Opinión

Crucecitas

SI CONTRA el vicio de pedir habita la virtud de no dar, lo mismo puede decirse en lo que atañe a la decisión de ordenar o mandar: desobedecer. ¿Acatarán los soberanistas catalanes el último veredicto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, obligando a retirar símbolos independentistas de espacios públicos? No es necesario ser adivino para aventurar el resultado: no. Está muy bien, y es incluso inexcusable que se aplique la ley, pero de nada sirve dictar sentencias o reafirmar resoluciones, si no se obliga con rigor a su cumplimiento. Hasta ahora, la mayoría de las decisiones judiciales tomadas al respecto para atajar excesos, no han sido más que papel mojado. O peor, solo contribuyeron a aumentar el victimismo y a reforzar la idea de que solo son obstáculo contra las libertades de quienes se pasan la Constitución por el arco del triunfo, cosa que muchos creen en los foros internacionales. Seguirán, ya se verá, las esteladas y lazos en las fachadas de los edificios públicos y las crucecitas en las playas, sin que nada ni nadie se ocupe en serio de vedarlo. La tozudez de los transgresores es de una solidez mucho mayor que la voluntad de prohibirlo. La democracia es así de débil.

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