Blog | Diario de un novato en campaña

Debate o reality

Esconderse no siempre es la mejor manera de permanecer oculto, una verdad que Pedro Sánchez está aprendiendo sobre la marcha. Su equipo de comunicación, uno de los más solventes que se recuerdan, llevan semanas cuidando a su candidato de una sobreexposición ante los medios que en nada le favorece. Su cómoda ventaja en todos los sondeos así lo aconseja y el miedo a que pueda meter la pata, también. Pese a todos los intentos, ese mismo juego del escondite inglés empieza a jugarle malas pasadas: huyendo del debate se ha encontrado con un debate sobre el debate, el doble combo.

Los viejos zorros de las campañas, esos periodistas de libreta y whiskey sin hielo que vieron rejuvenecer a Fraga en los carteles o a Felipe mudar el Casio por el Cartier, me cuentan que la cantinela es vieja aunque no lo parezca. Uno es nuevo en estas lides y pregunta, claro, qué remedio. “Todo se disfraza de interés general pero cada uno mira su culo”, me explica una periodista veterana, amiga y un tanto deslenguada. La pregunta versaba sobre la actitud tan diferente de unos y otros con respecto a los debates electorales apenas una legislatura después. “En 2106, por ejemplo, a Sánchez le convenía debatir hasta en Nickelodeon, el canal de los dibujos animados. Pero las cosas se ven de diferente modo cuando vas por delante en las encuestas”. Reconozco que en ese momento pierdo un poco el hilo de la conversación porque un debate en una cadena infantil, moderado por un Pokemon o un Tiny Titan, es lo que está pidiendo a gritos esta campaña.

La estrategia del avestruz se le enquistó a Sánchez cuando la Junta Electoral Central impidió la presencia de Vox en el debate a cinco pactado con Atresmedia. Se esfumaba la intención de reeditar la famosa foto de Colón en alta definición y prime time, motivo por el cual se había desestimado la oferta primera de TVE. A Sánchez se le presentó entonces una oportunidad magnífica para sacar la cabeza del hoyo pero, en lugar de eso, parece haber optado por esconderla en otro diferente, con tal mala suerte que el nuevo agujero ha resultado ser un avispero. Sus rivales lo acusan de instrumentalizar el ente público, los trabajadores de dicho ente se revuelven contra la dirección, y la ciudadanía asiste al espectáculo un tanto escéptica. “Para esto que monten un reality en lugar de un debate”, dice mi madre. Y nunca le ha faltado razón a esta bendita mujer.

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