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El SMI... y todo lo demás

Lo más relevante del salario mínimo interprofesional no es que suba 50 euros arriba o abajo, sino que realmente se pague
Martiño Noriega y Xulio Ferreiro. AEP
photo_camera Martiño Noriega y Xulio Ferreiro. AEP

NO ME CUENTO entre los apocalípticos que ven en la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) el detonante que encaminará a España hacia la destrucción masiva del empleo y una profunda crisis económica. Para empezar, porque este país ha demostrado su sobrada capacidad para destruir empleo sin necesidad de tocar el sueldo mínimo. Y para seguir, porque el SMI no es más que una pieza del mercado laboral y el engranaje económico, igual que la ley D´Hont lo es dentro del complejo sistema electoral de un país. Por eso, igual que subir el salario mínimo no solucionará la precaridad ni reactivará la economía, tampoco la dinamitará. La razón hay que buscarla en que la verdadera efectividad de subir el SMI radica en que esta medida vaya acompañada de otras que, en cierto modo, la blinden. Porque lo relevante no es que el sueldo mínimo suba 50 euros arriba o abajo, sino que verdaderamente se pague. Que no queden agujeros, en forma de resquicios legales, por los que se desinfle una medida tan relevante para buena parte del mercado laboral y que existe en España desde el 19 de enero de 1963, cuando el franquismo lo creó y fijó en 1.800 pesetas para todo mayor de 18 años.

→ Acabar con la economía sumergida

Sin embargo, la mera existencia del SMI nunca ha garantizado su aplicación. En un país como España, con nuestra tradición de economía sumergida —que en el último año con datos oficiales apuntaba a cifras mareantes del 22% del PIB— existen mil y un nichos de mercado que burlan la obligación de pagar ese sueldo mínimo. Basta con preguntarse: ¿quién no conoce a alguien que cobre menos del SMI? Empleados domésticos, jornaleros, sin papeles, subcontratas de otras subcontratas... Sobran ejemplos donde no se paga un sueldo digno fijado por ley. Esto invita a una reflexión: la necesidad de reforzar al máximo las inspecciones laborales. Sin lucha contra el fraude y sanciones ejemplarizantes, la subida del SMI perderá buena parte del objetivo que persigue, porque no llegará a todo el mundo que debe llegar. Las últimas campañas de refuerzo de la inspección laboral dispararon en España la conversión de temporales en fijos.

→ Reducir el número de contratos

España también tiene una materia pendiente con las modalidades de contratos. Para cualquier empresa es fácil burlar el pago del SMI si la ley permite que un joven que acaba de acceder al mercado laboral pueda encadenar dos o tres contratos de prácticas a través de distintos organismos, entes o instituciones; y después un contrato de prueba; y después por horas, o por proyectos, o por media jornada, etc. España pide a gritos, desde hace años, la simplificación del registro de contratos.

Definir bien el impacto

La subida del SMI va acompañada de varias dudas que conviene dejar claras, bien legalmente a nivel global o bien a nivel sectorial o de convenios colectivos. Algunos expertos plantean la siguiente cuestión: si una empresa sube el sueldo mínimo a un empleado, ¿debe hacerlo también de forma proporcional a sus superiores? Y es que si se lima la diferencia salarial entre un jefe y su subordinado, la empresa asume varios riesgos, como el hecho de que nadie quiera asumir esa responsabilidad añadida porque no compense a nivel salarial. También conviene analizar bien el impacto que puede tener la medida en base a quien sea el empleador, ya que no repercute igual para una pyme que para una multicional, de ahí que la gradualidad en la subida sea un factor determinante. E incluso convendría hacer un análisis territorializado, ya que no es lo mismo el impacto en el País Vasco, cuyo sueldo medio son 2.208 euros, que en Extremadura, con 1.583 euros. Que el salario mínimo interprofesional sea parejo al salario medio es una anomalía.

→ La cuestión clave: la precariedad

Y por último, conviene reflexionar sobre un aspecto: ¿permite un sueldo de 950 euros al mes abandonar la llamada precariedad laboral en un país con los costes de luz, combustibles o vivienda de España? Que sea mejor que uno de 600 o 700 euros no significa que sea suficiente.

El "desexo común" de Ferreiro y Noriega: ser candidatos a la Xunta
LOS ALCALDES de A Coruña y Santiago, Xulio Ferreiro y Martiño Noriega, posaban en agosto de 2016 en un acto de preparación de las autonómicas en la sede de la Marea Atlántica al lado de un cartel en el que se leía: "Temos un desexo común".

Casi cuatro años después y tras perder las alcaldías en mayo de 2019, ambos se resisten a dejar la política. Noriega sigue como concejal y Ferreiro acaba de regresar a la vida orgánica de la Marea Atlántica. No terminan de marcharse porque, en el fondo, no quieren, ya que las autonómicas de este año abren una oportunidad inesperada para ambos: ser candidatos a la Xunta. Ironías del destino, ese es su vedadero "desexo común".

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