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Fin de ciclo en la industria

Galicia asiste atónica a crisis empresariales y cierres sin la ventaja competitiva de la energía

Cascos de obreros. ARCHIVO
photo_camera Cascos de obreros. ARCHIVO

GALICIA está escribiendo una de las páginas más tristes de su historia económica. Todo un epílogo que representa un cambio de ciclo y golpea directamente a un modelo industrial medianamente armado a base de decretos y que hunde sus raíces en el franquismo. En los años del Instituto Nacional de Industria de Juan Antonio Suanzes o del mismísimo Pedro Barrié de la Maza, prócer de la época que vino a ser, no nos engañemos a estas alturas, un ministro sin cartera para el dictador. Primero, de un plumazo, la crisis se ha llevado por delante todo lo que había de un sistema financiero propio, autóctono. Cajas de ahorro y bancos... Y como un golpe de mar de última hora, esta vez son industrias que han generado miles de empleos en un oasis empresarial, auténticos polos de desarrollo, las que apuntan al cierre por la vía de los hechos consumados.

La central térmica de Meirama, ahora de Naturgy, antes de Gas Natural Fenosa, mucho atrás de Unión Fenosa y en su origen de Fuerzas Eléctricas del Noroeste, ha puesto esta semana la puntilla de la adversidad a otra crisis, la de Alcoa, con sus plantas de A Coruña y Avilés, que se escribe despacio y de momento solo con una certeza: a partir de junio la multinacional norteamericana ya no tendrá nada que ver con ambas fábricas, pase lo que pase con cientos de empleos.

Teniendo génesis muy diferentes, e impactos sin duda dispares en cuanto a puestos de trabajo en el aire, el cierre de la central térmica de Meirama y la agonía de Alcoa tienen un mínimo común denominador. Hay que echar la vista atrás más de cuarenta años para comprobar cómo ambos proyectos industriales se fraguaron a la sombra de los planes del desarrollismo franquista de los años sesenta. Como es también el caso de Ferroatlántica, antes Carburos Metálicos y en su origen Silicio de Sabón. Si apuramos el análisis, toda una selecta nómina de lo que conocemos hoy en día como gran industria en Galicia tiene su anclaje temporal en las décadas de los sesenta y setenta. Ence en Pontevedra, Repsol (en su día Petroliber), Navantia (la antiguas Bazán y Astano, este último un astillero de pesqueros hasta los sesenta), la misma Endesa con la central de As Pontes... Al extinto INI se uniría todo un entramado casi paraestatal sin el que no podría entenderse el proceso de industrialización tardía de Galicia: el Grupo Pastor y ese apéndice que fue la Fenosa de Pedro Barrié de la Maza.

Atrás queda la historia contemporánea. ¿Qué está pasando actualmente? Pues que Galicia asiste atónita a este proceso. Casi como espectadora, con la mínima capacidad de influencia que le otorga un Gobierno que está a otra cosa, que lleva seis meses y que abarca mucho pero muy poco aprieta. No por previstos, estos cierres y reestructuraciones tienen menos importancia. La situación en Alcoa se ha salvado a los puntos, decidida en la prórroga. Balón hacia adelante. ¿Qué pasará si en junio no hay comprador o inversores para las plantas? Nadie responde a esta pregunta. Y menos el Gobierno, que ya ha dejado claro que esa posibilidad, real como la vida misma, no entra en sus planes. Al tiempo.

¿Y Meirama? Es el mercado quien decide, y los bonus de unos ejecutivos que sueñan con una cotización, la de Naturgy, en el entorno de los treinta euros por acción. Trabajan, básicamente, para los fondos de inversión. Primero fue la térmica de Sabón, y ahora es Meirama. Sin inversiones en los últimos años. Hasta han decidido cerrar el museo de arte contemporáneo de Fenosa, el conocido como Macuf. Es un desmantelamiento en toda regla. La Xunta lo dice abiertamente: nada saben de esos planes alternativos para Cerceda que plantea la compañía catalana. Ni siquiera se han sentado. Naturgy ofrece a cambio del cierre parques eólicos que ni tienen autorizaciones administrativas, una planta experimental de gas que es solo un borrador, y unas expectativas para captar inversiones de la mano de la Xunta que sorprenden en San Caetano.

