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El ánimo de todo un país

Se acaba el Tour y el verano llega a su ecuador. Ha ganado Thomas, que al momento pasa a convertirse en un sospechoso. ¿Por qué? Porque hay una lista de tramposos y porque el ciclismo los busca con ganas. Hay quien prefiere mirar hacia otro lado

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La semanal pasada reapareció en la radio José María García. Lo hizo en el papel de entrevistado, aunque claro, acabó tomando las riendas de la emisión porque hay cosas que se llevan en la sangre. García es otro ejemplo de esos personajes a los que el paso del tiempo les sienta fenomenal. Cuando estaba en activo era sinónimo de polémica, un tipo con fama de dictador y con más enemigos que admiradores. Ahora es el maestro de periodistas que vigila desde su atalaya cómo se manejan sus descendientes.

En menos de una hora en antena le dio tiempo a pontificar sobre varios temas, en algunos con toda la razón, en otros no tanto (opino yo desde mi humilde pontificación), y al final de la conversación, en una sobredosis de sinceridad, admitió algo terrible. García, en alguna ocasión, dejó de ser García y se calló una noticia. No hizo pública una exclusiva, una de esas que introducía con su «estalló la bomba deportiva».

José María García, el hombre que retrasó la hora de sueño a España, aseguró que en una ocasión tapó una noticia porque de haberla hecho pública habría cortado de raíz la ilusión de todo un país. España era tan feliz que no se podía contar.

García despertó la curiosidad de los que no conocían la leyenda y refrescó la memoria de los que la vivimos

Dejando a un lado que en aquella ocasión hizo lo que durante toda su vida pregonó que no se puede hacer, García despertó la curiosidad de los que no conocían la leyenda y refrescó la memoria de los que la vivimos. Y es que allá por los noventa corrió el rumor de que Miguel Induráin había dado positivo y que en España se había removido Roma con Santiago para taparlo porque, de ver la luz, el ánimo en el país caería varios puntos al instante, y el Ibex 35 probablemente también.

No deja de ser eso, una leyenda. Tal vez García no se refería a eso cuando habló de la noticia que prefirió guardarse en el bolsillo, pero lo cierto es que a la hora de buscar un sospechoso, el ciclismo es el primero en aparecer. Dirán muchos que se lo tiene ganado, que con los precedentes que tiene es imposible confiar en él. Son los que no creen en este deporte, muchos de los cuales figuraban entre los incondicionales, entre los que no cambiaban nada por una tarde de julio delante de la televisión. Los decepcionados.

Ayer acabó el Tour de Francia 2018 y para ellos empezó la cuenta atrás para el día en que se sepa que Geraint Thomas iba dopado. No les echo nada en cara, cada uno es libre para hacer lo que quiera, y más con las cosas que ama, pero el ciclismo, y menos el Tour, no tienen la culpa de que haya tramposos. Lo único que hacen es buscar un deporte limpio, aunque por el camino estén perdiendo un buen número de aficionados.

Los Alpes y los Pirineos seguirán en pie esperando a los valientes que se atrevan a desafiarlos

Porque si hay un deporte estricto en la lucha contra el dopaje es el ciclismo (con el atletismo cerca). Si mirase hacia otro lado sería motivo más que suficiente para no volver a pasar una tarde de julio delante de la televisión. Si Thomas ha hecho trampa, que se sepa y se le castigue. Y si hay que dejar más espacios en blanco en el palmarés, que se dejen. Las carreteras de Francia continuarán ahí y los Alpes y los Pirineos seguirán en pie esperando a los valientes que se atrevan a desafiarlos.

Yo soy de los que nunca dejará de ver el Tour por muchos tramposos que haya. Lo cambiaré por una siesta o por un documental si me entero de que sus dirigentes hacen la vista gorda ante un caso de dopaje por miedo a perder seguidores, que es lo mismo que perder audiencia, que es lo mismo que perder patrocinadores, que es lo mismo que perder dinero con el que organizar la carrera.

Yo me quedo con los que cuentan todas las noticias, aunque eso suponga limar el ánimo de todo una país.

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