Opinión

En la lista de espera

EN LA consulta del médico un hombre aliñado de forma exquisita mira nervioso el móvil. El facultativo atiende una urgencia y todo se está retrasando bastante. El hombre se queja amargamente y parece ser que «no hay derecho» a que le hagan esperar. A pocas sillas de él una joven muy hermosa pero con mal aspecto mira al suelo con gesto reconcentrado y parece como si ni escuchara los lamentos de su vecino, que se altera cada vez más hasta que al final saca una corbata del bolsillo de la americana con el nudo prefabricado y se marcha echando pestes. Se ve que la persona de la urgencia no vale lo mismo que el tiempo de este señor tan importante. Cuando se marcha, sin ninguna razón, me quedo más tranquilo. Miro por inercia a la chica, que sigue con la vista fija en el suelo y ahora se recoloca el foulard de forma casi compulsiva, como si la estrangulara. El médico acaba por llegar y tras algunas señoras mayores entra la joven, que es mucho más alta y guapa de lo que me pareció en mis vistazos furtivos. Pasa el tiempo y empiezo a mirar el móvil impaciente hasta que me doy un poco de asco porque veo lo que nos dura la solidaridad: lo que tarda en recolocarse un foulard.

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