Éxtasis natural al pie del Cabe

Monforte tiene en pleno casco urbano un paseo ubicado en zona LIC , que reconcilia al humano con la naturaleza

Una de las pasarelas del paseo que permiten salvar el río Cabe en Monforte. TOÑO PARGA
photo_camera Una de las pasarelas del paseo que permiten salvar el río Cabe en Monforte. TOÑO PARGA

En enero, Madrid tuvo que activar en dos ocasiones protocolos de restricción de acceso de vehículos a determinadas zonas de la ciudad por episodios de alta contaminación por dióxido de nitrógeno. En 2018, un estudio publicado por el Centro Global de Investigación del Aire Limpio en la Universidad de Surrey, del Reino Unido, alertaba de que los bebés cuando van en sus carritos están expuestos hasta a un 60 por ciento más de contaminación que sus padres, lo que puede afectar a sus habilidades cognitivas y desarrollo cerebral. Van más cerca del suelo y están más expuestos a los gases de los vehículos. 

Monforte no es Madrid. Ni falta que le hace. Pero en la ciudad del Cabe los caminos de asfalto son cada vez más abundantes y el aglomerado en caliente llega cada día a más rincones. Además, pese a que su tamaño no es demasiado grande, es una localidad en la que el uso de coche está muy arraigado. 

Afortunadamente, en este lugar de contrastes, hay alternativas al alquitrán y para el que busque una burbuja verde en la que oxigenarse, hay esperanza. El paseo del río Cabe es el lugar en el que los sentidos se encuentran con el aire puro y el caminante se reconcilia con la naturaleza. En los escasos tres kilómetros de trayecto que separan el parque de Os Condes de la parroquia de Piñeira, y a poco que se vaya receptivo, uno cambia de dimensión. 

El paseo es agua corriente. Acostumbrados a un Cabe encajonado en el resto de la ciudad, en este tramo el río gana vida, recupera su esplendor y cuando las temperaturas acompañan invita a acercarse a la orilla, descalzarse los pies y sumergirlos en el agua para devolverles la energía que les ha quitado el asfalto. 

El paseo es libertad de movimientos, de sensaciones y de olores, a veces insólitos. No se extrañen, si cuando caminan por detrás de las parcelas que separan la zona de Aceña Nova y Carude un rebaño de ovejas corta su camino y un pastor que las vigila ignora la presencia del ser humano. Toca esperar, ellas estaban primero, están alimentándose y no hacen mal a nadie, es más, mantienen el entorno, así que aunque usted esté a punto de batir el récord de running de su vida, tranquilícese y disfrute. En Irlanda son el pan de cada día, y los turistas se matan por fotografiarlas. 

Pero no son ellas el único animal que puede sorprenderle. A poco que salga el sol, lagartos y lagartijas asoman el rabo, y le digo lo mismo que con las ovejas. Viajamos a la isla Dragonera en busca de lagartos, pero también los tenemos al lado de casa. Por último, en lo que a fauna se refiere, si mira al cielo le será fácil distinguir distintos tipos de aves y si afina el oído igual le sorprenden un jilguero, una garza o, si tiene suerte, el cuco. 

Sobre la vegetación sobran las palabras. El entorno forma parte de la Red Natura 2000 y es Lugar de Interés Comunitario (LIC) desde el año 2004. Abundan los sauces, abedules, arbustos como el arraclán o plantas como el espino blanco. Y llaman la atención los alisos y fresnos que con sus copas unen las dos orillas del río Cabe. En uno de los extremos del trayecto, hacia Piñeira, puede encontrar narcisos, una especie vulnerable. 

Tampoco se asuste si el pitido del tren le saca de su éxtasis natural. Aproveche, este medio de transporte también está en peligro de extinción.

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