Opinión

Fortunata, Benito y los profes

Este viernes se estrenó en los teatros del Canal Fortunata y Benito, una coproducción con la Joven Compañía de una versión libérrima de Fortunata y Jacinta pensada especialmente para los jóvenes y que forma parte de la programación del Año Galdós en la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Para nuestra sorpresa, lo que iba a ser simplemente una buena iniciativa de divulgación galdosiana se ha convertido en un pequeño milagro: el Canal ha colgado el cartel de «No hay billetes» en las jornadas de matiné para centros escolares. En los próximos días, ocho mil jóvenes pasarán por el teatro para zambullirse en la obra cumbre de don Benito y, lo más increíble, decenas de centros están en lista de espera para asistir a la obra, que tiene ya comprometida su visita a más veinte ciudades. Hay varios responsables de este prodigio (los productores, la compañía, los actores veinteañeros que llenan las tablas con su entusiasmo), pero me gustaría volver la vista hacia todos los docentes que decidieron programar la asistencia al Canal para que sus alumnos tuviesen quizá el primer contacto con el genio de Galdós. A lo largo de mi vida he conocido a centenares de profesores, y tengo que decir que la mayoría de ellos pasan su tiempo libre devanándose los sesos para hacer más ameno el aprendizaje y más apetecibles sus asignaturas. Por eso se complican la vida, por eso compran entradas y se van al teatro con cincuenta adolescentes que a lo mejor no han visto una función en su vida. Parte de ellos se aburrirán, parte lo pasarán moderadamente bien, habrá alguno que se entusiasmará. Y también, a lo mejor, hay un chico o una chica a quien esa mañana de teatro le descubra un mundo incógnito que tal vez cambie su vida para siempre. Por eso no escribo este artículo para recomendar Fortunata y Benito, sino para homenajear a quienes se han propuesto abrir los ojos de sus alumnos a cualquier forma de belleza que pueda estar a su alcance.

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