La energía. La clave seguirá siendo esa. Para Alcoa y para el resto de industrias. Y pese a lo poco que queda de Fenosa. Lo cuenta el catedrático Xoán Carmona al repasar la historia reciente. El "coeficiente de seguridad" que ofrecía en los años cincuenta el sistema eléctrico gallego fue un factor determinante para la instalación de empresas, cuando en otras partes de España no estaba ni garantizado el suministro. "En esa época", explica Carmona, "la instalación de proyectos industriales vinculados al aluminio, acero y celulosa, tuvo mucha relación con ese coeficiente de seguridad. Como también lo tuvo en los setenta". Todo un ciclo industrial se cierra ahora. Y sin la ventaja competitiva de la energía.

Galicia no está en la agenda del Gobierno

PODEMOS aludir al final de las obras del Ave como argumento refugio para justificar la caída de la inversión del Estado en Galicia, pero también a decenas de proyectos de infraestructuras que siguen en el cajón, sin apenas dotación presupuestaria, como la ocasión perdida para compensar y neutralizar esos recortes que ahora nos presentan los presupuestos generales del Estado para este año, de muy incierto recorrido.

Galicia, en síntesis, no está en la agenda del Gobierno. La prioridad es otra, y las cuentas que presenta Pedro Sánchez aspiran a ser el ungüento que calme el dolor de una sociedad partida en dos, que ese es el primer problema de Cataluña. Lo cierto es que, si vemos los números, nos llevamos sorpresas. La inversión estatal en Galicia cae un 19%, hasta los 757 millones. Es la que más peso pierde en el reparto territorial, que siempre es la primera aproximación que se suele realizar para ponderar las prioridades presupuestarias. Este año nos llevaremos un 6,2% del pastel, clara demostración de que había una sobreprima en presupuestos anteriores, cuando rondaban mil millones al año. ¿Por qué?

Si se analiza fríamente, Galicia se lleva ahora lo que le toca, porque, en términos de PIB, es eso más o menos lo que representamos. Veamos el caso de Cataluña: las inversiones se disparan más de un 50%, al superar 2.000 millones. Premio a los golpistas, claman desde la caverna. Sin embargo, lo que recibe Cataluña es el 18% de la inversión territorial del Estado. Y supone, curiosamente, casi el mismo peso que su PIB en el conjunto estatal. Falta, eso sí, la clave de bóveda de la solidaridad interterritorial.

El fundador de Vegalsa deja un grupo en lo más alto 
LOS líderes de la distribución en Galicia, empresas de capital autóctono y con gallegos al frente, suelen presumir de tenderos en el más genuino sentido de la palabra. Miran a sus orígenes sin complejos, y todos, sin excepción, hablan de la humildad de sus primeros años. Roberto Tojeiro padre, ya fallecido, Magín Froiz y Ventura González Prieto son perfiles cortados casi por el mismo patrón. Esa semana toca despedir al presidente y fundador de Vegalsa, primer grupo de distribución en Galicia en eterna pugna con Gadisa. Vegalsa-Eroski, fruto de un acuerdo alcanzado en los noventa con la cooperativa vasca, es hoy un grupo que factura más de mil millones de euros. Y todo empezó en un ultramarinos, el que montó la familia de Ventura González Prieto en un barrio de Vigo. Y como otras tantas empresas familiares del sector, su legado queda apuntalado por sus hijos, con Joaquín González Iglesias al frente.

 

La receta de un gallego sabio para la crisis en Cataluña
EL primer problema consiste en no reconocer abiertamente que hay un problema en Cataluña. Lo dice un gallego afincado en Barcelona, respetado y escuchado allá donde va. Antón Costas es catedrático y una de las cabezas visibles del Círculo de Economía, el laboratorio de ideas del poder económico e intelectual en Cataluña. Siempre sorprende. Esta vez, a la hora de asegurar que "o somos capaces de salir del empantanamiento en el que estamos o el riesgo es llegar a una especie de intervención permanente de la Generalitat, de una aplicación continuada del 155". En opinión de Costas, la clave pasa por una mejora del autogobierno que debe venir de un nuevo Estatuto con el rango de norma fundamental de la autonomía, en el marco de la Constitución, y que sea aprobado en referéndum por los catalanes. ¿Escucharán esta vez a Antón Costas?

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