Hacer mucho bien mirando a quién está de moda en A Mariña

Dedicar parte de tu tiempo a los demás es una práctica que se abre camino en la comarca
Voluntarios del Banco de Alimentos. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Voluntarios del Banco de Alimentos. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Son diversas las entidades que necesitan de las colaboraciones para poder subsistir, lo que hace falta es encontrar la adecuada para cada uno. Los voluntarios de varias de las asociaciones en la comarca se muestran encantados de ayudar y destacan la satisfacción que hacer algo por los demás les reporta

Banco de Alimentos

William Solano es la cara visible de un equipo de seis personas que coordina en la comarca el Banco de Alimentos, voluntarios con un perfil muy variado, pero con una causa común: ayudar a las familias de A Mariña con menos recursos a salir adelante. "Todo lo que recogemos se reparte entre gente de la comarca, porque no hace falta mirar al tercer mundo para ver la necesidad", cuenta William Solano.

Él es el más joven del equipo, que se encarga de la gestión y la logística de un servicio que se presta desde Foz para toda la comarca. Tenemos gente jubilada que nos ayuda con la organización del local, colocando los productos en función de su caducidad y luego en buena parte de los ayuntamientos tenemos personal local que colabora en situaciones puntuales; por ejemplo, si una entidad quiere donar algo se encarga esta persona de gestionarlo", explica.

Unas personas a las que se suman otras que colaboran en las grandes campañas de recogida que se desarrollan en dos momentos puntuales del año, en verano y en Navidad, que son en todo el país y a las que suman en la zona otras dos promovidas por los supermercados Gadis y Eroski.

Unos productos que suministran directamente a los ayuntamientos, con los que el Banco de Alimentos firma convenios de colaboración para que financien el transporte hasta Foz donde, cada quince días, hacen entrega de productos perecederos, con el fin de que fruta, verdura y leche no falten en ningún hogar.

Son los concellos, a través de servicios sociales, quienes hacen el reparto a las familias, pues "ellos los conocen de primera mano». Unos ayuntamientos que saben también que el banco cuenta con una despensa para ayudas de emergencia. "Son cestas en las que tenemos de todo, desde comida envasada, latas a productos de higiene y limpieza, que son para gente que acaba de llegar o que tiene un problema puntual, como nos puede pasar a todos", señala Solano, recordando que "el pasado año hubo mucha demanda de estos packs".

William Solano lleva 16 años vinculado al Banco de Alimentos, con el que entró en contacto a través de la Cruz Roja en Lugo, donde residía entonces, y gestiona desde 2017 el de A Mariña, donde vive en la actualidad y donde saca tiempo de donde no lo hay para estudiar Trabajo Social por la Uned. "Me quedan cuatro asignaturas para acabar", cuenta el hombre, natural de Venezuela, donde trabajaba de enfermero. "El martes tengo un examen", explica, sin perder la sonrisa.

El banco cuenta con una sede en Foz, en la calle Corporaciones, que está pendiente de una cesión definitiva para acometer un arreglo, aunque están contentos con el local prestado por la Xunta y con el que han conseguido una estabilidad de la que carecían en los últimos años. "Estuvimos un año de nómadas, en la cofradía de Burela, en Cervo, en Mondoñedo… fue un tiempo complicado, pero resistimos y conseguimos un local de 250 metros cuadrados que se adapta bien a todo lo que hacemos, asevera el responsable.

El Banco de Alimentos se extiende más allá de su nombre y ha promovido, con entidades como los bomberos de Viveiro, recogidas de juguetes para los pasados Reyes "y de las que se beneficiaron muchas familias", explica. Ahora tienen en mente celebrar el Día del Niño en verano, con regalos para los más pequeños.

