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Cosas rectangulares

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La muerte de Quino trajo consigo una invasión Mafaldiana en las redes sociales el pasado miércoles. A mí me quedan lejos, muy lejos, los días en que descubrí aquellos extraños tebeos rectangulares, más anchos que altos, y cargados con viñetas que te obligaban a levantar la vista unos segundos y pensar en lo que acababas de leer. Alguno hay por casa, pero sin localizar, libre, a la espera de que la siguiente generación se cruce con él una tarde que se vaya la luz o se estropee la consola. Lejos, muy lejos, quedan los días en que devoré aquellas historietas, pero no tanto como pensaba. Lo descubrí el miércoles cuando empezaron a invadir la pantalla del móvil. No había una que no recordase. No había una que no oliese como aquel papel gastado y tan rectangular. No había una que no me hiciese levantar la vista unos segundos y pensar en lo que acababa de leer. Dicen que con el paso del tiempo el cerebro va borrando recuerdos para que los nuevos tengan sitio. Puede ser, pero tengo la sospecha de que algunos no desaparecen jamás. Se archivan en una carpeta y esperan pacientes a que el destino los active. Es entonces cuando te das cuenta de las cosas que han sido importantes en tu vida. Cosas rectangulares, algunas.