Opinión

El estado de Pablo Casado

Al contrario que la gente de Galicia en Común y las mareas, yo sí tuve que esperar a que pasasen las elecciones autonómicas para poder ir de vacaciones. Puse tierra por medio dos días después de la proclamación de Alberto Núñez Feijóo como ‘imperator’. Como me desintoxico de la prensa aislándome de ella, confieso que hasta ayer, en el bar, no había abierto un periódico. Retomé el asunto leyendo que Pablo Casado, el antiestado de alarma, pedía un mando único para la crisis sanitaria. Todo normal, pensé, mientras el camarero me servía la caña con la nariz asomando por la mascarilla. Al fin y al cabo, Casado nunca ha sido mucho más útil que una mascarilla mal puesta.
 

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