AECC

Celina Ramos y Montse Fernández son dos de los cerca de cuarenta voluntarios que la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) tiene en A Mariña donde, entre otras actividades, colaboran con el Carrito don Amable, que cada día circula por las salas de Oncología del Hospital da Mariña ofreciendo bebidas a pacientes y familiares pero, sobre todo, palabras de aliento. "Somos un poco psicólogas, porque la gente nos cuenta su vida", relata Montse, que lleva desde marzo como voluntaria, casi con la entrada en funcionamiento del carrito, que en un año  ha atendido a mil personas.

Un carrito en el que se ofrece café, infusiones, zumos, galletas o caramelos y que además de aliviar la espera de pacientes y familiares durante los tratamientos con quimioterapia sirve como excusa para charlar y desahogarse, además de para ofrecer información sobre los recursos gratuitos que ofrece la AECC, pues con las voluntarias acude siempre una de las dos trabajadoras de la asociación en A Mariña, la trabajadora social Estefanía Corcoba y la psicóloga Andrea Casais.

"Me costó mucho entrar la primera vez en la sala, pero me sirvió para probarme a mí misma, porque siempre he sido un poco aprensiva y también para desmitificar la enfermedad", cuenta Montse, quien decidió apuntarse "por la necesidad de dedicar parte de mi tiempo a los demás" y está tan satisfecha del trabajo de la entidad que está abierta "a participar en más proyectos".

De su año de voluntaria se queda "con la capacidad de la gente para sobrellevar la enfermedad" y de lo importante que es vivir el día a día. Para ella, la jornada que acude a ayudar al hospital "es la más gratificante de la semana".

Un jueves de voluntariado que comparte con Celina Ramos, que conoció el carrito como usuaria de la unidad de Oncología, "cuando me dieron el pasado año el alta, porque tuve cáncer hace 33 años", cuenta. Una experiencia que la llevó a colaborar con la AECC "por los demás y por mí", como una manera de devolver el ánimo que a ella le ha dado, porque "venir aquí me da mucha fuerza y hay gente que me dice que la anima hablar con alguien que ha pasado por lo mismo y está curada", relata.

Una experiencia de la que aún se emociona al hablar, pues el tumor se lo descubrieron al nacer su segundo hijo y tuvo que enfrentarse a los tratamientos con la incertidumbre de qué sería de su bebé y de su hija mayor, de cinco años. Por ello, una de sus mayores preocupaciones es que los tratamientos se puedan seguir dando en Burela y que, si es posible, se amplíen, pues "yo sé lo que es levantarse a las cuatro de la mañana para ir a A Coruña y no volver hasta las cinco de la tarde o más".

Las dos voluntarias reconocen que son capaces de desconectar al llegar a casa, aunque pasan nervios cuando coinciden con conocidos, lo que es habitual en un hospital pequeño como el burelés.

Protección Civil

Jesús Manuel Martínez y Dolores Martínez Orizales son matrimonio y residentes en O Vicedo. Se pasan el día juntos, porque además de compartir oficio como electricistas son parte activa de la agrupación de voluntarios de Protección Civil local. Llevan vinculados al cuerpo desde que nació en la comarca la agrupación de A Mariña. "Creouse en Xove hai 28 anos e temos o número 11 de Galicia", cuentan, mientras recuerdan que se iniciaron por ser radioaficionados.

La formación y la dotación de medios fueron supliendo los difíciles comienzos de una agrupación en la que el primer coche "foi un Seat Ronda ao que lle puxemos unhas pegatinas", recuerda Suso, como todo el mundo le conoce en O Vicedo. Un municipio que tiene entidad propia desde hace dieciséis años, uno menos de los que tiene la hija del matrimonio, "que practicamente criouse no local", dice Dolores, que aún recuerda llevarla de bebé a algún operativo y turnarse entre los voluntarios para cuidarla.

