Valdeflores: un convento en busca de un milagro

PREOCUPACIÓN EN VIVEIRO ► La falta de vocaciones y peleas entre las monjas amenazan seis siglos de Orden de Predicadores dominica en el monasterio vivariense de Valdeflores, ahora abandonado para disgusto de colectivos y particulares ligados a las religiosas. El vecindario propone crear allí un museo de arte sacro, un parador o un geriátrico

Convento de Valdeflores. AMA
photo_camera Convento de Valdeflores. JOSÉ M. ÁLVAEZ (AMA)

EL CONVENTO dominico de Xunqueira tiene su origen en el hallazgo de la imagen de la Virgen que preside su altar mayor, Nuestra Señora de Valdeflores, reconocida como patrona de Viveiro en 1961 y coronada canónicamente el 16 de septiembre del 2017. El futuro del cenobio, hoy abandonado y cuyas monjas fueron famosas por sus dulces, está en el aire y Viveiro busca un milagro que dé continuidad a seis siglos de historia.

La talla de la virgen apareció en un terreno de juncos y con algún árbol de espino. Uno de estos amaneció florido en pleno invierno y se mantuvo así mucho tiempo, lo que causó admiración, recoge el finado cronista Juan Donapetry en su Historia de Vivero y su concejo. Dice que "era dueño de aquellos terrenos tan pobres un noble caballero vivariense llamado Juan Fernández de Aguiar", cuyo sirviente cavaba junto al espino y oyó una voz que invitaba: "Cava y no me hieras. Marcha y dile a tu señor que venga a sacarme de aquí". El labriego así lo hizo, pero hasta la tercera tentativa no consiguió que acudiese, algo que logró al indicarle la cantidad de libras de cera que guardaba en un arca, que solo conocía el amo.

Al cavar golpearon con la azada en la talla, que fue llevada en procesión hasta Viveiro y depositada en la capilla de San Martín de Rúa Cuberta, donde después se edificó el convento de las Concepcionistas, pero al día siguiente había desaparecido y la hallaron de nuevo en el valle, "sobre una peña donde está ahora el altar mayor de la iglesia". Tras repetir el traslado y reproducirse la "huida" de la imagen, entendieron que esta había elegido aquel sitio para morar y allí erigieron un santuario.

Es una escultura de alabastro y policromada, de 50 centímetros. Una Virgen en pie, que en el brazo izquierdo sostiene al Niño y en la derecha porta un cetro. Se cree que fue sepultada para evitar la profanación en las incursiones árabes o piratas. El conde Fabraquer fija en 1402 su aparición.

La fama de la Virgen y sus milagros se extendió, recibía numerosas visitas y los fieles depositaban limosnas al pie de su altar, con las que se edificó un santuario. El cronista deduce por documentos del cenobio que al inicio las religiosas vivían sin clausura, en casas cercanas a la ermita y como beatas.

Al menos ocho monjas abandonaron el monasterio en los últimos 35 años por divergencias y otras seis se marcharon al ser mayores

DONACIONES. Las primeras pobladoras eran de familias destacadas de la villa, como Vizoso, Cora y Fernández de Aguiar. Su sustento eran las limosnas que pedían y donaciones de haciendas. Las crónicas relatan que el monasterio, de estilo gótico y declarado Monumento Nacional, existe desde 1406 y pudo fundarse a finales del siglo XIV, con una comunidad de religiosas fija. Con el tiempo pasó a la Segunda Orden, cuya vida de renuncias se basa en el lema El placer de morir sin pena, bien vale la pena de vivir sin placer. Los bienes aportados por señoras distinguidas contribuyeron a su crecimiento. La supresión del convento de Santa María Nova, en Lugo, hizo que sus 18 dominicas ingresasen en Valdeflores en 1840 formando una comunidad independiente hasta el año 1856.

En el último tercio del XIX se restableció la costumbre de sacar en procesión la milagrosa efigie de la Virgen el 8 de septiembre. Desfila una reproducción exacta hecha por el escultor José Rivas.

El monasterio de Valdeflores vivió momentos de esplendor. De hecho, llegó a tener hasta 60 religiosas y una media de 30 en sus mejores épocas. Esta cifra descendió en las últimas décadas a causa de la falta de vocaciones, pero también por las diferencias existentes entre las distintas generaciones que mermaron la comunidad de forma paulatina.

DIFERENCIAS. Las disensiones entre las monjas más jóvenes y las de mayor edad saltaron a la luz en noviembre del 2017, pero su origen es anterior. Al menos cinco dominicas dejaron el convento en los últimos 35 años, según averiguó este diario y sin contar las tres últimas que marcharon de modo temporal para seguir prestando sus servicios en la casa fundadora, en el sur de Francia.

La prohibición de la venta de productos elaborados con huevos caseros supuso un duro golpe para su precaria economía y dejaron de producir tanto

La diócesis Mondoñedo-Ferrol, cuya mediación solicitaron las propias monjas para solventar el problema de convivencia, reconoció entonces que el conflicto "viene de años atrás, no es algo reciente". Las diferencias se centraban en la organización del funcionamiento interno de la comunidad y, al parecer, las jóvenes debían integrarse en alguno de los dos bandos existentes, dado que de lo contrario quedaban aisladas. La falta de entendimiento hizo que recurriesen a Roma, pero la paz no llegó a Valdeflores.

Estas dificultades se sumaron a otras en los últimos años, como la escasez de recursos, que obligaba a las religiosas de la Orden de Predicadores a elaborar una repostería que alcanzó gran fama y que vendían en el municipio y fuera del mismo. La prohibición de la venta de productos elaborados con huevos caseros supuso un duro golpe para su precaria economía y dejaron de producir tanto, además de tener que recurrir a ayuda externa para atender los encargos.​

EL CIERRE. Esta situación, unida a una pensión de jubilación mínima y a los achaques de la edad, motivó que la priora decidiese dejar el convento el pasado 18 de junio. La congregación requiere al menos seis monjas para la reapertura. La clausura del monasterio no parece tener vuelta atrás, según desveló la cofradía de Valdeflores tras una reunión mantenida la semana pasada con frailes y monjas de Burgos con esta entidad.

El Concello vivariense, la cofradía y entidades ligadas a las religiosas lamentan el cierre. La cofradía propuso como medida de conservación del inmueble, que tiene casi 4.000 metros construidos y una finca de 14.500, la creación de un museo de arte sacro. Otros vecinos creen que el edificio es idóneo para albergar un parador o una residencia.

La cofradía defiende su pervivencia para que no ocurra lo que sucedió con el franciscano de Viveiro, cuya huerta se vendió para construir una urbanización. Ha lanzado una campaña de captación de socios para lograr apoyos.

En medio de esta polémica entre las religiosas, la última priora denunció la desaparición de unos cantorales del siglo XIV, con música coral y de difuntos. La Policía Nacional investiga su paradero y, por sus indagaciones, sabe que pesaban 15 kilos cada uno y medían 45 centímetros de altura. Más sombras sobre el convento.

Los favores de la imagen
Las memorias del convento mencionan al menos tres prodigios, por los que se obligó a la comunidad a celebrar de modo perpetuo una misa cantada de acción de gracias en los días de la conversión de San Pablo, San Jacinto y la Domínica infraoctava del Corpus. Atribuyen a la talla el salvamento de las monjas ante la caída del techo de la cocina y que saliesen ilesas de un grave terremoto en 1799.

 

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