Opinión

Forges

CONOCÍ A Forges hace tres años. Vaya, lo conocí oficialmente, porque llevaba una vida entera riendo, a veces a carcajadas, con sus impagables viñetas. Su 'Historia de aquí' era más ilustrativa que muchos manuales. Y en 'Los worldiales' dio un repaso de incorrección política internacional. Era un genio del humor inteligente, de la risa y la sonrisa. Empezamos a vernos a raíz de la fundación de la plataforma “Seguir creando”, que reivindicaba el derecho de los creadores a compatibilizar el cobro de la pensión con el trabajo remunerado. Fue uno de sus principales pilares, el activo más sólido. Le vi en el congreso y en multitud de reuniones, y luego, cuando se puso malito, siguió yendo a los actos que organizaban, cada vez más delgado, cada vez más pálido, con el pelo raleando por los fármacos y la enfermedad. Pero su debilidad era sólo aparente: seguía manteniendo el ánimo y el empuje. Forges, Antonio Fraguas, se nos fue en la madrugada del jueves. Por una vez, este país cainita se puso de acuerdo para honrarle como merecía, y no hubo nadie que no le dedicara elogios sinceros. Era un buen hombre, un tipo simpático, honesto, alegre, que se murió estando muy vivo y siguió dibujando hasta el último aliento. La última vez que hablamos me preguntó cómo iba lo suyo, lo nuestro, en qué punto del largo camino se encontraba la vieja reivindicación de tantos artistas: la de seguir creando. Le dije que, poco a poco, se iba despejando el camino. Habría dado muchas cosas para que pudiera verlo completamente expedito antes de dejarnos para siempre, con su Concha, su Mariano, su Blasillo, y aquellas ancianas de pueblo que dibujaba con toquilla y moño atravesado de alfileres. Siento que le dejo una deuda sin pagar. Y el día que sea un hecho la compatibilidad de la pensión con el trabajo de los artistas, prometo que me tomaré una copa a la salud de Forges. La copa con la que habría querido brindar con él tras haber hecho justicia. Descansa en paz, amigo.

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