Opinión

Diversiones

CIERTO QUE cada cual se divierte como mejor le parece, pero hay procedimientos que, por ética o por ley, limitan o prohíben el uso de ciertas prácticas, todas ellas avaladas por tradiciones o usanzas de otro tiempo. No es lo mismo regodearse en el juego de la petanca que lanzar una cabra desde un campanario, como hasta 2002 sucedía en Manganeses de la Polvorosa, en Zamora; o matar con lanzas al toro de la Vega, en Tordesillas, ya prohibido. Son, o eran, intolerables costumbres centenarias  cargadas de crueldad que regocijaban a unos pocos e indignaban a otros muchos.

Como indignados estarán quienes pasan estrecheces para alimentarse todos los días viendo en este final de agosto con que intensidad se disfruta de la Tomatina de Buñol, en Valencia. Consiste, ya lo saben, en arrojarse tomates los unos a los otros, pero no unos cientos de kilos. No, a tomatazo limpio se machacan 150.000 kilos de esta hortaliza, o fruta para algunos. No es que ciento cincuenta toneladas vayan a erradicar el hambre del mundo, pero sea cual sea la cantidad, no está el escenario de las privaciones como para dilapidar alimentos, por mucho que lo disfruten los buñoleses y demás partidarios

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