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El pacto de la ceniza

IMPLANTAR UN MAYOR dispositivo disuasorio y de investigación, reforzar la vigilancia, controlar el cumplimiento de la normativa, potenciar las actuaciones de limpieza, estrechar la colaboración con la Fegamp, fomentar la plantación de caducifolias autóctonas, primar la agroganadería intensiva frente a la extensiva o educar a los jóvenes en materia ambiental. Bien podríamos estar ante algunas de las 30 propuestas presentadas por el presidente Alberto Núñez Feijóo esta semana en el Pazo do Hórreo para combatir los incendios —en esencia lo son—, pero en realidad se trata de las conclusiones reflejadas en el dictamen de la comisión parlamentaria activada por el bipartito tras la ola de incendios de 2006. La primera conclusión que se saca es que las mismas recetas que se recomendaban hace una década para nuestros montes son válidas hoy; y la segunda y más importante es que si la mayoría de ellas está todavía sin aplicar, significa que por la inoperencia de unos y otros hemos perdido diez años en la batalla contra el fuego. Se trata de un tiempo fundamental en el que el éxodo de población del rural le fue cediendo espacio a la maleza, igual que el bosque autóctono se lo cedió al eucalipto. Esto dibuja un escenario diferente al de aquel 2006, lo que implica también la necesidad de nuevas ideas. Porque si hace unos años era más eficaz incentivar a un vecino del rural a limpiar sus fincas —los que vivían de ello ya lo solían hacer—, hoy muchos de esos terrenos quedaron en manos de segundas, terceras o cuartas generaciones que residen en ciudades o villas y que en ocasiones ni conocen sus propiedades, de ahí que resulte más efectivo para la Administración activar medidas orientadas a la localización de titulares de monte y a facilitarles los mecanismos de limpieza. Ahí se enmarcan el pago de una tasa única al Concello para que sea este el que acometa la roza o la posibilidad de limpiar fincas abandonadas o enviarlas al Banco de Terras de forma cautelar sin esperar a que se resuelva el procedimiento de localización del dueño. Son solo dos de las 30 medidas que esta semana puso la Xunta sobre la mesa para su debate, pero constituyen un buen ejemplo de que la lucha contra el fuego tiene hoy un nuevo escenario al que hay que adaptarse para garantizar algún éxito. Porque las recetas de 2016 sirven, pero ya no son suficientes. Es el peaje que hay que pagar por estos diez años de inacción, fruto de que aquí solo nos acordamos del monte cuando arde.

→ Un pacto complejo

De todas formas, la batalla contra las llamas está condenada al fracaso si esta batería de propuestas —y otras que se puedan ir añadiendo— no se articula alrededor de un gran pacto forestal que nazca respaldado por todos los grupos políticos, algo que hasta ahora no se ha conseguido en Galicia pero para el que esta semana se empezaron a sentar las bases. De arranque, En Marea, PSdeG y BNG mostraron su disposición a participar en la comisión parlamentaria específica propuesta por el PPdeG que abordará la hoja de ruta en materia de ordenación forestal y lucha contra el fuego. Y aunque el de Villares, Leiceaga y Pontón fue un sí crítico, su mera disposición a implicarse ya constituye una novedad. Sin embargo, cabe ser realista y los precedentes no invitan al optimismo. Aunque los políticos llevan años apelando a la necesidad de hacer lo que ellos mismos denominan como «política con mayúsculas» e invitándose unos a otros a alcanzar «grandes acuerdos de país», nadie ha sido capaz de ponerlo todavía en práctica. Dos de los ejemplos más ilustrativos son la Lei de Montes y la Lei do Solo, consideradas dos de las piedras angulares en materia legislativa de la era Feijóo por su transversalidad, importancia y alcance territorial, además de constituir textos fundamentales para combatir los incendios. En ambos casos salieron adelante con los únicos votos del PPdeG, en junio de 2012 y en febrero de 2016. Y no solo no hubo unanimidad o algún tipo de apoyo, sino que estas dos leyes se aprobaron bajo la amenaza de la oposición de modificarlas en el momento en el que la Xunta de Galicia cambie de color político. Por eso el gran acuerdo de país en materia forestal es tan difícil y por eso a estas alturas no se sabe si, antes de que termine el tercer mandato de Feijóo, a pactos históricos como el de las bufandas (Ribadeo, 1988), el del Obradoiro (Santiago, 2009) o el de la curva (Angrois, 2013) les seguirá un exitoso e histórico pacto del fuego o, por contra, un descafeinado pacto de la ceniza.

