A las pocas horas de escribir esto está previsto que el fútbol vuelva en Argentina. El alma regresa al cuerpo, leí por algún lado. Y lo hace el día en que Maradona cumple 60 años con un partido en el que participa el equipo al que entrena: Gimnasia y Esgrima de La Plata. Pero la alegría podría no ser completa, pues la presencia en el banquillo del diez de dieces no es segura. Hasta aquí ha llegado el coronavirus. Maradona, paciente de riesgo sin que sea necesario explicar por qué, acaba de hacerse unas pruebas para saber si está contagiado porque ha estado en contacto que personas que han dado positivo. Maradona, a quien en una de sus crisis los médicos llegaron a dar por muerto y que un rato después se presentó en la sala donde ya lo lloraban arrastrando los cables que poco antes lo conectaban a la vida, está aislado, rodeado por un enemigo ante el que no valen los regates. Maradona, que hace mucho tiempo sería un lindo cadáver si no fuese Maradona, se encierra en casa para cumplir con el resto de la sociedad mientras miles de tarugos que no saben ni golpear una pelota se creen especiales por saltarse unas normas que buscan el beneficio de todos. Simples cuerpos en los que no cabe un alma que regresar.
