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Cuando Menotti jugó en la Juventus sin pisar Turín

'El flaco' acabó su carrera como jugador en un equipo de Sao Paulo creado por un inmigrante italiano que le puso el nombre de la 'Vecchia Signora' pero que lo hizo vestir como el Torino

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photo_camera Menotti, a la izquierda, durante su etapa de jugador

'El flaco' nunca pisó el césped de Turín. No saltó al campo en el viejo Comunale, ni lo hizo en Delle Alpi, ni tuvo la oportunidad de probar el Juventus Stadium. 'El flaco' nunca fumó sus cigarrillos en el banquillo del estadio de la ciudad piamontesa, no impartió lecciones con su voz ronca y pausada a centímetros de la hierba impecablemente cortada o embarrada tras un día de nieve y frío de un tiempo ya no recordado.'El flaco' nunca alzó los brazos para celebrar uno de los muchos goles que celebró, nunca disfrutó del espasmo en la espina dorsal, del acelerón cardíaco, del grito de euforia en su garganta en la ciudad bañada por el río Po. Menotti nunca hizo nada de eso en Turín a pesar de jugar una temporada en la Juventus.

Ni siquiera lució las barras negras y blancas. El color de la cebra no tiñó su pecho. Menotti se enfundó el granate en una 'Juve' especial, esa que viste el tinte de su eterno rival metropolitano, esa que se encuentra a 9.500 kilómetros de Vía Druento. Menotti acabó con su carrera de futbolista en la Juventus, pero la que responde al apodo de 'Moleque Travesso', en Sao Paulo, no la de la Serie A.

El mito argentino, el que ganó la primera Copa del Mundo para su país en medio de una dictadura brutal, el mismo que abrió un debate enconado entre la plasticidad y la practicidad, entre el fútbol como arte y el fútbol como resultado, el que defiende un estilo que encontró aliados en Holanda y en España para iniciar una guerra maniquea con una némesis de apellido Bilardo, ese mismo Menotti tuvo un pasado con el balón en el pie antes que en la pizarra.

Menotti fue un volante ofensivo de calidad, con capacidad para crear juego y finalizar las acciones con gol

Como tantísimos otros, el argentino fue futbolista antes que técnico. Volante ofensivo, de capacidad para crear juego y finalizar, para lanzar el ataque o adelantarse en una especie de falso nueve, Menotti era un jugador fino, de correr pausado y pensar antes de ejecutar.

Rosarino de nacimiento, 'el flaco' era un 'canalla' desde la cuna. No había sitio para nadie de Newell's en su casa familiar. Solo había lugar para el amarillo y el azul de Central entre los retratos de Gardel -un tío de Menotti era hermano de la novia del genio del tango- y fotos y carteles de Eva y Juan Domingo Perón. Solo el fútbol y Rosario Central estaba al nivel del peronismo que respiraban sus padres, hasta el punto de que su domicilio fue tiroteado en dos ocasiones por disputas entre facciones de esta corriente a la que su progenitor estaba muy vinculado.

Si en política las enseñanzas familiares no cuajaron, ya que César Luis se afilió al Partido Comunista en cuanto pudo, sí lo hizo en cuanto a las futbolísticas. Así, cuando el presidente de Central, Federico Flynn, le pidió, a finales de los 50, que se uniera a la causa 'canalla', 'el flaco' no lo dudó: “¡Cómo no voy a querer jugar si soy hincha de Central desde pequeñito!”, cuentan que le espetó al mandatario rosarino cuando este cuestionó si Menotti quería o no ser jugador de Central.

Para firmar por Rosario, el club tuvo que negociar con el equipo de formación de Menotti: el Unión Americana de la modesta Liga Carcarañense, donde compatibilizaba el balompié con el baloncesto. Huérfano de padre, que había muerto hacía algunos años, César Luis cobraba 250 pesos al mes que le entregaba a su madre. Central se los subió a 2.500 y 'el flaco' se convirtió en profesional en el club al que siempre quiso defender en una cancha.

