Non houbo xornadas formativas para os concellos e moitos non souberon nin que se podía solicitar», dice Mónica Serrano, aclarando que solo 23 se han beneficiado de esta ayuda. Entre ellos están los de Vilalba y Guitiriz.

«O programa está dirixido á inclusión social dos menores e o seu obxectivo principal é promover a adquisición, por parte das familias, de competencias e habilidades para o correcto desenvolvemento das súas funcións parentais e educativas», resume Ana María Blanco, educadora familiar del Concello de Vilalba desde hace más de dos décadas, quien precisa también que este programa tiene vigencia desde el pasado mes de diciembre hasta marzo, si bien la previsión es que haya una prorroga.

«Esta é a primeira subvención para educación familiar en bastante tempo e en Vilalba inclúe dous programas, apoio e seguemento escolar dos menores e modelaxe en habilidades parentais», explica Blanco, que se dedica de lleno a esta iniciativa, a través de la que trabaja con 14 familias, que suman 27 menores.

En el Concello de Guitiriz esta iniciativa atiende a una decena de familias, tal y como explica Rocio Fanego, la educadora familiar guitiricense desde el año 2004. «A ratio ideal sería un educador para oito familias, pero o normal é que teñamos máis, aínda que non con todos hai que facer o mesmo traballo», dice la educadora familiar guitiricense, que destaca que se prioriza «a intervención cando hai menores ou outros grupos vulnerables».

Además de las actuaciones individualizadas con las familias, «que supoñen moitas horas de traballo», se realiza una importante labor complementaria de prevención, a través de charlas, la Escola de Pais o colaboraciones con el Servizo de Prevención de Drogodependencias.

Esta subvención, sin embargo, es solo una solución temporal porque, como indica Gema Franco Folgueira, educadora familiar contratada por la Mancomunidade de Terra Chá, se trata «de un programa muy largo que necesita continuidad».

Ella empezó en 2009 en el Concello de A Pastoriza, y luego pasó a tener contrato a través de la mancomunidad con cargo al plan concertado, aunque continúa prestando servicio principalmente en A Pastoriza, donde tiene 20 horas asignadas -atiende ocho familias y tiene tres más en seguimiento, con 25 adultos y doce menores-, y en Cospeito, donde cubre cuatro -apoya seis familias, con 13 adultos y once menores-.

Guitiriz y Vilalba tienen un programa de educación y apoyo familiar que impulsa el apoyo escolar a menores y el modejale de los padres

«É unha actuación transversal, non só traballas cos menores, senón con toda a familia. Fas labor de prevención e tamén actuación directa», indica Gema, que destaca la importancia de crear vínculos: «O proceso empático é moi importante, porque é voluntario, son eles os que che teñen que deixar entrar».

Para ella también resulta vital trabajar en red y mantener un contacto constante no solo con todo el departamento de servicios sociales, lo que permite ofrecer una cobertura complementaria si es necesario, como por ejemplo a través del SAF, sino con otros departamentos municipales, los centros educativos, el centro de salud u otros servicios, como en su caso el CIM de Mondoñedo, o entidades como Cáritas, Cruz Roja o el Banco de Alimentos.

El abanico de actuaciones es amplísimo, tal y como indica Eva Bergantiños, educadora familiar de As Pontes desde hace 28 años -su última memoria anual recoge 119 familias atendidas, con 93 menores-, quien habla no de actuaciones específicas, aunque sí haya casos, sino de abordar las necesidades de las familias integralmente, guiándolos en su día a día, asesorándolos, acompañándolos «a un millón de sitios» y ofreciéndoles herramientas que les permitan mejorar sus capacidades ya no solo para educar a los hijos, sino incluso para criarlos adecuadamente.

En todo ello también juega un papel fundamental la socialización. Eva avanza que en As Pontes quieren recuperar el programa de refuerzo educativo y de ocio que desarrollaban anteriormente, por los resultados positivos que ofrecía.

Una auténtica experta en la materia es la educadora social de Xermade, Manuela Vilaboy, que lleva desde 2002 desarrollando un trabajo muy amplio de dinamización en el rural, con un contacto permanente con las asociaciones vecinales, buscando la integración de los vecinos porque, dice, eso también ayuda a descubrir problemas y a hablar de ellos.

Xermade ha organizado iniciativas sobre educación sexual, duelo o numerosos talleres, siempre relacionados con el contexto histórico de cada lugar. E incluso se potenció un equipo de fútbol sala para visibilizar el deporte femenino.

«Na educación social pódense facer un millón de cousas, tanto coas familias como a nivel comunitario», dice Manuela, que compagina la atención a ocho familias con la puesta en marcha de diversas iniciativas, como por ejemplo su próximo objetivo, abordar el correcto uso de las redes sociales, un problema creciente que preocupa a todas las educadoras.

ACTUACIONES. Una vez que un caso llega a la educadora familiar, ya sea por la propia voluntad de la familia -«porque cada vez hai máis interese por parte das familias por educar ben os seus fillos», tal y como destaca Ana María Blanco-, como derivado del trabajador social, el juzgado o un centro de menores, esta debe realizar un diagnóstico y plantear objetivos y trabajar directamente con la familia, lo que se puede hacer en el despacho, aunque la mayoría de las veces se opta por el domicilio familiar.

Las educadoras destacan la importancia del trabajo en red entre departamentos y también con la comunidad, a través de actividades

«Cada caso é único e non todos se poden solucionar, pero si que podes traballar para mellorar a súa calidade de vida», resume Gema, aludiendo por ejemplo a casos de salud mental, donde lo primordial es buscar una protección.

Maltrato, analfabetismo, alcoholismo, violencia de género, abandono, enfermedades mentales, integración de extranjeros, carencias económicas, sociales, enfrentarse a una enfermedad grave o a un duelo son solo algunas de las problemáticas habituales a las que las educadoras familiares, que podrían decidir el futuro de una familia a través de un informe, deben hacer frente. No cuentan todos sus casos como éxitos, pero son los pequeños triunfos los que las hacen seguir adelante.

«Síntome ben aceptada e valorada por eles, estás moi presente nas súas vidas, facilítaslles as cousas, aínda que iso ten un risco, engánchanse», resume Eva, que precisa que es más difícil que se aprecie su labor desde fuera, «porque non podes ir contando o que fas».

«Ves resultados, como a primeira xeración de universitarios nunha familia e, ás veces, o resultado do que fas non é visible ata a seguinte xeración», indica Gema, para quien es fundamental que se destinen recursos a los servicios sociales, dada la relevancia que tienen para la comunidad.

«Estamos moi invisibilizadas a nivel administración e somos moi importantes nos concellos porque podemos facer moito, dinamizar, mobilizar, formar, informar, conexionar, ese é o noso traballo», incide Manuela, mientras que Rocío añade que la suya es «unha profesión transformadora, temos que ser un motor de cambio».

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