Opinión

Diputaciones

EL JUEVES, si el PSOE no se empeña en volver a dar el espectáculo, la Diputación de Lugo tendrá nuevo presidente. Darío Campos, alcalde de A Pontenova, sustituirá, a través de una moción de censura apoyada por el BNG, a la popular Elena Candia, a la que el cargo solo le duró tres meses.

Ni a Elena Candia ni a Darío Campos los han elegido los lucenses para presidir la Diputación, como tampoco a Francisco Cacharro o a José Ramón Gómez Besteiro en su día. Y es que los ciudadanos no pueden decidir en las urnas, directamente, quién dirige estos entes pese a que gestionan en España 8.000 millones de euros (en Lugo, 90 millones).

Hay quien ve estas instituciones arcaicas, anacrónicas y totalmente prescindibles, sobre todo, en un momento de crisis económica. Otros no les encuentran alternativa y argumentan que las opciones que se proponen para dar carpetazo a estos organismos, como crear ayuntamientos más grandes con fusiones de concellos, potenciar las mancomunidades de municipios o, simplemente, repartir sus competencias entre otras administraciones, solo empeoraría el problema.

El debate, en cualquier caso, murió hace tiempo. El PP cree firmemente en estos entes y no duda en potenciarlos. El PSOE, con Alfredo Pérez Rubalcaba todavía al frente, hizo un tímido amago de intentar reformularlos, pero no obtuvo ni siquiera mucho éxito dentro de su partido. Y el BNG tiene claro que deben desaparecer, lo que no le impide entrar en sus gobiernos y no hacer nada para cambiar su funcionamiento, poniendo continuamente su discurso político en entredicho.

De lo que no hay duda es de que las diputaciones provinciales, tal y como están concebidas en la actualidad, favorecen la discrecionalidad y ese caciquismo que todos los partidos quieren erradicar cuando están en la oposición y hacen suyo cuando gobiernan. Son potentes motores para conseguir votos y para colocar a amigos, y de ahí el ansia de los políticos para gobernarlas y las batallas dentro de los propios partidos para presidirlas, como las que se vivieron en el seno del PSOE y del PP de Lugo.

Por eso no hay ningún interés en agarrar el toro por los cuernos. A los partidos les va muy con el sistema actual, como les va muy bien manteniendo el Senado o todos esa gran cantidad de chiringuitos en toda España que la crisis económica no ha sido capaz todavía de llevarse por delante. 

Darío Campos iniciará el jueves (si no hay sorpresas, que no está asegurado), una nueva etapa para la Diputación de Lugo. Llega una nueva cara, pero ¿llegará una nueva política?

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