→ La lectura política

Más allá del contenido del debate parlamentario, las formas del pleno de esta semana constataron un cambio de tendencia en las dinámicas Gobierno-oposición que se ya se viene fraguando desde verano. La relación de máxima tensión que hasta ahora capitalizaban PPdeG y En Marea parece trasladarse poco a poco hacia la dupla PPdeG-BNG. Esto puede deberse a cierta radicalización del discurso del Bloque a raíz del conflicto catalán, que eleva la tensión; o que el propio Partido Popular ya no ve en En Marea un rival tan peligroso como antes, consciente de que difícilmente podrá mantener su marca unida de aquí a 2019 o 2020, cuando están fijadas las próximas citas con las urnas. Por ello, y hasta saber cómo respirará el nuevo PSdeG de Gonzalo Caballero, Feijóo prefiere erosionar a un BNG que hoy por hoy conforma su oposición más organizada, pese a ser la menos representativa. Y eso que Ana Pontón se equivocó esta semana en O Hórreo al ser ella quien sacó a escena la oleada de fuegos de 2006 para atacar el papel que había tenido Feijóo en la oposición, sabiendo que era el BNG el responsable de Medio Rural y que la tragedia se saldó sin dimisiones.

La magia del Camino

EL CAMINO tiene un efecto mágico en la política porque es capaz de unir a todos los partidos alrededor de él. Conscientes de que, más allá de su componente espiritual, es una mina de oro a nivel de dinamización económica, los responsables de distintas administraciones salieron ayer en defensa de la ruta en la segunda asamblea de la Asociación de Municipios del Camino. Fue el propio Alberto Núñez Feijóo quien animó a «coidar e protexer» el Camino, en un acto en la capital gallega junto a Martiño Noriega y otros 80 alcaldes de los 125 municipios por los que discurre el Camino Francés. Y es que en estos tiempos de máxima crispación entre siglas y territorios, hay que reconocerle al mundo Xacobeo su capacidad de concitar grandes acuerdos a su alrededor. Ahí reside parte de su éxito; el que no se logra en la lucha contra el fuego. 

Los otros gallegos

LA POLITÓLOGA María de los Ángeles Fernández Ramil, gallega de Ortigueira nacida en la emigración, vivió 32 años en Chile, una estancia durante la cual sus dos hijos perdieron la nacionalidad española por distintos problemas legales. Ante lo que considera una injusticia, decidió volver a Galicia y formar parte del Centro de Descendientes de Españoles Unidos para movilizar a los políticos en demanda de una nueva ley de nacionalidad inclusiva y que reconozca a los descendientes. Ayer dio a conocer su problema en Ferrol a la diputada de En Marea Yolanda Díaz, que abogó por aprovechar el potencial «de milleiros de persoas que temos organizadas por Europa». La cuestión que se plantea es especialmente relevante para Galicia, la comunidad con más gente viviendo fuera: uno de cada cinco españoles en la diáspora es gallego. 

La Calre reivindica su rol

LA CONFERENCIA de Asambleas Legislativas de la Unión Europea (Calre) aprobó ayer en Andalucía la llamada Declaración de Sevilla, con la que 20 años después de su fundación reivindica el papel de las asambleas y parlamentos regionales del continente en la construcción e integración de Europa, en un momento especialmente delicado por la crisis abierta en Cataluña. El encuentro andaluz también sirvió para renovar la presidencia de la Calre, que asumirá la responsable de la Asamblea Legislativa de Azores, Ana Luís, que sustituye al presidente del Parlamento andaluz, Juan Pablo Durán. Al acto asistió el titular de la Cámara gallega, Miguel Santalices, que aparece en la imagen con la nueva presidenta y con responsables del Parlamento de Castilla y León. Hay que recordar que Pilar Rojo presidió la Calre en su día. 

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