CRÓNICA NEGRA

Un crimen atroz que despertó la leyenda

Este domingo se cumplen 130 años del asesinato de María Fernández de la Barrera, a la que algunos atribuyeron artes de bruja y otros simple maldad. La quemaron en un horno de Triabá y pese al paso del tiempo, si historia sigue llena de silencios
Dos hombres fueron condenados a 20 años por el crimen de Triabá
photo_camera Dos hombres fueron condenados a 20 años por el crimen de Triabá.

¿BRUJA O MALA? La parroquia de Triabá, en Castro de Rei, con apenas medio millar de vecinos, es hoy un lugar en calma. Pero hay historias que marcan y nunca se marchan del todo pese al paso del tiempo. Mañana, 20 de septiembre, se cumplen 130 años de uno de los crímenes más macabros de la crónica negra chairega, y los ecos de su historia siguen resonando sobre los infinitos campos de maíz, aunque nadie quiera recordarla.

María Fernández de la Barrera, una mujer de carácter, natural de Lugo y muy conocida en los juzgados de la época por litigar en varios casos, fue asesinada por dos vecinos de Triabá -al menos dos acabaron en la cárcel- y quemada en un horno de leña, supuestamente por problemas de herencias.

"Todo el mundo conoce la historia, pero nadie quiere hablar de ella, siempre se tuvo todo muy callado, no por miedo, más por vergüenza o respeto, porque todavía vive gente en Triabá que son descendientes de los supuestos asesinos"

Su desaparición se investigó, hubo juicio y condena, pero el paso del tiempo se encargó de que la trágica historia de la "enfornada" se fuese envolviendo en leyendas y aderezando con misterios. Algunos llegaron a decir que la mujer era una bruja que lanzó una maldición a sus asesinos, mientras otros aseguran que simplemente era una persona mala.

Hoy los tabúes continúan, pero quizás las opiniones de la época ayudaron a forjar el misterio. En el juicio por su asesinato varios testigos llegaron a decir que solo escuchar su nombre producía "horror en todo el distrito" y que nueve lobas preñadas, cada una con siete lobos que hubiese que mantener, no causarían más estragos que una mujer que llevó a la ruina a varias familias y a muchas casas "de allí a Loentia".

"Todo el mundo conoce la historia, pero nadie quiere hablar de ella, siempre se tuvo todo muy callado, no por miedo, más por vergüenza o respeto, porque todavía vive gente en Triabá que son descendientes de los supuestos asesinos", alerta una voz antes de llegar a la parroquia chairega.

Estaba en lo cierto. Las respuestas son esquivas. Los rostros cambian al oír hablar de la historia de la "enfornada". Nadie quiere localizar la zona concreta y mientras unos aseguran que el horno todavía está en pie, otros lo desmienten. Todo son evasivas. Y son muy pocos los que quieren, o se atreven, a hablar, pese a hacerlo 130 años después.

"Creo que hay mucha ficción en la historia. Era una señora mala y la leyenda apareció después", apunta una vecina, que recuerda que en el año 2016 un equipo del programa Cuarto Milenio, que dirigía Iker Jiménez, se desplazó a Triabá para hablar de "una meiga que tenía a todos los vecinos aterrorizados porque lanzaba males de ojo y maldecía a la gente con enfermedades", tal y como aún se presenta en la página web de Cuatro.

"De pequena recordo escoitar a historia cada dous por tres, que a señora era moi mala, que esperaran a que se puxera o forno moi roxo para metela dentro e que nese momento se fixera pequena", dice otra mujer, que asegura que con el paso del tiempo ya es difícil distinguir entre lo que pasó de verdad y lo que se quedó en la memoria colectiva.

Según la crónica de José de Cora en Historia Criminal de Lugo, María Fernández de la Barrera Panadera fue estrangulada o ahogada en una casa de As Motas, que pertenecía a su sobrino José María Fernández Díaz, durante la noche del 20 de septiembre de 1890. Al día siguiente, su cadáver se sacó de la casa para prenderle fuego en un horno de leña, y sus cenizas se tiraron al Rego da Lama.

Aunque en la investigación de la época se barajó la implicación de más personas -la acusación estimó que Joaquín Díaz y Luis Rodríguez Basanta urdieron el plan e incluso se ofrecieron a dar dinero a los autores materiales para "quitala do medio"-, el jurado nombrado por el Tribunal dos años después condenó solo a dos personas por el asesinato: su propio sobrino, José María Fernández, de 20 años, y Francisco Paredes, de 21, y con quien vivía María. Se les impuso 20 años de cárcel a cada uno, aunque se llegó a solicitar la pena de muerte para ellos.

Ni la madre de Paredes, María Josefa da Uz, que se habría encargado de deshacerse de las cenizas, ni Domingo Hermida, que supuestamente ayudó a transportar el cadáver, fueron condenados.

"El caso es apasionante por las circunstancias y la personalidad de la víctima. El fiscal establece que María de la Barrera vive recelosa de sus enemigos desde el auto sobre la casa das Motas -en agosto de 1890 la justicia le da la posesión de los bienes y propiedades de una herencia y el juzgado de Castro de Rei obliga a su sobrino a abandonar la vivienda- y ni siquiera quiere ocuparla. Confía en la hospitalidad de Francisco Paredes y su madre, pero siempre acude de día y abandona la casa por la noche", indica José de Cora en su publicación sobre el peculiar Fuenteovejuna chairego.

Hay historias que superan todas las ficciones y otras, que por muy impactantes que ya sean, pueden seguir creciendo.

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