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Este monstruo que palpita

Título: Black Mirror.
Director: Charlie Brooker.
Reparto: Rory Kinnear, Lindsay Duncan, Lydia Wilson.
Cadena: Channel 4, Netflix.
Calificación: ●●●○○

HA LLEGADO el momento de hablar de Black Mirror. Con la misma cantidad de detractores que de defensores, esta serie británica se ha convertido en un acontecimiento de visionado imprescindible. Es difícil llamarlas historias, porque no lo son. No son tramas al uso, son, más bien, zarpazos en forma de episodios que dejan al espectador en un estado de extraña ambigüedad con respecto a sí mismo y a los demás. Van al límite, a veces lo traspasan -sería, de hecho, interesante divagar sobre el concepto de límite-, resultando tremendamente provocadores, tanto en su idea, como en su exposición. Provocar es desafiar, es estimular, es remover, y ‘'Black Mirror'’ hace todo eso. De manera desigual, en sus diferentes capítulos, pero de un modo claramente intencionado, que funciona. Si no nos tomamos pues, esta serie, como una narración clásica y no esperamos, por tanto, un impacto basado en la construcción perfecta de la trama, con su desarrollo de personajes, con su apuesta por la profundidad en su planteamiento, obtendremos un resultado, cuando menos, perturbador.

Vemos esta serie y sentimos algo extraño. Puede incluso que hasta sea un cierto rechazo, al principio. Después -quizás tras un tiempo prudencial, para respirar aire puro posterior al primer capítulo de la primera temporada, aire que, créanme, es casi una necesidad imprescindible-, la retomamos con otro espíritu. Sin embargo, ya nos ha nacido la inquietud. Algo ha quedado en nosotros que tiene que ver con un malestar (desazón, por otra parte, que creeemos compartir con el resto de la sociedad, aunque esta última creencia puede que sea fruto de un inocente amor a lo humano que no todo el mundo siente), un malestar interno, que se proyecta hacia el exterior y que empuja a reflexionar aunque sea mínimamente sobre las premisas que nos plantea la serie. No es, ni mucho menos, la primera vez que se trata el tema de la tecnología y de su poder para transformar lo conocido en algo terriblemente oscuro para el ser humano. Además, están muy de moda las distopías, últimamente aparecen por cualquier lado y en cualquier forma. La serie no destaca por la originalidad de su argumento, sino por el modo de desarrollarlo. Es sugestivo el título, con el símbolo del espejo. Y es también adecuado, porque lo que hace su creador capítulo tras capítulo, es situarnos ante un espejo en el que vemos reflejadas realidades que puede que estén en nosotros y que no queramos ver. Esa exposición es inquietante. Aunque neguemos de todas las maneras conocidas nuestra inexorable relación con la imagen reflejada.


Black Mirror como el reverso del mal, con la tecnología como hilo conductor, principal agente deformador de la realidad y germen de la degeneración humana. Resulta amenazador y nos sitúa convenientemente en el punto de partida de algo. Ese algo ya depende de cada uno. Depende de lo que a cada uno se le ocurra pensar depués. Depende de si se le antoja pensar o dejar de hacerlo para siempre. Esta serie se puede definir como un encontronazo. Ni permite un acercamiento suave ni un alejamiento sencillo. Tras el golpe de su visión, queda una zona, no se sabe bien en qué lugar de dentro, pero uno, magullada, sutilmente o no, según sea cada cual. Todo esto la convierte en una serie anómala, conflictiva y con no poca atracción. Si son capaces de superar el primer capítulo, verán, en los siguientes, ese fondo perturbador que palpita y que de pronto da miedo y de pronto vértigo y de pronto indignación y de pronto lástima. Por todos nosotros, porque nuestro propio reflejo resulta ser un monstruo.


Mi reino por un programa


ATENCIÓN, HAY una serie en Dkiss, de lo más emocionante, se titula ‘'Reyes por sorpresa'’ y parece ser que hay suficientes personas (suficientes como para dedicarle un espacio) por ahí desperdigadas que ostentan semejante título, que puede que aún no lo sepan, pero que con el programa y todo eso, pues ya les van solucionando los pequeños inconvenientes que puedan surgir. Yo me voy a poner a investigar mi árbol genealógico. Quién sabe lo que me espera, mis queridos súbditos.

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