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Pronto inició un despegue desde los juveniles de Rosario Central. En su debut en esa categoría hizo dos dianas, luego volvió a golear con el reserva azul y amarillo y comenzó a entrenar con el primer equipo. Su figura espigada, su clase y su capacidad para el gol llamó la atención en la ciudad, donde 'canallas' y 'leprosos' -sobrenombre de Newell's- se disputaban todo el talento. Por esta razón no jugaba bajo su apellido real, sino que en Central le llamaban Fernández para despistar y que nadie pudiese tentar a su nuevo diamante en bruto.

Con cinco partidos en el reserva de Rosario Central le llegó la oportunidad de debutar en la máxima categoría. Fue en un 3-1 ante Boca, donde él anotó el tercer gol y disfrutó de varias ocasiones. Fue el primero de muchos partidos y muchos tantos. Hizo 47 en los 86 duelos que jugó con Central en tres temporadas. 

Cuando salió de su ciudad natal y del equipo que adoró desde chico, Menotti comenzó una carrera con halo de estrella en Argentina. El juego fino, la calidad y el gol fueron sus señas de identidad en Rácing de Avellaneda -12 goles en 18 partidos- y en Boca Júniors -6 en 18-. Su defecto fue el esfuerzo. Su calidad le permitía jugar sin apenas correr. En el conjunto xeneize, Antonio Rattín le pidió que ayudara a marcar porque Boca tenía un jugador menos en un partido. Menotti contestó:“Lo único que falta, que yo tenga que bajar a correr. Corré vos”. Fue internacional con Argentina, con la que acabó tercero la Copa América de 1963 y dejó su sello con un buen tanto. 

'El flaco' siempre quiso compartir vestuario con Pelé y lo hizo en el Santos, en 1968

Sin embargo, su salida de Boca, en 1966, supuso el comienzo de su cuesta abajo. Primero se fue a Estados Unidos, a los New York Generals en 1967, para acabar su carrera en Brasil.

Siempre había querido compartir vestuario con el “mejor jugador” que había visto: Pelé. Lo hizo en el Santos, con el que levantó el Paulista de 1968, antes de retirarse, un año después, en la Juventus. Pero para hacerlo no tuvo que subirse a un vuelo intercontinental, ni coger un barco que lo llevase de Sudamérica a Europa. Solo se cambió del Vila Belmiro al Rua Javari. Era la misma ciudad, pero un universo distinto.

Porque la Juventus de Sao Paulo no puede medirse con el Santos. Uno es un gigante del fútbol mundial. El otro un equipo de barrio, el de Mooca. Un club que apenas ha competido en los campeonatos paulistas y que alcanzó su gloria en 1983 ganando el torneo de la Segunda División brasileña.

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En la Juventus, Menotti jugó 8 partidos. Era el ocaso de su carrera y como tal pasó sin pena ni gloria por Rua Javari, donde solo se le recuerdan dos goles. Ambos en el mismo encuentro. No fue contra Palmeiras, Sao Paulo o Botafogo. Tampoco contra la Portuguesa, Paulista, XV de Piricicaba o la Portuguesa Santista, el último rival contra el que batalló sobre el 100x64. Sus únicos tantos fueron el 5 de julio de 1969 ante el Sao Bento. 

Los relatos de aquel duelo -del que no hay material gráfico- hablan de un momento de clase en el 4-1 del 'Moleque Travesso'. El 4-1 definitivo fue lo que era el Menotti jugador: imaginación y calidad cerca del área. Allí, en la antesala del gol, 'el flaco' asombró a los seguidores de la Juventus con una bicicleta que sentó a su marcador para definir con superioridad ante el portero del Sao Bento. 

Ese fue el tanto de despedida de Menotti antes de hacer historia con el cigarro en la mano, la melena la viento y su figura enfundada en un traje al borde del campo, saliendo del banquillo con la misma pausa que exhibía como delantero.

