Fin de guerra en una ciudad triste

Lugo era en 1939 una ciudad pequeña y pobre. No hubo frentes de guerra, pero el conflicto, y la consecuente violencia política, marcó la vida de los lucenses

Recreación de los tiempos de la guerra en la última película de Amenábar. EFE
photo_camera Recreación de los tiempos de la guerra en la última película de Amenábar. EFE

El parte de guerra más conocido por cualquier español, aquel que dice "cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado" fue portada de El Progreso el 2 de abril de 1939. Fue el fin de muchas penurias, y el inicio de otras, y muchos lucenses supieron del fin del conflicto precisamente por el periódico de Lugo -forzosamente sumado a la causa-, ya que teléfonos y radios eran bienes al alcance de muy pocos en aquella época.

Tres días de festejos

En el Ayuntamiento de Lugo se celebró una reunión de "las fuerzas vivas" para organizar los festejos "con que Lugo ha de exteriorizar el regocijo por el triunfo definitivo de las armas nacionales sobre la horda roja internacional". En esa reunión en la alcaldía se acordó que los festejos debían durar "por lo menos tres días". Se programaban "brillantes desfiles militares, iluminaciones, cabalgatas, bailes en las sociedades de recreo..."

El Progreso contaba que "el pueblo de Lugo se lanzó a la calle" de madrugada, tras saber del fin de la guerra y que al día siguiente la animación en las calles fue extraordinaria.

¿Cómo era aquel Lugo?

El Lugo de hace 80 años era una ciudad pequeña y "moi atrasada", destaca el historiador Adolfo de Abel Vilela. Era, también, una población muy pequeña, en la que no existían la mayoría de los barrios actuales.

Aquel Lugo era muy dependiente del sector primario y era muy importante la feria que, martes y viernes, se celebraba en el campo de la feira, en lo que hoy es la estación de autobuses, señala Abel Vilela. Recuerda que allí acudían a vender los paisanos, que llegaban con carros de leña, de paja y de "toxos", productos esenciales para la vida en una ciudad donde dominaba la economía de subsistencia, por lo que casi todo el mundo tenía un cerdo, gallinas o conejos. Muchas mujeres venían también de las aldeas a vender.

¿Cómo se divertía la gente?

Hasta en las etapas más grises hay momentos para el esparcimiento y en el Lugo de aquel momento los paseos eran la forma más común de relación social. Tenían como escenario los cantones y la Rúa da Raíña, fundamentalmente.

El cine era el espectáculo estrella y había proyecciones incluso en el Círculo de las Artes. Funcionaban además varios cines y en aquellos días los lucenses veían películas como 'La Momia', de Boris Karloff, o 'Tango en Broadway', de Carlos Gardel.

Había también cafés de renombre, como el Mercantil, cuya memoria aún perdura, y tabernas en muchos casos sórdidas y en las que era habitual la prostitución.

Los llamaban "bares de camareras" y había muchos y no solo en A Tinería. Había locales de prostitución "en Campo Castelo, en Praza do Campo, en Nóreas, en San Roque...", enumera De Abel Vilela. Remarca que, pese a estar prohibida, la prostitución era tolerada.

¿Dónde vivían los lucenses?

La ciudad era entonces poco más que el centro. Existía San Roque, porque Lugo se fue desarrollando en relación a lo que hoy es la N-VI, que entonces era el Camino Real, y por eso San Roque era un eje urbano de cierta importancia.

En los años 30 la ciudad había empezado a crecer algo fuera de murallas y en esa época se hicieron las Casas Baratas y en lo que hoy es A Milagrosa, en lo que se conocía como Agro do Rolo, se habían hecho algunas viviendas.

Cuando acabó la guerra no abundaban los coches, pero sí había bastantes guardias, que solían desplazarse por la ciudad en bicicleta

Lugo tendría que esperar una década aún para empezar a crecer y desarrollarse económicamente, destaca Adolfo de Abel Vilela. Es a partir de los años 40, y sobre todo de los 50, cuando la ciudad cambia. El historiador destaca que la de los 50 fue la «década de oro·, con grandes obras públicas, que suponen la construcción de edificios como los de los actuales institutos Lucus Augusti y Ollos Grandes, el Palacio de Justicia, la Subdelegación del Gobierno, Magisterio, lo que hoy se conoce como la ciudad cultural, el edificio de Sanidad, la Residencia Sanitaria y el Ambulatorio y el Instituto de Previsión. Se mejora también el abastecimiento de agua, que hasta entonces era muy precario.

Y, además, se hace Frigsa, que supone una revolución económica y la aparición de barrios como los de A Milagrosa, Feijoo y también A Residencia.

¿Qué regía la convivencia?

La vida religiosa tenía un papel muy destacado. La Iglesia ejercía mucha influencia y el fenómeno de las misiones arrastraba a cientos de personas, unas por «convicción» y otras por "temor", señala De Abel Vilela. Es a partir de la Guerra Civil cuando se crea la Semana Santa lucense, porque antes solo existía la procesión del Santo Entierro, reseña el historiador.

Ese peso de la Iglesia supuso también la multiplicación del número de seminaristas y se hizo el Seminario Menor, donde hoy están las oficinas municipales de la Ronda. Ese boom de seminaristas derivó del espíritu religioso dominante, pero también de que el Seminario era la única forma que encontraban muchas familias para que los hijos estudiaran. El único instituto oficial de la provincia era el Masculino, así que la opción era ir al Seminario o pagar academias y luego hacer los exámenes en el instituto.

¿Qué servicios había?

El Lugo del fin de la guerra era una ciudad pequeña, pobre y gris, con muy pocos servicios. Había alumbrado público, pero precario. Consistía en un alambre cruzado de un lado a otro de la calle, con una bombilla, resume De Abel Vilela.

Los teléfonos eran casi una rareza en aquel tiempo, detalla el historiador, que recuerda que el servicio no era automático y prácticamente solo existía en los centros oficiales y en las principales industrias y comercios.

Tampoco abundaban los coches, aunque curiosamente sí había bastantes guardias, que con frecuencia se desplazaban en bicicleta, relata el historiador.

Y las radios eran cosa de unos pocos. La única emisora era Radio Lugo, que debía conectar todas las noches con Radio Nacional y retransmitir el parte, que acababa siempre con una proclama por los "gloriosos caídos por Dios y por España" y un "viva Franco", concluye el historiador.

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