"¿Cómo puedo hacerme entender si no me quito la mascarilla?"

La becerrense sorda Sonia Valcárcel alerta desde Madrid, donde estudia Ingeniería Civil, de que la crisis sanitaria trajo consigo nuevas barreras para las personas con discapacidad auditiva
Sonia Valcárcel. EP
photo_camera Sonia Valcárcel. EP

Si el confinamiento y las medidas de seguridad en la desescalada han supuesto un golpe en la comunicación y en la forma en la que nos relacionamos, este ha sido sin duda mayor para las personas sordas. Para la becerrense Sonia Valcárcel, la primera alumna sorda del grado de Ingeniería Civil en la Universidad Politécnica de Madrid —de donde todavía no ha salido desde la declaración del estado de alarma—, las barreras han aumentado con la crisis. 

La mascarilla, por ejemplo, esa prenda obligada como medida de seguridad, para ella es un muro sumado a los muchos aún no derribados para las personas sordas en nuestra sociedad. La lectura labial, esa destreza que muchos sordos practican en su día a día, queda anulada con ella. Incluso para hablar entre personas que utilizan la lengua de signos, "la expresión del rostro resulta fundamental, y el deletreo va siempre apoyado en la lectura labial", explica. 

"¿Cómo me hago entender, por ejemplo, en el centro de salud, donde no es posible quitarnos la mascarilla?", se pregunta. Ella se lo ha pedido a las personas que la atendieron, pero no todo el mundo es sensible a la situación o invierte o dedica más tiempo a la comunicación. "Antes, a determinados servicios médicos íbamos acompañados del intérprete, pero eso se ha visto restringido. Así que, entre que no podemos ir con los intérpretes ni acceder a la lectura labial, la situación ha empeorado mucho", explica. 

Sonia cuenta que una empresa ya ha creado una mascarilla con una ventanilla transparente. "No es la solución idónea, porque se llena de vaho, pero puede servir de ayuda", indica. 

Es importante que pidamos ayuda y no nos quedemos en silencio. Creo que es bueno ser un poco desobedientes

SEGUIR ESTUDIANDO. Otra de las barreras vino, para ella, con las clases virtuales. Si bien es cierto que durante los primeros días la universidad se organizó para continuar con el servicio de intérprete —garantizado desde que en el año 2007 se reconoció legalmente la lengua de signos—, ese servicio no ha llegado a todos los ámbitos durante el confinamiento. Por ejemplo, a los exámenes online. "De esta forma ha sido difícil seguir las indicaciones del profesorado antes de hacer un examen, y aclarar las dudas en ese momento", comenta. 

Sin embargo, también valora los avances sociales que le han permitido acceder en igualdad de condiciones a la información sobre el virus, con ruedas de prensa del Gobierno interpretadas en lengua de signos o herramientas de subtitulación en la televisión, "algo que no estaría garantizado antes de la entrada en vigor del reconocimiento legal", afirma. 

"Además, me puse en contacto con varias federaciones de personas sordas, donde nos facilitaron información", explica. "Hemos estado muy unidas en este tiempo para reivindicar nuestros derechos y poder acceder a la salud y a la educación", afirma. 

LEJOS DE CASA. La decisión de quedarse en Madrid, lejos de su familia, también fue difícil. Dos motivos pesaron en ella. "Preferí quedarme aquí para evitar problemas, porque no sabía si yo misma había contraído el virus", indica por un lado. Por otro, en su casa natal de Penamaior, en Becerreá, habría tenido problemas de conexión a internet, como tantas otras veces, lo que habría dificultado seguir el curso universitario en el que es pionera como persona sorda. 

Ahora, solo espera que "la sociedad entienda las necesidades que tenemos de comunicación y que las cosas mejoren también en este sentido. Creo que es muy importante atrevernos a pedir ayuda, no quedarnos en silencio y mantener nuestra mentalidad de lucha. Creo que debemos ser un poco desobedientes, por decirlo de algún modo, para defender nuestros derechos".

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