Su final de corto fue en un club singular. Porque la Juventus de Sao Paulo -que en la actualidad milita en el Campeonato Paulista Serie A2, una categoría amateur de ese estado brasileño- es un equipo ligado a su entorno. El club cuenta con casi de todo. Tiene secciones que van desde el propio fútbol, el baloncesto, la gimnasia rítmica, el volei, el tenis o el karate hasta ballet y jazz, póker, snooker o yoga.

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Ofrece una salida para los chicos del barrio de Mooca. Aporta un espacio de esparcimiento para los mayores y un lugar de reunión para todos en el barrio, antes de que en el Rua Javari disfruten cada domingo de un partido como vienen haciendo desde 1924.

Esa fue la fecha en la que un inmigrante italiano en Brasil, Rodolfo Crespi, decidió crear un club de fútbol en Sao Paulo. La leyenda dice que Crespi era un fanático de la Juventus de Turín. En su país de origen seguía a la 'Vecchia Signora' y buscó que su equipo, el que había nacido gracias a él en el pais del 'ordem e progresso', llevase el nombre del cuadro 'bianconero'. Pero no utilizó el negro y el blanco para la casaca. Ni siquiera optó por el rosa, que fue la primera zamarra que el equipo de Turín empleó entre su fundación -en 1897- y 1903, cuando lo cambió por el actual para parecerse al Notts County inglés.

Crespi vistió a sus jugadores con el granate del archirival de la Juve: el Torino. La historia popular lo atribuye a una cuestión de familia, ya que parte de ella era simpatizante del Toro y, para quedar bien, decidió ejercer de Salomón y poner los colores de unos y el nombre de los otros.

Sin embargo, la realidad fue que la Juventus de Sao Paulo no nació con ese nombre y esos colores. Lo hizo con el de Cotonificio Rodolfo Crespi FC, que vestía como la Juve: de blanco y negro. Era el equipo de la fábrica textil de Crespi y eran sus obreros los que jugaban en el equipo. En 1930 decidieron cambiarle el nombre y el fundador optó por el club de sus amores: Clube Atlético Juventus.

Queda por conocer el por qué del marrón y no del 'bianconero'. La respuesta la da el periodista brasileño Bruno Rodrigues, quien defiende que Crespi no quería que su equipo coincidiese con otros de la ciudad como el Corinthians o el Santos -donde jugaría Menotti junto a Pelé-. Había que cambiar de color y, como parte de su familia era de la Fiorentina, decidió, ahora sí, contentarlos y vestir de 'viola'.

El problema llegó cuando, a pesar de tener una fábrica textil, no fue capaz de conseguir tela de ese color para confeccionar las zamarras y lo más aproximado fue el granate actual, un tono especial y poco común en el fútbol brasileño que le da un carisma mayor.

Porque el verdadero toque del club está en su carácter familiar. Acudir a un partido del 'Moleque Travesso' es fundirse con un barrio entero, con la gente común que acude al minúsculo Rua Javari -de apenas 4.000 asientos- y que vive una experiencia especial.

La gastronomía de un barrio de inmigrantes italianos -su derbi es el llamado 'Classico dos Imigrantes' ante la Portuguesa- deja puestos dentro del propio estadio donde probar las especialidades de Mooca, en especial los postres como los cannolis.

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Allí, entre la torcida juventina vestida de granate torino, Pelé marcó su mejor gol. El propio 'O Rei' admitió que su tanto con el Santos en Rua Javari fue el más plástico del genio de los genios. Lo hizo tras superar a tres defensas pasando la pelota por encima la cabeza de cada uno de ellos y solucionar el mano a mano ante el portero de la Juventus con un cuarto sombrero antes de alojar el balón en la red.


Menotti no anotó un gol de semejante peso en la historia de Sao Paulo. Solo hizo dos, pero fueron los últimos de un mago cuyo talento sobre el césped quedó eclipsado por su inteligencia con la pizarra, con su carisma en la sala de prensa y con una filosofía de vida que, quién sabe, igual tuvo que ver con los cannolis italianos de una ciudad y un equipo que jamás será de Turín.

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