Opinión

Forges

De las muchas entrevistas que realicé en este periódico, de unas guardo mejores recuerdos que de otras, bien sea por el tema desarrollado o por el personaje. De buena parte, el paso inexorable del tiempo se encargó de eclipsar todo vestigio. Sin duda, la que perdura entre las más gratas está la que realicé a Antonio Fraguas, cuando Forges era un personaje ya conocido, pero no tanto como lo fue después. Lo seguí desde su época de Pueblo, y lo hice cuando colaboraba en Hermano Lobo, El Jueves y Por Favor o en Diario 16, antes de incorporarse a El País. Fue en los años setenta y vino a Lugo por una conferencia. Nos vimos en el Gran Hotel, justo cuando volvía de A Fonsagrada, la tierra de su padre, que adoraba, y en donde su familia, a la que visitaba con frecuencia, le había invitado a un butelo, a él y a su mujer, la periodista Pilar Garrido, butelo diferente al de oro, con el que sería distinguido en 2015. Pero más que la molesta digestión le pesaban las curvas de la mala carretera que entonces unía Lugo con la localidad más alta de la provincia. Forges rezumaba cordialidad y cercanía. Se mostraba como una persona entrañable y sencilla. Descanse en paz.

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