Una joven que cuenta seguir los pasos de sus progenitores. "Está desexando cumprir os dezaseis para entrar, porque para ela é o máis normal do mundo", aseveran. Accederá con los mismos años que tiene el integrante de menor edad, hijo también de otro miembro de la formación, que es sordo, y por el que tienen habilitado un timbre para alertarle de las llamadas y se entera de los operativos por el grupo de WhatsApp. "Cando imos a un curso sempre se pon diante, porque le perfectamente os labios", comentan.

Los voluntarios vicedenses son "un grupo de amigos" y no son pocas las comidas que comparten, lo que habla mucho del buen rollo que les une y eso que Suso y Dolores confiesan que han sido "moitas" las veces que han pensado en dejarlo y es curioso que todas ellas sean por el comportamiento de la gente. "Non son poucos os que che faltan ao respecto", cuenta Dolores, quien también confiesa que acuden con el corazón en un puño cuando les avisan de accidentes, porque nunca sabes o que te podes atopar e eu teño moito medo de que haxa nenos", se sincera.

Los accidentes son otras de las partes más negativas, "sobre todo cando lle pasa algo a un coñecido e non sabes nin que dicir á familia", asevera Suso. Los dos se quedan con el cariño de la gente, sobre todo "dos maiores, que hai moitos que viven sós", por lo que una de sus rutinas cuando hay temporal "é dar unha volta e ir mirar se necesitan algo".

Protectora de animales

Buena parte de los animales abandonados salen adelante gracias a la dedicación de voluntarias como Lorena Fernández, una de las siete chicas que atienden la protectora focense, donde están a cargo de 27 gatos y 19 perros, aunque solo cinco de estos últimos están físicamente en las instalaciones, ya que el resto están con familias de acogida, lo que implica el cuidado del animal, pero los gastos corren a cargo de la asociación.

Una acogida que se realiza de forma temporal hasta que el animal sea adoptado, que es el objetivo con el que se trabaja. Un paso sobre el que debe dar el visto bueno la protectora, con visita a la casa y una acogida semanal para ver que animal y persona se adaptan.

La falta de conexión es el principal problema de los abandonos, pois "hai que ter en conta que unha persoa tranquila non pode ter un can activo e ao revés", cuenta la voluntaria, que también ha visto "animais abandonados cando medran, porque se compran por modas e outros que deixan os cazadores cando non serven", por lo que hace un llamamiento a la adopción antes de comprar un animal. "Nós temos adoptantes ata en Barcelona", cuenta.

"A xente ás veces vén cunha idea e vaise con outro animal que nada ten ver, pero é que son eles os que te escollen a ti", señala Lorena, recordando esas miradas cuando hace ocho años se presentó por primera vez en la protectora "chea de mantas que collín do armario de miña nai porque houbera unha petición porque os animais pasaban frío e a verdade é que eses olliños me atraparon, porque hai miradas que din máis que as palabras", asevera.

Un frío que aún siguen padeciendo en la protectora by que esperan aliviar con el traslado a la nueva sede, en la que confían estar "antes de Entroido".  De momento, siguen en un local junto al puerto hasta el que se desplazan a diario en dos turnos. "Temos tido ata tres, pero agora polos compromisos laborais e a falta de xente non podemos facelo", cuenta.

Así, los paseos a los animales se reparten entre la mañana y la tarde y se aprovecha para limpiar las instalaciones, darles de comer y asearlos. Los domingos son el día de reunión de buena parte de las voluntarias, a las que se suman dos chicos que colaboran cuando pueden. "Ese día saímos todos xuntos de paseo e procuramos levar aos cans a sitios distintos dos habituais, como o monte, para que non perdan o olfacto", dice.

Para recaudar fondos para costear el mantenimiento de los  animales, desde la protectora organizan lotería de Navidad, venden calendarios y participan en diversos mercadillos benéficos, además de acudir todos los martes de verano al de Foz. Unas remuneraciones que incrementan con las donaciones, los apadrinamientos —20 euros al año y la opción de poder visitar y pasear al animal— y los socios, con un coste de 30 euros al año.

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