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De los tópicos y del arte

MOZART IN THE JUNGLE’ es la nueva serie de Amazon que pretende seguir la estela de la exitosa ‘Transparent’, que no lo consigue, y que hace como que sí. La idea es bonita y atractiva, al menos -y esto hay que concedérselo- es un intento de abordar temáticas que no suelen ser habituales. Es el caso de la música clásica que en esta serie adquiere protagonismo porque se trata de una historia que gira alrededor de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, de sus músicos, de sus directores, de su gestora y de una aspirante a miembro de tan insigne grupo, que toca muy bien el oboe, pero que lo tiene difícil. ¿Por qué resulta interesante en un primer momento? Porque si te gusta la música clásica, la historia de por sí ya es sugestiva. ¿Por qué deja de serlo en un segundo momento y así hasta el final? Porque el guión, los personajes, la conexión entre ellos, las tramas, son tan ligeras, pero tanto, que te podías quedar con el audio cuando suena la música y quitar todo lo demás mientras buscas otra cosa.

La serie está basada en un libro, en las memorias de Blair Tindall tituladas ‘Mozart in the jungle: Sex, drugs and classical music’, que cuenta, al parecer, lo que se observa en la serie, los tópicos más tópicos de este mundillo. Egolatrías y excentricidades caminan de la mano y se desplazan por la órbita clásica a ritmos de Mozart, Sibelius o Tchaikovsky. No está escrito que los locos por la música de este tipo sean personas adorables y profundas. Tenemos a Hitler para ilustrar el argumento, que se pirraba por Wagner (qué propio, por otra parte). Podemos conocer también las biografías de los propios compositores que eran capaces de escribir obras maestras y ser personas que, en fin, tenían sus días. Dejémoslo así.

Este asunto de la disociación entre el arte, con mayúsculas: ARTE y el creador-individuo, es interesantísimo y aquí lo dejo por si alguien se anima a pensar en él. Tendemos a pensar que existe una correlación entre algo excelso y el alguien que lo crea. Y en la mayoría de los casos no es así. La naturaleza humana, sus infinitas contradicciones, sus heridas emocionales, sus actos deplorables, su existencia incierta y, fruto de ello, su afán de control, conquista y poder, su impresionante capacidad de desarrollo y sus miserias, todo ello, es más fuerte, pesa más, domina más en un artista que la obra misma. El producto puede resultar el compendio de lo sublime, pero siempre nace de un ser humano, que está lejos de la excelencia.

Los tópicos están presentes en las narraciones de cualquier tipo y no es algo que necesariamente perjudique a la historia que se cuenta, sino al contrario, suelen dar brillantez al relato porque consiguen que nosotros,como espectadores, nos reconozcamos e, inmediatamente, sintamos interés y experimentemos eso tan complicado que es la empatía. Es extraño o puede que imposible narrar algo que no tenga un tópico detrás. Lo peligroso de eso es que, en general, resultan escurridizos y pueden derivar en el ridículo. Así que hay que procurar dotar siempre a esa idea o a esa opinión o a esa acción de contenido que la sustente. Lo que ocurre con ‘Mozart in the jungle’ es que todas tramas se apoyan en un vacío que crece a medida que los capítulos avanzan. Los personajes tienden a ser planos porque detrás de ellos hay aire, o humo, o bluf. Ser un excéntrico porque sí no tiene gracia. En las historias necesitamos un porqué. Los personajes han de actuar así por algo, no para no desacreditar al tópico correspondiente. Es un planteamiento que se queda a las puertas del pudo haber sido y del qué lástima, oh.

Todos somos unos expertos

‘TOP CHEF’, ‘Hell’s kitchen’, ‘Master Chef’, ‘The great british bake off’, ‘The taste’, ‘Robin Food’, ‘Cocineros al volante’... ¡hay uno americano que se llama ‘Chopped!’ Para adultos, para jóvenes, para niños. De los de versión moderada o versión radical. De los que si los concursantes pierden, lloran desconsoladamente y salen de allí con trauma probable o de los que se marchan dignos diciendo que ha sido un aprendizaje excepcional. Si de esta no aprendemos a cocinar, ya no será nunca.

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