Opinión

Hasta las vacas sobran

TENEMOS UN PROBLEMA. Ya lo sabíamos, por más que cerremos los ojos y tapemos los oídos para no percibir una realidad que se hace presente día a día. Cada vez somos menos y más viejos. Lo explicaba esta semana el propio jefe de Cardiología del Hula, el doctor Carlos González Juanatey, en una entrevista radiofónica. Los propios pacientes del hospital, en concreto del servicio que él mismo dirige, son «una expresión» del perfil demográfico de nuestra provincia. O lo que es lo mismo, personas mayores, muchas ya ancianas.

Hace demasiado tiempo que se viene hablando de esta situación y de las complicaciones que provocará a medio plazo sin que nadie ponga sobre la mesa posibles soluciones. Sin embargo, hace pocos días, se dio a conocer una proyección estadística que habla por sí sola. Una de esas cifras numéricas que no necesita explicación literaria. Demasiado dolorosa para ser ignorada. Resuena como una bofetada. Si la actual tendencia vegetativa no cambia, Galicia perderá en los próximos 35 años un millón de habitantes. Más de un tercio de su población actual. Estamos, pues, ante un proceso de desertización humana que dejará despobladas amplias zonas rurales. Parroquias enteras convertidas en parajes asilvestrados y reservas naturales para disfrute de visitantes foráneos.

Solucionar la crisis del sector lácteo es imprescindible para que la gente viva en el campo

El actual sistema de bienestar será insostenible si no somos capaces de invertir la actual sangría demográfica. Lo sabe el Gobierno gallego. Para poder mantener las prestaciones sociales, los servicios públicos y la sanidad es necesario que exista población suficiente en edad de trabajar y que, por supuesto, toda esa gente tenga un empleo y pague sus impuestos. Es sencillo. Para que las administraciones dispongan de recursos con los que afrontar el pago de pensiones, el gasto de los hospitales o el funcionamiento de los colegios, hace falta que los sufridos contribuyentes apoquinen parte de su salario para la caja común. No hay otra. Galicia recibió 3.900 millones de euros más del Estado de lo que aportó en el año 2012. Aunque suene feo, somos deficitarios en comparación con las comunidades autónomas más ricas. La cosa no va a cambiar si se mantiene la actual tendencia. Más bien al contrario, si no se produce el necesario relevo generacional, seremos todavía más dependientes. Las matemáticas no fallan. Por más que se retuerzan y se manipulen los números, dos más dos siguen siendo cuatro.

Ante esta tesitura, la Xunta de Galicia pretende convencer a la Unión Europea para que habilite una línea de financiación que permita la puesta en marcha de medidas efectivas para luchar contra la crisis demográfica en aquellos territorios afectados por este problema. Una situación, por cierto, que ya está teniendo efectos muy evidentes en el medio rural de esta provincia. Sin ir más lejos, la propia Consellería de Educación anunció la clausura para el próximo curso, por falta de matrícula, de los colegios de Ourol y Ponte de Doiras (Cervantes). Incluso la Diócesis de Lugo, lo reconoció el propio obispo, se está planteando «una remodelación» del servicio pastoral para mantener comunidades parroquiales vivas, más o menos numerosas, en lugares donde las aldeas se están quedando sin gente. No hay suficientes sacerdotes para atender a parroquias de veinte personas.

Solucionar un problema de este tipo no es sencillo. En cualquier caso, antes de poner en marcha iniciativas de dudosa eficacia, ocurrencias varias e ideas peregrinas, a veces lo recomendable es comenzar por lo más evidente. Las zonas más castigadas por ese proceso de despoblación están, sin lugar a dudas, en territorios rurales. Para que la gente no deje sus aldeas, e incluso para que haya personas que decidan volver a ellas, es imprescindible que dispongan de un medio para ganarse la vida.

Para que la gente no deje sus aldeas, e incluso para que haya personas que decidan volver a ellas, es imprescindible que dispongan de un medio para ganarse la vida

Los economistas lucenses muestran «especial interés en reactivar el sector agrario como vía urgente para fomentar el empleo», pero también reconocen que un 30% de las granjas de nuestra provincia están produciendo por debajo de costes. De hecho, la producción láctea se estancó en junio, después de dos meses consecutivos de subida, porque a nadie le cubre vender a pérdidas. Algunos días, en semanas pasadas, llegó a haber colas en el matadero. Sin posibilidad de entregar la leche a un precio digno, hasta las vacas sobran en las granjas.

Los ganaderos gallegos se manifestaron por las calles de Santiago hace hoy una semana y la propia Consellería de Medio Rural prometió incluso ayudas económicas para ayudarles a salir de la complicada situación en la que se encuentran. Un parche que no soluciona el problema. La Administración no puede ser neutral en este asunto. Tiene que ponerse de lado del eslabón más débil de la cadena. Si no se establecen unas relaciones equilibradas entre productores e industrias, se producirá una reconversión que llevará al cierre de muchas granjas. Con su desaparición, también se esfumará la posibilidad de llevar savia nueva a nuestras aldeas. Salvo que sea propietario de una fábrica de ventiladores o socio de una compañía eólica, nadie puede vivir del aire.

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